Existe una endeblez y vacuidad de gran
parte del material que se ven obligados a admitir como hechos genuinos.
Hay grupos de estudiosos en estado de
lucha. El más decidido es el de la Psicología animal y comparada.
Un grupo menos combativo, pero no menos
convencido ni consciente de la integridad de su ciencia, lo constituyen los
psicólogos experimentales, descendientes más o menos directos del primer
verdadero laboratorio psicológico del mundo. Para quienes el verdadero cometido
de la psicología consiste en el examen de la conciencia.
Ambos grupos miran con desconfianza a un
tercero: quienes se dedican al examen [testing] y medición de los rasgos psíquicos. Abundancia de datos
cuantitativos. Tarea de medir la inteligencia y otros rasgos mentales
complejos. Apenas distinto de él: la Psicología aplicada: los que encaran los
problemas del comercio y de la industria. También a este grupo pertenecen los
psicólogos clínicos, intentando una mejor comprensión de las personas bajo su
cuidado, tratan de ayudarlas a adaptarse a la vida de relación. En la psicología
aplicada están también los psicólogos educacionales.
Ninguno ha dejado de cuestionar el alcance
y la validez de la obra de los grupos
restantes. Llegan incluso a problematizar la validez de la obra de otros
estudiosos del mismo grupo.
Resulta beneficioso para la nueva ciencia
psicológica, lo que de este proceso emerge como hecho comprobado, abriéndose
paso entre la oposición de una crítica sincera, combativa y persistente, ha de
llevar en su interior esa fuerza que hace que un hecho sea un hecho.
Los grupos antagónicos son infaliblemente
laboriosos.
En los pocos años de su existencia, la
psicología no sólo ha adquirido pujanza, sino, también ese escepticismo que
para una ciencia constituye el comienzo de su saber. Sabe cuán precario es su
material fáctico; ese que en gran medida hace a una ciencia.
La psicología no ha caído porque sí en las
tendencias intelectualistas. Se ha visto acicateada por tres de los más
poderosos estimulantes del pensar: conocimiento creciente, interés profundo y
duda persistente.
El conocimiento suele estimular al pensar,
siempre que se dé en la cantidad necesaria, ni demasiado, ni demasiado poco.
No es que el conocimiento cese cuando
alcanza los límites del conocimiento. Mediante la creación acrecienta el saber
y tiende a completar de algún modo la imagen imperfecta. Un aprendizaje escaso
es peligroso porque activa el pensamiento creador, y éste, aun cuando pueda a
veces conducir a la verdad, conduce a otras falacias ridículas o peligrosas.
El pensamiento no concierne sólo al intelecto,
también al interés.
Sólo pensamos qué vamos a hacer cuando
algo se interpone en nuestros viejos hábitos o cuando descubrimos que ya no
sirven. Entonces dudamos y la duda es indicio de la necesidad de realizar una
nueva adaptación. En las adaptaciones humanas a menudo está implícito el
pensamiento.
Los sistemas de psicología deben
considerarse producto de las criaturas vivientes que trabajan en medio de
dudas, de preocupaciones y de conocimientos incompletos a fin de lograr una
mejor adaptación a las circunstancias especiales que las rodean. La naturaleza,
función y limitaciones de estos sistemas son consecuencia de esta manera de concebirlos.
No deben ser considerados como
construcciones enteramente imparciales e indiferentes, sólo determinadas por la
lógica y la evidencia. No hay que examinar los sistemas con independencia de
las circunstancias particulares que les dieron origen. El origen más común de
un sistema es la disconformidad con otro más antiguo.
A menudo se ha logrado un verdadero progreso
científico mediante la admisión de respuestas erróneas, parciales o inseguras,
sobre la base de los datos disponibles, y corrigiendo esas respuestas conforme
aumentaban los datos. La psicología respondía a sus problemas creando sistemas,
cada uno de los cuales representaba para sus adeptos una anticipación de la
verdad y un programa de ación [algo con
qué y para qué trabajar]. Un sistema de psicología es no sólo un principio de
actividad, sino, también, un principio de
moral.
No han de considerarse los sistemas de
psicología como enunciaciones de un saber científico, sino como instrumentos
mediante los cuales éste se obtiene.
El pensamiento que no pierde contacto con
el hecho desnudo y activo, es pensamiento científico, el que no obra de esta
manera es "mera especulación".
Por ahora, la psicología no posee hechos
suficientes con los que pueda probar sus sistemas. Mientras su necesidad de
hechos le hace desmerecer la especulación, su falta de hechos le hace acudir a
ella.
Un sistema puede cumplir su función
reconociéndose en parte acertado y en parte desacertado. Los mismos errores de
un sistema pueden servir a la ciencia denunciando equivocaciones que no deben
repetirse. Los sistemas dan forma, rigor y dirección a una empresa que sin
ellos sería vaga y sin objeto. Despiertan interés por la aventura, pues la
ciencia no vive sólo de hechos ni siquiera de hechos e hipótesis
exclusivamente.
De aquí no ha de inferirse que dicha
desmedida acentuación sea perjudicial. Por el contrario, orienta la atención
hacia importantes conclusiones, estimula la crítica y ha de ser contrarrestada
por una exageración en sentido opuesto en otros lugares y en otras épocas. Pues
la ciencia es una basta empresa social, en la cual, las más valiosas contribuciones
de un individuo acaso estén representadas por sus más brillantes errores.
Desde este punto de vista se considerarán a los sistemas de psicología
en función de su positiva influencia sobre el desenvolvimiento de la ciencia
psicológica, como modos y medios de lograr ese conocimiento; como etapas, si
bien necesarias, transitorias en el desarrollo de una ciencia; como creaciones
de estudiosos que, en una empresa confusa y en ocaciones desalentadora, no sólo
deben mantener su equilibrio, sino también su vigor.
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