Kraepelin, E. - Paranoia


Los delirios y las alucinaciones con frecuencia se pueden encontrar en estados psíquicos diferentes. Kraepelin sostiene que la naturaleza del delirio es de poca ayuda para el encargado de formular un diagnóstico de un síndrome mórbido. El enfermo desarrolla con tranquilidad y sin conmoverse todo un relato, que en sus trazos principales responde efectivamente a la realidad. Lo que llama la atención desde las primeras frases es el contento de sí mismo, la pedantería con que se jacta de su inteligencia y de su capacidad. Si uno les objeta a estos enfermos cuan lejos está la realidad de sus deseos ellos suelen responder con indiferencia que son demasiado brillantez para ser comprendidos. En este texto da el ejemplo del hombre de mundo que es acechado constantemente por la señora bulldog. Este hombre relataba que la señora bulldog viene persiguiéndolo hace más de veinte años con proyecto de matrimonio; y le atribuye a ella la culpa de que el vaya de fracaso en fracaso. En todas partes, comenta el paciente, nota las trapas de la señora bulldog. Ella es la encargada de que nada le salga bien al paciente (perder su fortuna, no encontrar trabajo, estar encerrado en el asilo). Vaya donde vaya ella lo encontraba. El enfermo suele escuchar con aire incrédulo de entendido todos los argumentos que se intenta oponérsele: pero estos siquiera rozan su convicción. Y permanece igualmente inquebrantable. 

Los síntomas principales de la paranoia son las ideas de persecución y la estima excesiva de su persona. Por otra parte, la comprensión la memoria y el conjunto de comportamiento son de lo más normales. A las ideas de persecución, a pesar de que estén en contradicción con todo sentido común, el enfermo no siente la necesidad de darles bases más sólidas, y las mantiene tenazmente. Estas ideas pueden existir muchos años bajo la misma forma, y todos los acontecimientos de la vida diaria son interpretados en el sentido del delirio. Ve el mundo entero a través de su delirio y las persecuciones que sufre se vuelven cada día más inverosímiles. Las alucinaciones sensoriales no tienen parte alguna en el desarrollo de su delirio. Es difícil de decir si lo que estos enfermos tienen alucinaciones o interpretaciones delirantes. Pero ocurre que frecuentemente sus ideas persecutorias se relacionan con cualquier tipo de incidentes, interpretados de modo totalmente especial. Se observa en la particular disposición a delirar de los enfermos una gran flaqueza de juicio; aún cuando se toma el profesional la labor de hacerle entender toda la absurdidad de su delirio, el paciente no llega a rendirse a la evidencia. La alta estima que tienen los pacientes de sí mismos es otra prueba de esta flaqueza de juicio: un fracaso nunca reduce sus pretensiones. No manifiestanningún trastorno en el terreno de la voluntad ni de la emotividad. Se nota cierta susceptibilidad cuando uno discute con el sujeto de sus ideas delirantes o su supuesta superioridad. El resto del tiempo encara a los acontecimientos y a la gente con la mayor naturalidad. La conducta de estos pacientes suele ser irreprochable ya que no hay negativismo, manierismo, ni impulsividad. El enfermo no tiene la sensación que obedece voces interiores, su acción esta causada por el delirio. 

Kraepelin define a la paranoia como la afección en la cual la autofilia y las ideas de persecución se desarrollan con la mayor lentitud, sin que la voluntad  o la emotividad sean transformadas. En esta enfermedad se instala un sistema que es a la vez producido por un delirio o por una manera especial de interpretarlo todo por medio del delirio. Se instala una manera particular de ver las cosas que el enfermo adapta a cada acontecimiento cuya presión le toca vivir. Su ritmo es esencialmente crónico y lento. Los pacientes comienzan por tener sospechas, las que pronto se tornan en certezas, para dar lugar, finalmente, a una inquebrantable convicción. Las ideas delirantes se injertan en hechos que son sometidos a una interpretación patológica. No se constatan jamás alucinaciones sensitivas, salvo excepcionalmente; pero de tanto en tanto se constatan errores de la memoria. Como estos enfermos no llaman demasiado la atención, su afección puede prolongarse durante largo años sin que se la perciba, y solo raramente se halla en los asilos. Por lo general, al cabo de unos diez años de comenzado el delirio aparece un relajamiento demencial bastante pronunciado. Es difícil que acepten el tratamiento en el asilo debido a la autofilia; luchan por conseguir la libertad.

En este escrito Kraepelin da el ejemplo de un sastre que tuvo un problema con un oficial de justicia que lo quiso desalojar de su local. Instantáneamente después de este episodio el enfermo comenzó querellas legales contra distintas personas que relacionaba a lo que el sintió como una injusticia. Redacta muchos reclamos largos, que contienen y repiten las mismas incoherencias. Haciendo abstracción de sus peticiones, no se nota nada anormal. Los enfermos se dan cuenta de su situación y no confunde los hechos del pasado. Cuentan sus altercados con la justicia con la mayor volubilidad y encuentran en ello cierta satisfacción. Al enfermo no le resulta embarazoso ninguna observación que se le haga; acumula detalles y detalles. Al cabo de cierto tiempo se agrega cierta tendencia a saltar de una idea a otra y a utilizar siempre los mimos giros gramaticales en sus frases. El sastre que se cita como ejemplo, culpa al abogado que lo había demandado de todas sus desgracias, aunque hacía varios años que no tenía relación: atribuye todos los contratiempos que luego se produjeron a aquella situación primera. A todos los sinsabores judiciales, estos pacientes le atribuyen un único y mismo origen. Poco a poco los pacientes incriminan a varias personas, que agrupan en una asociación que trabaja en su contra. Se trata de fenómenos reales, pero visto e interpretados de manera especial. El enfermo es absolutamente ineducable, es imposible hacerle entender nada de nada. No reconoce que se haya equivocado o que ha exagerado la importancia de los hechos. En cuanto se aborda el tema, el paciente se vuelve desconfiado; y si se lo contradice comienza a pensar que uno forma parte de sus adversarios. Algunas de las líneas que caracterizan el cuadro so: ideas de persecución, que están referidas a un punto bien determinado y que adquiere cada vez mayor extensión; ningún razonamiento sería susceptible de infringirlo. Esto habla de un delirio profundamente enraizado en el individuo psíquico, donde ha alcanzado a formar un sistema. Además existe en el paciente un indudable empobrecimiento intelectual que se traduce en la monotonía y la pobreza ideativa y sobre todo en la poca influencia que las más sensatas objeciones tienen sobre él. La memoria general de estos pacientes es fiel, pero no está intacta. En lo emocional se puede observar que su opinión de sí mismo es de lo más exagerada: se muestra como pareciendo superior, le gusta darse brillo con sus conocimientos jurídicos y, a pesar de sus continuos fracasos, espera con total confianza que su asunto termine exitosamente. Consideran que su caso es de la mayor importancia. A pesar de todos los infortunios que trae para sus seres queridos su delirio, el paciente acusa de su mala suerte a sus enemigos y a la justicia. Los reclamos se multiplican y son cada vez mayores. Se trata del hábito de encarar los hechos cotidianos a través de una interpretación delirante; el empobrecimiento mental es poco notorio en un comienzo, pero luego avanza. En su conjunto, es la misma subordinación de su conducta al delirio, en tanto que la memoria y la actividad psíquica se encuentran muy poco modificadas. Se trata de estados incurables. 

El delirio de querulancia representa una variedad ligeramente diferente de la paranoia.  La afección comienza normalmente promediando la edad media de la vida, cuando el sujeto viene de ser víctima de una injusticia a veces imaginaria o a veces seria; es en torno a esta que se desarrolla y todo el conjunto complejo y confuso de representaciones mentales y de actos delirantes. Los querulantes no son siempre querellantes: fuera del delirio se comportan como gente suave y tranquila. Representa un fenómeno degenerativo; esta hipótesis se ve confirmada por la lentitud de su desarrollo, por la cronicidad, por la incurabilidad del mal, y la escasa importancia que las influencias objetivas engendran.  

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