I. La fantasía se halla anudada a una
satisfacción onanista de carácter compulsivo. Cuando el niño co-presencia como
otro es azotado, puede convocar aquellas fantasías presentes en la vida
anímica. La representación-fantasía “un niño es azotado” es investido con
elevado placer y desemboca en un acto de satisfacción autoerótica.
II. Una fantasía así que emerge a raíz de ocasiones
casuales y se retiene para la satisfacción autoerótica es un rasgo primario de
perversión. Uno de los componentes de la función sexual se anticipa a los otros
y se vuelve autónomo fijándose y sustrayéndose del desarrollo. Puede caer bajo
la represión, ser sustituida por una formación reactiva, ser sublimada o
convertirse en perversión.
III. Esta fantasía presenta una historia evolutiva
en cuyo desarrollo cambia su vínculo con la persona fantaseadora, su objeto,
contenido y significado.
1° fase: el niño azotado es otro, casi siempre
un hermanito. El que pega no es el fantaseador sino un adulto indeterminado.
Más adelante se vuelve reconocible como el padre. El padre pega al niño que yo odio.
2° fase: sigue pegando el padre, pero el niño
deviene el fantaseador mismo, la fantasía se ha teñido de placer. Yo soy azotado por el padre. Posee un
carácter masoquista. No ha existido realmente, no es recordada ni puede devenir
conciente, es una construcción del análisis.
3° fase: la persona que pega es indeterminada o
es investida por un subrogante del padre. La persona propia del niño no aparece
en la fantasía, y ahora son muchos niños.
IV. La niña está fijada tiernamente al padre y
posee una actitud de odio y competencia hacia la madre. Los otros hijos son con
quienes debe compartir el amor de los padres. Ser azotado significa una
destitución del amor y una humillación. Que el padre le pegue significa que no
lo ama a él, sino “sólo a mí”. En la primera fase satisface los celos y la
dependencia. En esta prematura elección de objeto del amor incestuoso, la vida
sexual del niño alcanza el estadio de la organización genital. No falta en el
niño el deseo de tener un hijo con la madre y en la niña el de recibir un hijo
del padre. Estos enamoramientos son reprimidos a raíz de desengaños como
afrentas, nacimientos indeseados, o desde adentro a consecuencia de la falta de
un cumplimiento demasiado tiempo anhelado. Sucumben porque su tiempo ha
expirado. Al mismo tiempo aparece una conciencia de culpa anudada a los deseos
incestuosos. La fantasía era “mi padre me ama sólo a mí pues al otro niño le
pega”. La conciencia de culpa produce una inversión, la fantasía de la segunda
fase en la que es uno azotado por el padre, y deviene masoquista. Es siempre la
conciencia de culpa la que deviene el sadismo en masoquismo. Pero además se
suma una regresión a la organización sádico-anal de la vida sexual. Cuando la
represión afecta la organización recién alcanzada no solo el amor incestuoso
deviene inconsciente sino también la organización experimenta un rebajamiento
regresivo. El padre me ama se transforma en el padre me pega. El ser azotado es
una conjunción entre conciencia de culpa y erotismo: no sólo es un castigo sino
su sustituto regresivo y recibe a partir de esta fuente su excitación
libidinosa que se descargará en actos onanistas. La fantasía de la tercera fase
es una sustitución de fantasías inconscientes, que retorna al sadismo. En la
frase “El padre pega a otro niño, sólo me ama a mí” la primer parte posee el
acento y la segunda es reprimida. Solo la forma de la fantasía es sádica, la
satisfacción es masoquista al sustituir los niños por la persona propia. Ha
tomado sobre sí la investidura libidinosa reprimida y la conciencia de culpa
adhiere al contenido.
V. La perversión es parte del proceso de
desarrollo normal del niño; se refiere al amor incestuoso, al complejo de Edipo
que al ser quebrantado permanece como una secuela heredera de su carga
libidinosa y poseedora de su conciencia de culpa.
El complejo de Edipo es el núcleo de la
neurosis y la sexualidad infantil, que culmina en él, es la condición efectiva,
cuyos restos son secuelas para la posterior enfermedad. La fantasía de paliza y
otras fijaciones perversas son las cicatrices del complejo tras su expiración
como el complejo de inferioridad corresponde a la cicatriz narcisista.
El masoquismo no es una exteriorización
pulsional primaria sino una reversión del sadismo hacia el Yo, por regresión
del objeto al Yo. Pulsiones de meta pasiva son dadas desde el comienzo, pero al
masoquismo además de esto hay que agregarle el carácter de displacer. El
sadismo se muda en masoquismo bajo el influjo de la conciencia de culpa durante
la represión. Los efectos de ésta son: vuelve inconsciente el resultado de la
organización genital; le provoca la regresión al estadio sádico-anal (gracias a
la endeblez de la organización genital); muda su sadismo en el masoquismo
pasivo, narcisista, porque a la conciencia de culpa le escandaliza tanto el
sadismo como la elección incestuosa de objeto.
VI. En la niña la segunda fase surge por represión
y regresión del deseo incestuoso de ser amado por el padre. Entre la segunda y
la tercera cambian de vía su sexo, por un deseo a ser varoncito. En el niño la
madre remplaza al padre, y la segunda fase podría devenir conciente. La
fantasía susceptible de conciencia cuyo contenido es ser azotado por la madre
no es primaria, sino lo es ser azotado por el padre. La fantasía notoria de ser
azotado por la madre corresponde a la tercera fase. El ser azotado es un ser
amado en el sentido genital el cual se degrada vía regresión. Entonces la
fantasía inconsciente no es “Soy azotado por el padre” sino “Soy amado por el
padre” que ha sido transmudada en la fantasía conciente “Soy azotado por la
madre”. La fantasía en el varón es al comienzo pasiva nacida de una actitud
femenina hacia el padre. En ambos niña y niño la fantasía de paliza deriva de
la ligazón incestuosa con el padre.
En la niña la fantasía masoquista inconsciente
(fase 2) parte de la postura edípica normal, en el niño (fase 1) de la
trastornada. En la niña hay una fase anterior en que la acción recae sobre a
quien se odia por celos lo cual falta en el varón. En el paso a la fantasía
conciente la niña (la fase 3) retiene al padre y cambia a la persona azotada;
el varón (fase 2) cambia la persona del padre a la madre y sigue siendo él
mismo el azotado. En la niña la situación originariamente masoquista (fase 2)
es sustituida por una sádica tras la represión; en el varón sigue siendo
masoquista. Se sustrae de su homosexualidad reprimiendo y refundiendo la
fantasía inconsciente. La niña se fantasea varón sin volverse varonilmente
activa y sólo presencia el acto como espectadora.
Todo lo reprimido y sustituido sigue siendo
inconsciente y eficaz; la regresión modifica las constelaciones inconscientes
de modo que no se conservaría la fantasía pasiva de ser amado por el padre,
sino la masoquista, de ser azotado por él. El muchacho se siente mujer en su
fantasía conciente y dota a las mujeres azotadoras propiedades masculinas; la
niña ha resignado su sexo no se suelta del padre y puesto que ha devenido
muchacho, hace que sean ellos los azotados.
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