Lacan, J. - Del sujeto de la certeza




La hiancia del inconsciente, podríamos llamarla pre-ontólógica. El deseo encuentra en alguna parte su límite.  El placer fija los límites del alcance humano: el principio del placer es principio de homeostasis.  El deseo encuentra su límite, y en la relación con este límite se sostiene como tal, franqueando el umbral impuesto por el principio del placer. 
Pero, si bien el deseo no hace más que acarrear lo que sustenta de una imagen del pasado hacia un futuro siempre corto y limitado, Freud lo califica de indestructible, se afirma justamente de la realidad más inconsistente de todas.  Escapa al tiempo. Se debe distinguir un tiempo lógico. Onticamente, pues, el inconsciente es lo evasivo -pero se ajusta a una estructura temporal, de la que nunca ha sido articulada como tal. 
El concepto de repetición nada tiene que ver con el de transferencia. El estatuto del inconsciente, en el plano óntico, es ético.  Freud, en su sed de verdad dice -Sea lo que sea, hay que ir a él -porque, en alguna parte se muestra. Es ético y no óntico porque Freud no lo pone en evidencia cuando da su estatuto al inconsciente. 
En efecto, el término primordial no es el de verdad. Es el de Gewissheit, certeza.  El modo de proceder de Freud es cartesiano, ya que parte del fundamento del sujeto de la certeza.  Se trata de aquello de lo que se puede estar seguro.  Para ello, primero es necesario vencer una connotación presente en todo lo que toca al contenido del inconsciente: No estoy seguro, dudo. 
Pero la duda es el apoyo de su certeza. Es indicio de que hay algo que preservar. Y la duda, entonces, es signo de la resistencia. 
Descartes nos dice: Estoy seguro, porque dudo, de que pienso. Por pensar, soy. Analogamente Freud, cuando duda está seguro por eso de que en ese lugar hay un pensamiento, que es inconsciente, lo cual quiere decir que se revela como ausente, a ese lugar convoca, en cuanto trata con otros, el yo pienso en el cual se va a revelar el sujeto.  Está seguro de que el pensamiento ese está allí con todo su yo soy.
Aquí se revela la disimetría entre Freud y Descartes. No está en el paso inicial de la fundamentación de la certeza del sujeto.  Radica en que el sujeto está como en su casa en el campo del inconsciente.  Y porque Freud afirma su certeza, se da el progreso mediante el cual nos cambia el mundo. 
Para Descartes, en el cogito inicial el yo pienso, en tanto se vuela en el yo soy, apunta a un real. Pero lo verdadero queda fuera de un Otro que no sea engañoso y que, además, pueda garantizar, con su mera existencia.
Descartes no lo sabía, salvo que era sujeto de una certeza y rechazo de todo saber anterior: pero el sujeto del inconsciente se manifiesta, que piensa, antes de entrar en la certeza. 
Es la distinción de la función del sujeto de la certeza con respecto a la búsqueda de la verdad. 
El tiempo lógico está constituido por tres tiempos. Primero el instante de ver, que se define en esa experiencia psicológica de la operación intelectual que es el insight. Luego el tiempo para comprender, en fin, el momento de concluir.
Para discernir que es el tiempo lógico, hay que partir de lo siguiente: la batería significante está dada desde el comienzo. Sobre esta base hay que introducir dos términos requeridos por la función de la repetición: el azar y la arbitrariedad, así Freud examina qué consecuencias tiene para la interpretación de los sueños el azar de la transcripción y la arbitrariedad de las conexiones, ¿porqué relaciónar esto con aquello, en vez de con cualquier otra cosa? Freud nos lleva al corazón de las cosas de la pregunta que plantea el desarrollo moderno de las ciencias, en tanto demuestran lo que podemos fundar en el azar.
No puede fundarse nada en el azar -cálculo de probabilidades, estrategias- que no entrañe una estructuración previa y limitada de la situación en términos de significantes. 
Pues bien en lo tocante al inconsciente, Freud reduce todo lo que llega a sus oídos a la función de puros significantes, a partir de esta reducción se da la operación, y así puede aparecer un momento de concluir. Esto forma parte de su testimonio ético. 
La experiencia le demuestra luego que, en relación al sujeto, se topa con límites: la no convicción, la resistencia, la no curación.  La rememoración entraña siempre un límite. Y es indudable que podía obtenerse una rememoración más completa por otras vías que las del análisis, pero son las inoperantes en cuanto a la curación. 
Debemos distinguir aquí el alcance de estas dos direcciónes, la rememoración y la repetición.  Entre ambas no hay ni orientación temporal ni reversibilidad.  No son conmutativas.  No es lo mismo comenzar por la rememoración y vérselas con las resistencias de la repetición y comenzar por la repetición para obtener un esbozo de rememoración. 
Esto nos indica que la función-tiempo es aquí de orden lógico, y está ligada a una instauración significante de lo real. En efecto, la no-conmutatividad es una categoría que pertenece sólo al registro del significante. 
Percibimos aquí donde aparece el orden del inconsciente, que Freud lo resuelve en un segundo tiempo, elaborando la función de la repetición. 


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