I. La
histeria es un efecto retardado de larga permanencia de la emoción que una vez
sobrevino. Los síntomas de la histeria derivan su determinismo de vivencias de
eficacia traumática que el enfermo ha tenido como símbolos mnémicos de las
cuales ellos son reproducidos en su vida psíquica. La terapia consta de
orientar la atención del enfermo desde el síntoma hasta la escena en la cual se
engendró, y a raíz de la reproducción de la escena traumática, se rectifica el
efecto retardado del decurso psíquico. La escena para ser traumática debe
cumplir dos condiciones: que posea la pertinente idoneidad determinadora y
fuerza traumática.
La vivencia debe justificar la cualidad de trauma, y poseer la
intensidad para provocar un trauma. La escena que lleva el análisis muchas
veces no cumple con las dos condiciones. Para Breuer una vivencia inofensiva
puede ser traumática si el enfermo se encuentra en un estado hipnoide.
Tras la primera escena se esconde una segunda, de la cual esta es sólo
un eslabón dentro del encadenamiento asociativo. Y esta situación se repite
intercalando muchas escenas ineficaces como unas transiciones necesarias hasta
que finalmente alcanza una escena satisfactoria. Una escena carente de una de
éstas características despierta el recuerdo de otra que posee la característica
que le falta a ésta. Las escenas traumáticas no formas nexos simples sino
ramificados a modo de un árbol genealógico, pues a raíz de cada vivencia entran
en rigor dos o más vivencias tempranas. Ningún síntoma histérico puede surgir de
una vivencia real sola, sino que todas las veces el recuerdo de vivencias
anteriores, despertado por vías asociativas, coopera en la causación del
síntoma. Los síntomas histéricos sólo pueden generarse por cooperación de
recuerdos inconscientes presentes en ese momento.
Si se parte de un caso que ofrece varios síntomas, por medio del
análisis se llega a partir de cada uno a una serie de vivencias cuyos recuerdos
están recíprocamente encadenados en la asociación. Una misma escena puede ser
evocada varias veces dentro de una misma cadena, de modo que posee nexos múltiples
por enlace directo o como eslabón intermedio. Las cadenas asociativas entran en
recíprocos vínculos, y pueden despertar recuerdos de otras cadenas, que
fundamenta otro síntoma. Aquella vivencia que pertenece a ambos es un punto
nodal y pueden desencadenar dos síntomas distintos que aparecen
simultáneamente. Siempre estas vivencias son del ámbito sexual. Luego que las
cadenas mnémicas han convergido se llega a un período que es la pubertad, sin
embargo éstos son heterogéneos y de valor dispar, y no son propicios para la
causación de la histeria. El determinismo de los síntomas hay que buscarlos en
escenas anteriores de la niñez temprana, anterior al desarrollo de la vida
sexual. Unos influjos nocivos que afectan al órgano en proceso de desarrollo causan
efectos más serios y duraderos que los que generarían en edad madura. Estas
vivencias son uniformes y sustantivas, y explican lo que la herencia no logra
explicar. Estas vivencias sólo podrían exteriorizar un efecto psíquico a través
de sus huellas mnémicas, que va de la mano del hecho que los síntomas
histéricos sólo pueden nacer con la cooperación de recuerdos.
II.
Estas vivencias, empero, son infantiles, de contenido sexual pero más uniformes
que las escenas de la pubertad; el despertar sexual fue por medio de
experiencias sexuales en el propio cuerpo, de un comercio sexual. Se pueden
descubrir los factores determinadores. Estas vivencias son rememoradas como
algo ajeno, inconciliable, y produce disgusto, por lo que se tiende a querer
olvidar y negar. Las escenas infantiles suelen ser por su contenido unos
irrecusables complementos para la ensambladura asociativa y lógica de la
neurosis, y tras su inserción el proceso se vuelve evidente. Son los traumas de
los cuales arrancan la reacción histérica frente a unas vivencias de la
pubertad como el desarrollo de síntomas histéricos.
En la etiología de la neurosis tienen tanto peso las condiciones
cuantitativas como las cualitativas; es preciso que sean rebasados ciertos
valores del umbral. La representación inconciliable pone en movimiento la
defensa del yo (conflicto psíquico), lo cual provoca la represión, esfuerza
hacia lo inconsciente el recuerdo penoso y crea un síntoma histérico. Esto se
logro sólo cuando están presentes unas escenas sexuales infantiles como
recuerdos inconscientes y la representación que se ha de reprimir puede entrar
en un nexo lógico o asociativo con ella. La condición psicológica de éstas
para devenir histeria es que estén presentes como recuerdos inconscientes
(los síntomas histéricos son retoños de recuerdos de eficacia inconsciente).
Son una predisposición y sólo cobran eficacia patógena cuando son despertadas
en la pubertad como recuerdos inconscientes. La segunda dentición forma una
frontera, traspuesta la cual su causación es imposible.
En el ámbito sexual una imagen mnémica produce una fuerza que no
estaba presente en la impresión real.
III.
Una escena debe su fuerza determinadora a escenas tempranas, y como síntoma se
escoge aquella representación cuyo realce es el efecto conjugado de varios
factores, evocada simultáneamente: los síntomas son sobredeterminados.
Se ve presente una irritabilidad anormal, despropósito entre estímulo psíquico
y reacción. La reacción histérica hipertrófica es exagerada sólo en
apariencia, ya que es proporcional al estímulo excitador que son los
motivos inconscientes. Hay zonas histerógenas que despiertan un recuerdo
capaz de desencadenar un ataque, sin embargo en general se hacen enlaces falsos
entre la vivencia conciente y la reacción. En los histéricos todas las
excitaciones cooperan con su efecto porque en ellos hay una incapacidad de
tramitar estímulos psíquicos (imposibilidad de mudar una impresión actual en un
recuerdo despotenciado). El papel etiológico de las vivencias sexuales
infantiles rige también para representaciones obsesivas, paranoia y otras
psicosis (neurosis de defensa).
No hay comentarios:
Publicar un comentario