El hecho de que la física moderna tengo su prólogo y su epílogo en el cielo implica el abandono de la concepción clásica y medieval del cosmos (unidad cerrada de un todo, cualitativamente determinado y ordenado jerárquicamente en donde las partes que lo componen – Cielo y Tierra – están sujetas a leyes diferentes).
La física moderna, desde Galileo a Einstein, considera su ley fundamental la de inercia: un cuerpo abandonado a sí mismo permanece en su estado de movimiento o reposo tanto tiempo como no se someta a la acción de una fuerza exterior. Esto para los griegos y la Edad Media era absurdo, a pesar de que hoy parezca evidente. Estas nociones no serían tan claras y simples si no pertenecieran a un conjunto de conceptos y axiomas.
No se tienen que descubrir estas leyes, sino que se tiene que crear y construir un marco en el que sean posibles estos descubrimientos.
El libro de la naturaleza está escrito en caracteres geométricos” (Galileo Galilei)
Es paradójico su intento de sustituir el mundo real de lo cotidiano, por el geométrico, explicar lo real por lo imposible.
El sentido común es y ha sido siempre, medieval y aristotélico.
La física de Aristóteles se basa en la percepción sensible, por lo que es anti-matemática, se niega a sustituir por una abstracción geométrica hechos cualitativamente determinados por la experiencia y el sentido común. Tampoco admite la posibilidad de identificar el espacio concreto de su cosmos finito con el de la geometría, ni de aislar un cuerpo dado de su entorno físico.
Aristóteles y Tolomeo afirman que si la Tierra se moviera, este movimiento afectaría a los fenómenos que se desarrollan en la superficie:
a) La velocidad de este movimiento rotativo desarrollaría una fuerza centrífuga que lanzaría lejos los cuerpos que no estén unidos a ésta.
b) Este movimiento obligaría a los cuerpos no ligados a la Tierra lanzados al espacio a quedarse atrás.
Para destruir esta concepción hay que cambiar todo el sistema y crear una nueva definición de movimiento, el concepto de Galileo.
Copérnico argumenta su teoría de una forma bastante débil: dice que estas consecuencias deducidas por los Aristotélicos tendrían valor en caso de que el movimiento de la Tierra fuera violento. Sin embargo estos argumentos aplican a las leyes de la mecánica celeste a los fenómenos terrestres y abandona la vieja división del cosmos.
Bruno descubrió que la nueva astronomía debía sustituir la concepción de un mundo cerrado y finito por la de un universo abierto e infinito, abandonando la noción de lugares o movimientos naturales o violentos.
Para Kepler inercia significa la resistencia que los cuerpos oponen al movimiento y no como Newton, para el cual era del estado de reposo al de movimiento y viceversa.
Kepler rechaza la comparación del movimiento de la Tierra con el del navío porque dice que la Tierra atrae magnéticamente los cuerpos que transporta, el navío no.
Galileo sabe a lo que se enfrenta: autoridad, tradición y sobre todo, sentido común.
Es inútil explicar la diferencia entre velocidad lineal y de rotación, a quienes no están acostumbrados a pensar matemáticamente.
Es el pensamiento puro y no la experiencia sensible el que está en la base de la “nueva ciencia” de Galileo Galilei. La teoría precede al hecho. La experiencia es inútil porque antes de la experiencia poseemos todo el conocimiento que buscamos. Las leyes del comportamiento espacio-temporal son leyes matemáticas que no las encontramos en la naturaleza sino en nosotros mismos, en nuestra inteligencia.
Si se considera a la matemática una ciencia auxiliar porque trata de abstracciones y a la física una fundamental porque se basa en hechos de la experiencia, se es aristotélico. Si se le atribuye a las matemáticas un valor supremo y una posición clave en el estudio de las cosas de la naturaleza se es platónico.
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