Texto extraído de "El campo grupal. Notas para una genealogía"
Antinomia individuo-sociedad
El problema de la
relación de los individuos entre sí ha sido considerado desde diferentes puntos
de vista. Podríamos denotar que las posiciones mas opuestas son: Por un lado,
se considera al individuo, en tanto singularidad, como una realidad en si mismo;
solo él percibe, piensa, ama u odia, se siente responsable, toma decisiones,
etc. El grupo, la sociedad, lo colectivo serían generalizaciones teóricas que
no tendrían otra consistencia que la realidad misma de ese individuo.
Por el otro, en
cambio, el individuo como tal seria una entidad lógica. Únicamente el grupo, el
colectivo, la sociedad son reales; solo a través de dicha realidad se hace
presente la instancia individual. El individuo seria producto de su ambiente,
seria un cruce de relaciones sociales.
En una como en
otra posición, la relación individuo-sociedad esta pensada desde un criterio
antagónico, ambas resuelven la compleja tensión entre lo singular y lo
colectivo desde un paradigma disyuntivo, según la cual singularidad y
colectividad conforman un par de contrarios. Se pueden puntuar dos formas
típicas de resolver la tensión: el psicologismo y el sociologismo. El 1ero más
frecuente en el pensamiento liberal, conserva la tendencia a reducir los
conceptos sociales a conceptos individuales y psicológicos. El 2do es mas
frecuente en el pensamiento socialista, y va en dirección reduccionista de los
conceptos individuales a una idea globalizada de la historia y de la sociedad.
El 1ero esta a favor de una idea abstracta de individuo, el 2do a favor de una
idea abstracta de la sociedad.
Espacios
Se consideran dos
espacios donde ha estado presente la preocupación por las relaciones y
diferencias entre Individuos y Sociedades.
Espacio
Científico-Académico: la oposición
individuo-sociedad ha atravesado distintos campos disciplinarios, estas
polémicas “clásicas” no sólo han constituido los debates fundadores de las
ciencias humanas, por el contrario, pueden encontrarse aún hoy. Los primeros intentos para comprender, en el campo de la psicología, la problemática grupal,
se organizaron en un traslado mecánico de conceptos de la psicología
individual. Esta polemica se desarrolla en el cruce de un debate entre dos
posiciones doctrinarias encontradas, la tesis individualista y la tesis de
mentalidad de grupo.
Para la tesis individualista, los individuos constituyen la única
realidad y tiende a negar la realidad de los grupos, en tanto sostiene que los
procesos psicologicos ocurren tan solo en los individuos y estos constituyen
las únicas unidades accesibles a la observación. El término grupo, constituye
una ficticia abstracción cuando pretende algo más que referirse a la suma de
reacciones reciprocas de los individuos. Para la tesis individualista, no
existen los grupos, “grupo” será un termino colectivo que hace referencia a una
multiplicidad de procesos individuales. En síntesis no existe en los grupos,
instituciones, sociedades, nada que no haya existido previamente en el
individuo.
La noción de
mentalidad de grupo implica, que, cuando los seres humanos viven y actúan
en grupo, surgen “fuerzas y fenómenos” que siguen sus propias leyes y no pueden
ser descriptos por propiedades que componen a los individuos. Ésta noción
intenta explicar la frecuente observación por la cual muchos acontecimientos
colectivos, exiben una dirección definida, se desarrollan y mantienen a menudo
sin relación con las intenciones de los individuos, atribuyendo intencionalidad
al proceso. Ésta “mente de grupo” sería cualitativamente análoga a la “mente
individual aunque cuantitativamente supraindividual”. Entonces, el grupo
es pensado como un supraindividuo, con los mismos mecanismos de funcionamiento
interno. Es importante subrayar que la antinomia clásica de las ideas sociales
(la relación individuo-sociedad) se encuentra implícita en toda concepción
sobre lo grupal, y generalmente determina el pensamiento sobre los grupos.
Opera como un verdadero a priori conceptual, como premisa implícita desde donde
no se piensa la articulación de los singular y lo colectivo, sino también se
lee al conjunto de los acontecimientos grupales.
En general estos a
priori hacen posible la “resolución” de la tensión de los pares antinómicos,
los cuales desde su constitución se despliegan en tres pares de opuestos:
individuo-sociedad, naturaleza-cultura, identidad-diferencia. Cuando esta
tensión es “resuelta” puede observarse con frecuencia que suele producirse
desde criterios dicotómicos.
Las teorizaciones
que colocan a los grupos humanos como campos de mediaciones entre individuos y
sociedad, suelen reproducir sin revisar las propiedades antinómicas de éstos
términos, y, en tanto parten de dos conjuntos de opuestos. Desde éste punto,
los grupos y las instituciones solo son pensados como puentes o instancias
mediadoras.
El a priori
conceptual opera en los diferentes discursos sobre la grupalidad, de la
siguiente manera: por un lado la especificidad de lo grupal la aportan los
individuos que lo forman (habrá que estudiar individuos en grupos). Por el otro
la especificidad de lo grupal es aportada por un plus a los individuos
agregados (habrá que estudiar grupos).
Espacio
ético-político: la antinomia
individuo-sociedad tiene una inscripción ético-filosófica de gran importancia
en el plano político. Su origen moderno ha planteado como diyuntiva
ético-política la pregunta sobre que habrá que priorizar: por un lado intereses
grupales, por el otro lado intereses individuales.
La relación Grupo-Sociedad
La relación
grupo-sociedad es generalmente encarada desde una perspectiva de relaciones de
influencia, donde las diferentes posiciones varían según otorguen una mayor o
menor grado de influencia de los social sobre los movimientos de un grupo.
Igualmente en todas ellas lo social se ubica como algo exterior al grupo. Una
variante de esta forma de pensar es platearse la relación grupo-sociedad en
términos de interacción mutua.
La antinomia
individuo-sociedad forma parte de un conjunto de pares antinómicos. El pensar
la tensión entre lo singular y lo colectivo desde esta antinomia opera como a
priori conceptual en las diferentes concepciones sobre lo grupal. En el intento
de desdibujar el sentido antinómico de la tensión entre lo singular y lo
colectivo es que resulta pertinente repensar la noción por la cual los grupos
constituyen un campo de mediaciones entre individuos y sociedades. Ésta sería
una solución de compromiso válida en su momento. Ésta noción de los grupos,
como campos de mediaciones ha intentado “resolver” la tensión entre lo singular
y lo colectivo a través de la categoría de intermediación.
Puede encontrarse
fuerte tradición en cierta forma de reduccionismo psi, en aquellas corrientes
que centran su análisis de los acontecimientos en las interacciones entre sus
integrantes, produciendo un enfoque de los grupos plegados sobre si mismos,
donde se abre visibilidad con respecto a sus colecciones, liderazgos e
interacciones de roles. Pero se invisibiliza los atravesamientos
institucionales, sociales e históricos.
Otra manera de
resolver la tensión aludida, suele ser la negación de la especificidad de
los acontecimientos grupales. El dispositivo grupal es visualizado como un
espacio de despliegue de singularidades, excluyendo toda posibilidad de
especificidad en el agrupamiento en si mismo.
La categoría de intermediario
Esta caracterización
de los grupos como mediadores, como espacios intermedios entre individuos y
sociedades lleva implícito cierto concepto operativo a través del cual habrá
que buscar relaciones, puentes articuladores. Esta noción articuladora es el
concepto de intermediario. Muchas son las formas que los reduccionismos pueden
presentar. Tanto las teorizaciones como el lugar de la coordinación suelen
oscilar entre dos ficciones: la figura del gran individuo o el espejismo de los
grupos como intencionalidad. En este sentido se vuelve necesario un cambio de
paradigma, de un criterio antinómico de individuo versus sociedades, hacia una
operación conceptual que pueda evitar una falsa reducción y se permita sostener
la tensión singular colectivo.
Problema epistémico
Desde el punto de
vista de la cátedra se enuncia la necesidad de pensar lo grupal como un campo
de problemáticas atravesado por múltiples inscripciones: deseantes, históricas,
institucionales, políticas, económicas, etc. Lo grupal en un doble movimiento
teórico: el trabajo sobre sus especificidades y su articulación con las
múltiples inscripciones que lo atraviesan. Nueva manera de pensar lo uno y lo
múltiple, intentando superar la lógica del objeto discreto, abriendo la
reflexión hacia formas epistémicos pluralistas transdisciplinarias.
Proyectos de este
tipo solo pueden desplegarse si se interrogan críticamente la epistemología de
los ciencias positivas, en la cual aún se fundamentan las ciencias humanas. Tal
epistemología supone un objeto discreto autónomo reproducible, no
contradictorio y unívoco.
La aparición de
propuestas transdisciplinarias da cuenta del surgimiento de otras formas del
abordaje de la cuestión, así como la necesidad de utilizar criterios
epistemológicos pluralistas. Habla de la resistencia de ciertos procesos a su
simplificación unidisciplinaria y sugiere la oportunidad de los
desdibujamientos de individuos y sociedades. Por otro lado pone en jaque las
configuraciones hegemónicas de ciertas disciplinas reinas, tiene como una de
sus premisas más fuertes la implementación de contactos locales y no globales
entre los saberes.
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