Freud, S. - La interpretación de los sueños

Psicología de los sueños oníricos. 
En circunstancias en las cuales hubiese sido natural despertarse se producen sueños.
Es imposible esclarecer totalmente el sueño como proceso psíquico. La más minuciosa investigación del sueño [o de otra función aislada] no es suficiente para una deducción sobre la construcción y funcionamiento del instrumento anímico, se necesita de la comparación de funciones.

A] EL OLVIDO DE LOS SUEÑOS
Nuestra memoria es incapaz para la conservación completa y fiel del sueño. Deformamos el sueño al intentar reproducirlo, esto es la elaboración secundaria del sueño por la instancia del pensamiento normal [es parte de la elaboración por la que pasan regularmente las ideas latentes a consecuencia de la censura]. Las modificaciones que experimenta al ser recordado y transformado en palabras no es arbitraria. Cuando una serie de ideas deja indeterminado un elemento, hay otra que lo determina. Dichas modificaciones se hallan asociativamente enlazadas con el contenido, al que sustituyen, y nos muestran el camino que conduce a este contenido [que puede, a su vez, ser sustitución de otro].
La duda de la reproducción exacta del sueño o de datos aislados del mismo es una derivación de la resistencia que se opone al acceso de las ideas latentes a la conciencia [resistencia que no queda siempre agotada con los desplazamientos y sustituciones y recae en forma de duda sobre lo que ha dejado pasar].
Cuando un elemento del sueño, ya borroso de por sí, se muestra, además, atacado por la duda, esto es una indicación de que constituye un derivado directo de una de las ideas latentes proscritas.
La duda es un elemento de la resistencia psíquica.
Todo aquello que dificulta la continuación de la labor analítica es una resistencia.
El sueño se nos va olvidando paulatinamente a partir del momento en que despertamos. Todo aquello que el olvido ha suprimido del contenido manifiesto puede ser reconstruido, con frecuencia, en el análisis. El olvido es, en su mayor parte, efecto de la resistencia (la que es creada por la represión).
Los sueños no son objeto de un olvido mayor, ni menor del que recae sobre los demás actos psíquicos, y su adherencia a la memoria equivale a la de las demás funciones anímicas.
La interpretación de sueños antiguos tropieza con menores dificultades  que la emprendida a los recién soñados.
La interpretación de un sueño no se consigue siempre de primer momento. No se debe considerar como terminada una completa interpretación, que se muestre coherente, llena de sentido y explique todos los elementos del contenido manifiesto.
No todo sueño puede obtener una interpretación, aquellos poderes psíquicos de los que depende la deformación actúan en contra de la labor interpretadora.
Toda una serie de sueños que se suceden reposan con frecuencia sobre los mismos fundamentos, y deben ser sometidos conjuntamente a la interpretación. Los sueños diferentes de una misma noche deben ser considerados como una totalidad.
Ombligo del sueño: punto ligado a lo desconocido. Las ideas latentes no llegan nunca a un límite y tenemos que dejarlas perderse en el tejido reticular de nuestro mundo intelectual.
El sueño no se hubiese formado si la resistencia hubiera regido durante la noche como en la vigilia [diferente funcionamiento de las fuerzas psíquicas]. No desaparece por completo, la deformación impuesta depende de ella]. Al despertar halla todas sus energías y vuelve a suprimir aquello que tuvo que aceptar cuando se encontraba debilitada [olvido].
El estado de reposo hace posible la formación de los sueños disminuyendo la censura endopsíquica.
La presión de la censura es la base real del predominio de las asociaciones superficiales, las que sustituyen a las profundas porque la censura cierra los caminos normales de enlace.
La censura se dirige únicamente contra la conexión de dos ideas, que se separan con el fin de eludir sus efectos y pasan sucesivamente a la conciencia, quedando oculta su conexión y apareciendo entre ambas un enlace superficial que surge desde otro ángulo del complejo de representaciones, distinto de aquel del que parte la conexión reprimida. La forma en que generalmente aparecen es absurda.
La representación final de la que el paciente no sospecha es la referente al analista.
En la interpretación se sigue un camino que va desde el contenido manifiesto a las ideas latentes [la elaboración sigue el camino contrario y no es verosímil que estos caminos sean transitables en el sentido contrario]. En la vigilia surgen asociaciones de ideas que van a encontrarse con las ideas intermedias y las ideas latentes en diferentes lugares. La mayor intensidad de la resistencia durante la vigilia impone, probablemente, nuevos y más lejanos rodeos. El número y la naturaleza de las ideas colaterales que tejemos durante el día, carece de importancia psicológica, con tal de que nos lleven a las ideas latentes buscadas.

B] LA REGRESIÓN
Sueño: acto psíquico importante y completo, su fuerza impulsora es un deseo por realizarse; su aspecto, en el que nos es imposible reconocer tal deseo, y sus singularidades y absurdidades, proceden de la censura psíquica que ha actuado sobre él en su formación. En su formación ha colaborado la necesidad de condensar el material psíquico para que pueda ser representado en imágenes sensoriales, y además [aunque no regularmente] el cuidado de que el producto onírico presente un aspecto inteligible.
Es una reflexión que se introduce como una situación presente y percibida por los sentidos como un suceso de la vigilia. Una idea, casi siempre la que entraña el deseo, queda objetivada en el sueño, y se presenta en forma de escena vivida.
Hay, además, en todo sueño, algo externo, elementos pensados o sabidos como en vigilia.
Comparación del  aparato psíquico con un microscopio:
La localidad psíquica sería un lugar situado en el interior de este aparato, serían lugares ideales, sin elementos concretos.
Los elementos serían las "instancias o sistemas" [con una orientación constante, en el telescopio, uno detrás de otro]. En determinados actos psíquicos, la excitación recorre los sistemas conforme a una sucesión  temporal determinada, orden que puede ser modificado en otros procesos.
Los componentes del aparato son "sistemas. psi". Este aparato posee una dirección. Toda nuestra actividad psíquica parte de estímulos [internos o externos] y termina en inervaciones.  Tiene un extremo sensible y otro motor.
El extremo sensible recibe las percepciones.
El extremo motor abre las esclusas de la motilidad.
En general, el acto psíquico se desarrolla, desde el primero hasta el segundo.
Las percepciones dejan en nuestro aparato psíquico "huellas mnémicas", cuya función es la memoria, y consisten en modificaciones permanentes de los elementos del sistema.
Los estímulos de percepción son acogidos por un sistema anterior que no conserva nada de ellos, el cual carece memoria. Detrás de éste hay otro sistema que transforma la excitación momentánea en huellas duraderas.
De las percepciones perdura algo más que su contenido. Estas están enlazadas entre sí en la memoria [conforme sobre todo a su coincidencia en el tiempo]: asociación. Los sistemas mnémicos constituyen la base de la asociación, que consistirá en, siguiendo la menor resistencia, se propagará la excitación de un elemento Hm a un segundo elemento. En cada uno de los sistemas Hm hay una fijación distinta de la excitación propagada por los elementos P. En los sistemas Hm más alejados a éste último, quedará ordenado el mismo material según otros distintos órdenes de coincidencia.
El sistema P aporta a nuestra conciencia toda la variedad de las cualidades sensibles.
"Nuestros recuerdos" son inconcientes en sí. Pueden devenir concientes, pero despliegan todos sus efectos en estado inconciente. Cuando se hacen concientes, no muestran cualidad sensible, o es muy pequeña, en comparación con las percepciones.
Nuestro carácter reposa sobre las Hms. de nuestras impresiones [aquellas que han actuado más intensamente sobre nosotros].
Dos instancias psíquicas: una somete a crítica a la otra, crítica de la que resulta la exclusión de esta última de la conciencia. La instancia crítica mantiene relaciones más íntimas con la conciencia que la criticada, hallándose entre ésta y la conciencia, a modo de pantalla. La instancia crítica dirige nuestra vida despierta y decide sobre nuestra actividad voluntaria y conciente.

El sistema crítico queda situado en el extremo motor: Preconciente [sus procesos de excitación pueden pasar directamente a la conciencia si se cumplen determinadas condiciones], posee la llave a la motilidad voluntaria. Detrás del Preconciente se encuentra el Inconciente que se comunica con la conciencia a través del preconciente, sistema que le impone al proceso de excitación, determinadas transformaciones [En un esquema lineal, el sistema siguiente al preconciente es la conciencia: P=C]
El estímulo de la formación del sueño lo hallamos en el Inconciente, pero esta formación se halla forzada a enlazarse con las ideas latentes que pertenecen al sistema preconciente. La fuerza impulsora del sueño es proporcionada por el sistema inconciente. Este estímulo onírico exteriorizará [como los demás productos mentales] la tendencia a propagarse al sistema preconciente y pasar de éste al conciente. Durante el día aparece desplazado por la censura de la resistencia, y para las ideas latentes el acceso a la conciencia. El relajamiento de la censura entre lo preconciente y lo inconciente puede explicarnos los productos exentos de imágenes sensoriales.
La regresión es una de las más importantes peculiaridades del fenómeno onírico, pero no es únicamente de los sueños, también el recordar voluntario, la reflexión y otros procesos parciales de nuestro pensamiento corresponden a un retroceso dentro del aparato psíquico. Pero en la vigilia no va nunca más allá de las imágenes mnémicas, y no llega a reavivar las imágenes de percepción, convirtiéndolas en alucinaciones.
La elaboración onírica es la transmutación de todos los valores psíquicos, despoja de su intensidad a unas representaciones para transferirla a otras. Esta modificación del proceso psíquico acostumbrado es la que hace posible cargar al sistema de las P hasta la total vitalidad en dirección inversa, partiendo de las ideas.
La regresión se produce cuando la representación queda transformada, en el sueño, en aquella imagen sensible de la que nació. Las relaciones intelectuales de las ideas latentes no se hallan contenidas en los primeros sistemas Hm, sino en otros anteriores a ellos, y tienen que perder su expresión en el proceso regresivo hasta las imágenes de percepción. "La regresión descompone en su material bruto el ajuste de las ideas latentes". Resulta posible esta regresión porque se producen modificaciones en las cargas de energía de cada una de los sistemas.
 Durante el día existe una corriente continua desde el sistema psi de las P hasta la motilidad [que cesa por la noche y no presenta obstáculo para la regresión de la excitación].
El sueño como sustitución de la escena infantil, que fue modificada por su transferencia a lo reciente: ésta no puede conseguir su renovación real y retorna como sueño. Muchas veces deseos del sueño aparecen derivados de sucesos infantiles o de fantasías basadas en ellos.
La transformación de las ideas en imágenes puede ser consecuencia de la atracción que el recuerdo, representado visualmente, y que tiende a resucitar, ejerce sobre las ideas privadas de conciencia, que aspiran a hallar una expresión.
La regresión es un efecto de la resistencia que se opone al avance de la idea hasta la conciencia por el camino normal, y de la atracción simultánea que los recuerdos sensoriales dados ejercen sobre ella.
La represión de una idea es llevada a cabo por la acción conjunta de dos factores que actúan sobre ella: por un lado es rechazada [censura de lo conciente] y por el otro atraída [lo inconciente].
El proceso de la transferencia de energía habrá de ser [en procesos patológicos como el sueño] muy distinto del que se desarrolla en las regresiones de la vida anímica normal, ya que en los primeros, hay una carga alucinatoria de los sistemas de la percepción.
Tres clases de regresión:
a] Una regresión tópica: en el sentido de los sistemas psi.
b] Una regresión temporal: retorno a formaciones psíquicas anteriores
c] Una regresión formal: cuando las formas de expresión y representación acostumbradas quedan sustituidas por formas correspondientes primitivas.
Las tres son en el fondo una misma cosa y coinciden en la mayoría de los casos.
El acto de soñar es en sí una regresión a las más tempranas circunstancias del soñador, una resurrección de la infancia, con todos sus impulsos instintivos y sus formas expresivas.

C] LA REALIZACIÓN DE DESEOS
Supone una contradicción a la teoría de Freud la existencia de sueños de angustia.
El sueño entraña un sentido, un valor y una realización de deseos. El deseo insatisfecho en el día no basta para la formación de un sueño en el adulto. Éste puede contribuir, pero es necesariamente robustecido por otros factores que proceden de lo inconciente. El deseo conciente sólo se constituye en estímulo del sueño cuando consigue despertar un deseo inconciente de efecto paralelo con el que reforzar su energía. Tales deseos inconcientes se hallan siempre en actividad y dispuestos a conseguir una expresión en cuanto se les ofrece ocasión para aliarse con un sentimiento procedente de lo conciente y transferirle su mayor intensidad.
Los deseos reprimidos son de origen infantil. El deseo representado en el sueño tiene que ser un deseo infantil. En los adultos proceden de lo inconciente. En los niños en quienes no existe la censura, y la separación entre el Preconciente y el Inconciente, o en los que empieza a establecerse poco a poco, el deseo es un deseo insatisfecho, pero no reprimido de la vida despierta.
Estímulos psíquicos que proceden de la vida despierta y no tienen el carácter de deseos:
* Los problemas no resueltos
* La multiplicidad de impresiones diversas
* Las preocupaciones que nos atormentan
Continúan la actividad mental durante el reposo y mantienen el desarrollo de procesos anímicos en el sistema preconciente.
1] Procesos que durante el día no han podido llegar a tiempo, por haber quedado interrumpidos a causa de una circunstancia cualquiera.
2] Lo que ha permanecido interrumpido por paralización de nuestra energía mental.
3] Aquello que hemos rechazado y reprimido durante el día.
4] Aquello que la labor diurna de lo preconciente ha estimulado en nuestro inconciente [el más importante].
5] Impresiones diurnas indiferentes e inderivadas.
Las intensidades psíquicas que los restos diurnos introducen en el estado de reposo constituyen excitaciones que luchan por alcanzar una expresión durante la noche. Mientras tenemos conciencia de nuestros estados mentales no podemos conciliar el reposo. Hay modificaciones de las cargas en el sistema preconciente, pero no en el sistema inconciente [a no ser secundarias]. La excitación nocturna desarrollada en el Preconciente no encuentra otro camino que el seguido por las excitaciones optativas procedentes del Inconciente y tiene que buscar refuerzo en este último y dar los rodeos de las excitaciones inconcientes.
Los restos diurnos preconcientes penetran en gran número en el sueño, utilizan su contenido manifiesto para imponerse a la conciencia también durante la noche, llegando incluso a dominar el contenido del sueño y a obligarle a continuar la labor diurna. Los restos diurnos pueden tener el carácter deseos.
Cuando el sueño encuentra en las ideas latentes un material de naturaleza opuesta a la realización de deseos [cuando entrañan una preocupación, una reflexión dolorosa o un conocimiento penoso]:
a] La elaboración consigue sustituir todas las representaciones displacientes por representaciones contrarias y reprimir los efectos displacientes que a las primeras corresponden; resulta así un sueño de satisfacción, una franca realización de deseos.
b] Las representaciones penosas pasan más o menos transformadas, pero bien reconocibles, al contenido manifiesto. Tales sueños de contenido penoso pueden causar indiferencia en el sujeto, traer efectos displacientes o provocar la interrupción del reposo por la angustia.
También estos últimos son realizaciones de deseos, que son inconcientes y reprimidos, cuya satisfacción habría de ser sentida con displacer por el yo, ha aprovechado la ocasión que le es ofrecida por la carga psíquica de los restos diurnos penosos y le ha prestado su apoyo, haciéndolos susceptibles de provocar un sueño.
En el caso "b" surge la discordia entre lo conciente y lo inconciente [lo reprimido y el yo]. La satisfacción producida por la realización del deseo reprimido puede ser tan grande, que equilibre todos los afectos penosos correspondientes a los restos diurnos [el matiz afectivo indiferente, es por un lado la realización de un deseo y por otro la realización de algo temido]. También puede suceder que el yo tome una parte mayor en la formación del sueño y reaccione con indignación contra la satisfacción lograda por deseo reprimido, lo que provoca afectos displacientes y puede llegar  a poner fin al sueño, interrumpiendo el reposo con el desarrollo de la angustia.
Los sueños de angustia pueden ser también punitivos, en ellos queda realizado un deseo inconciente. Es un castigo del soñador por un deseo ilícito reprimido. En estos casos tiene una amplia participación el yo, antítesis con lo reprimido. Éstos no se hallan generalmente enlazados a la condición de la existencia de restos diurnos penosos. Surgen con mayor facilidad en circunstancias  en las que los restos diurnos son satisfactorios, pero expresan satisfacciones ilícitas. Su carácter esencial sería que en ellos no es el deseo inconciente procedente de lo reprimido [del sistema inconciente] el que se constituye en formador del sueño, sino que el deseo reacciona a él, procedente del yo aunque también inconciente [preconciente].
Algunas veces se reúnen ambos caracteres: la labor diurna provoca un deseo inconciente, y ésta crea entonces el sueño. También puede haber sueños mantenidos por más de un deseo. En la mayoría de los sueños hallamos un centro que posee una especial intensidad sensorial, que constituye regularmente la representación directa de la realización de deseos, pues cuando deshacemos los desplazamientos de la elaboración hallamos sustituida la intensidad psíquica de los elementos de las ideas latentes por la intensidad sensorial de los elementos del contenido manifiesto.
Todo sueño revela una conexión con una impresión diurna reciente y a veces indiferente. La representación inconciente es incapaz, como tal, de llegar a lo preconciente. Lo único que puede hacer es exteriorizar en él un efecto, enlazándose con una representación preconciente no censurable, a la que transfiere su intensidad y detrás de la cual se oculta: transferencia. No consienten en servir de encubrimiento a una representación reprimida aquellas otras representaciones preconcientes o concientes que han atraído sobre sí la atención activa de lo preconciente. Se enlazará con impresiones y representaciones que han quedado desatendidas, o aquellas de las que la atención quedó retirada a causa de haber sido condenadas y rechazadas. Aquellas representaciones que han constituido ya una íntima relación en un sentido, parecen rechazar nuevas conexiones. Elementos triviales [restos diurnos]: nada tienen que temer por parte de la censura de la resistencia [los recientes, no han tenido tiempo de establecer conexiones, y los indiferentes, no han ofrecido ocasión de hacerlas]. Los restos diurnos toman de lo inconciente la fuerza impulsora de lo reprimido y le ofrecen el objeto de la transferencia. Su actuación es perturbadora, en cambio la del sueño es protectora.
El aparato psíquico, para llegar a su estado actual ha tenido que pasar por una evolución. En el estado anterior de su capacidad funcional el aparato aspiró primeramente a mantenerse libre de estímulos en lo posible. Era un aparato de reflexión que derivaba en el acto por los caminos motores las excitaciones sensibles que le llegaban. Las condiciones de la vida vinieron a perturbar esta sencilla función. Los primeros estímulos que le llegaron fueron los correspondientes a las necesidades físicas. La excitación provocada por la necesidad interna buscará una desviación en la motilidad, desviación que podremos calificar de modificación interna o de expresión de las emociones. El niño hambriento grita y patalea, pero esto no modifica la situación, ya que la necesidad es una energía de efecto continuado. La situación cambiará cuando por un medio cualquiera [en el caso del niño, por auxilio ajeno] se llega al conocimiento de la experiencia de satisfacción, que suprime la excitación interior. La aparición de cierta percepción [el alimento], cuya imagen mnémica queda asociada con la huella mnémica de la excitación emanada de la necesidad. En cuanto resurja la necesidad, surgirá también [por la relación establecida] un impulso psíquico que cargará de nuevo la imagen mnémica de dicha percepción y provocará nuevamente ésta última [tenderá a reconstruir la situación de la primera satisfacción]. Tal impulso es un deseo. La reaparición de la percepción es la realización del deseo, y la carga psíquica completa de la percepción, por la excitación emanada de la necesidad, es el camino más corto para llegar a dicha realización. En un estado primitivo del aparato psíquico el deseo terminaría en una alucinación. Esta primera actividad psíquica tiende a una identidad de percepción, o sea a la repetición de aquella percepción que se halla enlazada con la satisfacción de la necesidad.
El establecimiento de la identidad de percepción no tiene, en otro lugar, la consecuencia que aparece enlazada desde el exterior con la carga de la misma percepción. La satisfacción no se verifica y la necesidad perdura. Será necesario detener la regresión de manera que no vaya más allá de la huella mnémica y pueda buscar, partiendo de ella, otros caminos que la conduzcan al establecimiento de la identidad deseada en el mundo exterior. Esta coerción y la derivación consiguiente de la excitación constituyen la labor de un segundo sistema, que domina la motilidad voluntaria; un sistema en cuya función se agrega ahora el empleo de la motilidad para fines antes recordados.
Realizando sus deseos por un breve camino regresivo, nos conserva el sueño una muestra del funcionamiento abandonado luego por inadecuado al fin. El soñar es una parte de la vida anímica infantil superada.
En la censura entre Inconciente y Preconciente tenemos que reconocer la instancia que vela por nuestra salud mental. Cuando este guardián crítico se entrega al reposo cierra la puerta que conduce a la motilidad. Cualesquiera que sean los impulsos del Inconciente que surjan ahora a escena, podemos permitirles esa libertad, pues siéndoles imposible poner en movimiento el aparato motor, único que podría influir de una manera modificadora sobre el mundo exterior, resultarán completamente inofensivos.
El sueño es siempre una realización de deseos, por ser una función del sistema Inconciente, el cual no tiene otro fin que la realización de deseos y no dispone de fuerzas distintas de los impulsos optativos.
También los síntomas tienen que ser considerados como realizaciones de deseos de lo inconciente.
La determinación que no procede de lo inconciente es siempre un proceso de reacción contra el deseo inconciente, por ejemplo, un autocastigo. El síntoma histérico nace cuando dos realizaciones de deseos, contrarias y procedentes cada una de un sistema psíquico distinto, pueden coincidir en una expresión.
El deseo de continuar durmiendo presta su ayuda en todos los sueños al deseo inconciente. Durante todo el estado de reposo sabemos tan seguramente que soñamos como que dormimos.


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