Aguinis, M. - El psicoanálisis y la fascinación positivista


Era necesario salir del guitarreo pseudocientífico y pasar a una concepción naturalista de las cosas. Por eso, el positivismo es naturalista y después se hace psicológico [una psicología experimental.

Con Fechner y Wundt, era una psicología sin alma. Algo faltaba, el ser humano quedaba reducido a una máquina.
En la psicología mecanicista no existe el conflicto ni la dialéctica. El cerebro es la sede de todo el psiquismo, y la psicología positivista se dedicó al cerebro y nada más que al cerebro.
Una regla de la fisiología enseñaba  "a especializaciones funcionales distintas corresponden localizaciones anatómicas  particulares.
Freud tiene el mérito de haber hecho su descubrimiento, no sólo en una Viena prejuiciosa, mediocre y cerrada, sino en un clima donde lo mecánico y orgánico era lo único que merecía el nombre de científico. Tuvo que pasar por una etapa de transición, donde se esforzó por explicar en términos positivistas un nuevo campo que los excedía.
Debemos reconocer el gran avance que significó el positivismo, pero fue una especie de infancia de la ciencia.
En positivismo limitaba el desarrollo de los conocimientos porque atendía exclusivamente a lo verificable.
El famoso método inductivo puede llevar a equivocaciones.
La concepción que predomina en el ambiente no psicoanalítico es que todo el psiquismo está concentrado en el cerebro.
El hecho de que tengamos modificaciones físico-químicas, no sólo con una enfermedad sino con cada una de nuestras emociones, es algo indiscutible y obvio. `
Síntoma significa coincidencia en griego. Coincidencia de una patología con una expresión. Sería el lenguaje de la enfermedad.
Pero para el psicoanálisis el síntoma no es sólo coincidencia. Es expresión, pero de un conflicto entre un par de fuerzas que luchan y no se ponen de acuerdo, y por último logran una formación transaccional que es el síntoma. El síntoma vendría a ser lo que puede salir, lo que puede expresarse. Pero está formado por dos fuerzas.
Toda en enfermedad, todo sufrimiento, era obra del demonio. El mal viene de afuera, se introduce en el cuerpo y genera una denuncia que es el síntoma.
En la primera etapa del psicoanálisis, cuando se privilegiaba a la catarsis, lo esencial era también sacar algo malo de adentro.
Hoy, es el microbio lo que invade. Mientras más microbios se maten, mejor. Olvidan que muchos microbios nos ayudan a vivir.
En el terreno psicológico se creyó durante mucho tiempo que individuo estaba loco, lo había penetrado un demonio y había que sacárselo. Se recurría a la catarsis, una bisagra con la concepción antigua.
La cura de la enfermedad no es sacarse un mal, sino resolver un conflicto. La patología, en el sentido del sufrimiento, es la solución neurótica que una parte del paciente defiende con energía, y por eso ni él, aunque disponga de toda la voluntad, ni sus buenos amigos se la podrán corregir.
La fascinación positivista hacía creer que las enfermedades psíquicas eran producto de un mal funcionamiento del cerebro.
El cerebro era considerado una máquina compleja. Era necesario sacarle piezas, corregir otras, para potenciar las restantes.
El sepulturero de la psicocirugía fue la psicofarmacología. Invadió el arte de curar y produjo un entusiasmo infantil.
La crítica al positivismo no entraña una oposición al avance de la tecnología. Los psicofámacos constituyen un aporte muy valioso, aunque deben prescribirse con responsabilidad.
La cuarta herida narcicista: Es la herida a nuestra omnipotencia: creer que podemos saber todo lo que se refiere al hombre y, en consecuencia, llegar a fabricar otro hombre.
Ni siquiera tenemos acceso total a la realidad objetiva. Nos acercamos, pero nos supera otra realidad tremendamente poderosa: la realidad psíquica.
Cuando el positivismo construyó la psicología experimental, la dejó limitada a lo sensorial y a lo que se puede verificar. Pero también existe un margen de error en los aparatos y en el experimentador. Además, con cada nuevo descubrimiento ensanchamos nuestra ignorancia, se multiplican los interrogantes y las oscuridades. La ciencia corrige incesantemente lo ya adquirido.
El psicoanálisis aparece como descubrimiento se refiere a  cosas insignificantes o indeseables para la ideología positivista.
Ocuparse únicamente de lo manifiesto es someterse a engaños y aceptar que todo lo que brilla es oro. Esa es la limitación positivista.
Para un psicoanalista no es clara la separación entre salud y enfermedad. El hombre es una unidad que está dentro de otra gran unidad que es su ambiente.
La salud es un estado de equilibrio, pero la enfermedad, es otro estado de equilibrio. La función terapéutica sería obligar al individuo, que para el médico está enfermo, a pasar al estado de salud. La salud no produce sufrimientos, o éstos son tolerables.
Muchas veces ignoramos que sufrimos, que hay una pulsión de muerte que actúa constantemente, la pulsión de muerte, que nos lleva hacia el fin. Pero también existe la pulsión de vida, porque tenemos que obstinarnos a morir. Ésta última no siempre es muy intensa.
Si tenemos en cuenta ésto, y que el psiquismo integra una unidad con el cuerpo, ya no podemos aceptar que la psicología debe limitarse al cerebro y la terapéutica a intercambiar piezas anatómicas o químicas.
El psicofármaco aplasta al síntoma, es mala medicina, es no entender al ser humano y su lenguaje.
Resumen
El positivismo vino a representar una etapa necesaria y extremista que liquidó al charlatanismo.
Ordenó: pongámonos a investigar y a verificar.
Pero quedó limitada y se reducía únicamente a lo que el ojo o el oído podían captar.
El psicoanálisis avanzó hacia otra realidad, inmensa, fértil y determinante: la realidad psíquica y sus propias leyes.

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