Lacan, J. - Los dos narcisismos




El descubrimiento freudiano se funda sobre la aprehensión fundamental de que los síntomas del neurótico revelan una forma desviada de satisfacción sexual. Freud demostró la función sexual de los síntomas en los neuróticos de modo muy concreto, a través de una serie de equivalencias, siendo la última de ellas una sanción terapéutica.
El problema que se le plantea a Freud en esta época es la de la estructura de la psicosis. ¿Cómo elaborar la estructura de la psicosis en el interior del marco de la teoría general de la libido? EN consecuencia, Freud intenta establecer en ese momento la relación que puede existir entre las pulsiones sexuales, alas que otorgó tanta importancia pues estaban ocultas y su análisis las revelaba, y las pulsiones del yo que no había colocado hasta entonces en primer plano.

Freud afirma que puede suponerse, en un estadio primitivo, anterior al que la investigación psicoanalítica nos permite acceder, la existencia de un estado de narcisismo en el que resulta imposible discernir entre las dos tendencias fundamentales: la Sexualibido y las Ich-Triebe. En esta etapa, ambas están inextricablemente mezcladas, confundidas y no son diferentes para nuestro grosero análisis. No obstante, Freud explica por qué intenta mantener la distinción.

En primer lugar, está la experiencia de las neurosis. Después, el hecho de que la distinción entre pulsiones del yo y pulsiones sexuales sólo en imputable quizás a que las pulsiones son para nuestra teoría el punto último de referencia.
Freud adosa su teoría de la libido a lo que le indica la biología de su tiempo. La teoría de los instintos no puede dejar de tener en cuenta una bipartición fundamental entre las finalidades de preservación del individuo y las de continuidad de la especie.

En la segunda parte, Lacan introduce un complemente en el esquema que presento en el cursillo sobre la tópica de lo imaginario.
Les indiqué que este modelo está en la línea misma de los deseos de Freud. Freud explica en varios sitios que las instancias psíquicas fundamentales deben concebirse en su mayor parte, como representantes de lo que sucede en un aparato fotográfico: es decir, como las imágenes, virtuales o reales, producidas por su funcionamiento. El aparato orgánico representa el mecanismo del aparato, y lo que aprehendemos son imágenes. Sus funciones no son homogéneas, ya que una imagen real y una imagen virtual son diferentes. Las instancias deben pues interpretarse mediante un esquema óptico. Concepción que Freud indicó muchas veces, pero que nunca llegó a materializar.
El espejo cóncavo gracias al cual se produce el fenómeno del ramillete invertido; aquí, por comodidad, lo he transformado en florero invertido. EL florero está en la caja y el ramillete encima.

El florero será producido por le juego de reflexión de los rayos por una imagen real, no virtual, que el ojo puede enfocar. Si el ojo se acomoda a nivel de las flores que hemos dispuesto, será la imagen real del florero rodeando el ramillete, confiriéndole estilo y unidad; reflejo de la unidad del cuerpo.

Para que la imagen tenga cierta consistencia, es necesario que sea verdaderamente una imagen. A cada punto del objeto le corresponde un punto de la imagen, y todos los rayos provenientes de un punto deben cruzarse en un punto único en algún lado.
Se trata de la relación entre la constitución de la realidad y la forma del cuerpo, que de un modo más o menos apropiado ha sido llamado ontológico.
Ese ojo hipotético del que les he hablado, pongámoslo en algún sitio entre el espejo cóncavo y el objeto. Para que este ojo tenga exactamente la ilusión del florero invertido, es decir, para que lobea en óptimas condiciones, como si estuviera en el fondo de la sala, hace falta y basta una sola cosa: que hubiera más o menos en la mitad de la sala un espejo plano.

En otros términos, si colocamos en la mitad de la sala un espejo, al adosarme al espejo cóncavo veré la imagen del florero tan nítidamente como si estuviese en el fondo de la sala, aunque no lo vea directamente. ¿Qué veré ne el espejo? Primero, mi cara propia, allí donde no está. En segundo lugar, en un punto simétrico al punto donde está la imagen real, veré aparecer esa imagen real como imagen virtual.
Este pequeño esquema no es más que una elaboración muy simple del o que desde hace años intento explicarles con el estadio del espejo.

Existen dos narcisismos. En efecto, existe en primer lugar un narcisismo en relación a la imagen corporal. Esta imagen es idéntica para el conjunto de los mecanismos del sujeto y confiere su forma a su mundo circundante, en tanto es hombre. Ella hace la unidad del sujeto, la vemos proyectarse de mil maneras, hasta en lo que podemos llamar la fuente imaginaria del simbolismo, que es aquello a través del o cual el simbolismo se enlaza con el sentimiento que el ser humano tiene de su propio cuerpo.

Este primer narcisismo se sitúa a nivel de la imagen real de mi esquema, en tanto esta imagen permite organizar el conjunto de la realidad en cierto número de marcos preformados. En el hombre, la reflexión en el espejo manifiesta una posibilidad noética original, e introduce un segundo narcisismo. Su pattern fundamental es de inmediato la relación con el otro. El otro tiene para el hombre un valor cautivador, dada la anticipación que representa la imagen unitaria tal como ella es percibida en el espejo, o bien en la realidad toda del semejante.
El otro, el alter ego, se confunde en mayor o menor grado, según las etapas de la vida, con el Ich-Ideal, ese ideal del yo constantemente invocado en el artículo de Freud. La identificación narcisista la del segundo narcisismo es la identificación al otro que, en el caso normal, permite al hombre situar con precisión su relación imaginaria y libidinal con el mundo en general. Esto es lo que le permite ver en su lugar, y estructurar su ser en función de ese lugar y de su mundo. El sujeto ve su ser en una reflexión en relación al otro, es decir en relación al Ich-Ideal.

Es preciso diferenciar las funciones del yo – por una parte desempeñan para el hombre un papel fundamental en la estructuración de la realidad – por otra, debe pasar en el hombre por esa alienación fundamental que constituye la imagen reflejada de sí mismo que es el Ur-Ich; forma originaria tanta del Ich-Ideal como de la relación con el otro.
Ya les había dado un primer elemento del esquema, hoy les proporciono otro: la relación reflexiva con el otro.

Fuente: Facultad de Psicologia UNR

1 comentario:

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