La Sociedad del Cansancio - Byung-Chul Han

El siglo XX fue el del paradigma inmunológico, de la distinción entre el adentro y el afuera, entre el yo y el extraño. Un siglo caracterizado por la Guerra Fría, la noción del enemigo externo donde el extraño aparecía como objeto de ataque aun cuando no resultase peligroso, simplemente por ser otro.

En cambio el siglo XXI es el de las enfermedades neuronales, TDA, depresión, bipolaridad, etc. A diferencia del paradigma inmunológico, el problema no está en la negatividad del otro viral, sino en la positividad de lo propio.

Hoy ha cambiado el paradigma motivado por la desaparición de la otredad, ya que mientras que el otro genera una reacción "inmunitaria" en nuestro tiempo eso no sucede. Hoy es tiempo de hibridaciones y promiscuidades y la globalización no se corresponde al paradigma inmunológico ya que generaría vallas y límites que lo global rechaza.

Mientras la defensa inmunológica radica en negar la negatividad de lo otro, tal como actúa la inmunización por medio de una vacuna donde una pequeña porción de lo otro despierta la negación preventiva, en cambio las enfermedades neuronales del siglo XXI surgen del exceso de positividad no sólo de la extraño sino también de lo idéntico porque frente a lo idéntico tampoco se levantan barreras.

La positividad requiere el exceso de lo igual para generar la patología.

Agotamiento, fatiga, ahogo, no son reacciones inmunológicas sino neuronales.

Vivimos el tiempo de la disuasión, de la pacificación, del consenso, de la hiperproducción, de la comunicación, del control, la violencia de la positividad, mucho menos detectable que la evidente violencia viral, habita en el espacio vacío que dejó lo negativo, el espacio no ocupado entre amigo / enemigo, adentro / afuera, propio / extraño.

Las nuevas formas de violencia son inmanentes al sistema, por eso no se reconocen como extrañas ni generan reacción inmunológica. La violencia de la positividad es aditiva, suma, satura, y se vuelve imperceptible, natural.

Más Allá de la Sociedad Disciplinaria

La vieja sociedad disciplinaria caracterizada por los hospitales, las cárceles, los cuarteles y las fábricas se ha convertido en una sociedad de torres, shoppings y gimnasios. Ha dejado de ser una sociedad de control por la vigilancia, para convertirse en una sociedad de control por el rendimiento, sujetos ya no obedientes sino emprendedores.

Incluso el término Sociedad de Control queda corto para nuestra realidad, ya que control supone la existencia de rasgos de negatividad, de alguien que controla.

Aquella sociedad disciplinaria era una sociedad de la negatividad, su factor dialéctico sustancial eran no-poder/deber, en cambio nuestra sociedad de rendimiento tiene un factor base positivo que es Poder, “Yes we can”, solo poder.

Proyectos, iniciativas y motivaciones reemplazan a prohibiciones, mandatos y leyes.

La Sociedad Disciplinaria fue la del NO, generadora de locos y delincuentes. La

Sociedad del Rendimiento es la del SI, generadora de depresivos y fracasados.

Hay cierta continuidad entre ambas sociedades, la productividad alcanzó un límite en la sociedad disciplinaria, por eso necesitó pasar a otro plano, liberarse de la negatividad del control que la limitaba. El límite fue sobrepasado cambiando el factor “debo” por el factor “puedo”.

Eso no significa que el sujeto de rendimiento haya dejado de disciplinarse, lo que ahora hace es autodisciplinarse ya que se debe a sí mismo, a su propia iniciativa.

Cuando el mandato y la prohibición de la Sociedad Disciplinaria ceden ante la autonomía y la iniciativa, una obligación hacia el rendimiento, acontece la depresión en el momento en el que este hombre ya no puede poder más, el sujeto de rendimiento se somete a la culpa de no poder en una sociedad del "si puedo", se enferma de positividad.

El deprimido está cansado del desarrollo por sí mismo y de la fragmentación social que lo aísla, enfermo del imperativo por el rendimiento.

Es verdad que el Hombre de la modernidad del siglo XIX y XX, con mayúsculas, lo podía todo, pero como universal, el Hombre como potencia, como posibilidad, por eso existía la utopía, pero en cambio el hombre hipermoderno, con minúscula, individual, lo puede todo como sujeto y allí su problema.

Este hombre hipermoderno no es el Superhombre que anunciaba Nietzsche autónomo y soberano de sí mismo, sino al Último Hombre que tan solo trabaja. Un hombre que posee la iniciativa pero esta solo frente a la absoluta positividad del rendimiento, es víctima y verdugo al mismo tiempo.

Lo paradójico es que este sujeto libre de obediencia se somete a sí mismo de manera que libertad y coacción coinciden y las enfermedades psíquicas se convierten en la contracara de esta libertad paradójica.

En la sociedad del rendimiento hasta el Amo se ha vuelto esclavo de sí mismo.

El Aburrimiento Profundo

El exceso de positividad se manifiesta como un exceso de impulsos y estímulos, y afecta la economía de la atención, la percepción se fragmenta y aplicada a la tarea se transforma en multitasking.

El multitasking no es una habilidad privativa del hombre hipermoderno, sino una capacidad natural primitiva que obliga a los animales a activar muchos niveles de percepción para su supervivencia, el problema es que cuando la atención se dispersa se hace difícil la contemplación, que es una facultad del espíritu humano.

El multitasking debe entenderse como una regresión hacia la supervivencia.

La hiperatención que focaliza en diversos puntos al mismo tiempo tiene escasa tolerancia al vacío y huye del espacio de aburrimiento que genera la acción contemplativa. La excitación permanente reproduce lo existente, no genera nada nuevo, como sí hace el aburrimiento.

Walter Benjamin llama al aburrimiento "el pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia". El sueño es el punto máximo de la relajación corporal por lo tanto el aburrimiento es el punto máximo de la relajación espiritual.

Benjamin vincula esa capacidad de relajación a la capacidad de la escucha. Una sociedad en permanente acción sin tiempo, para la contemplación, no escucha, solo habla movida por el ego hiperactivo. En cambio quien puede tolerar el aburrimiento encuentra nuevos tiempos, nuevos espacios para la creación y la imaginación, el propio Nietzsche recomendaba la necesidad de recuperar la capacidad de contemplación para alimentar el pensamiento y la mirada.

Pedagogía del Mirar

Precisamente Nietzsche es quien dice que hay que aprender a hablar, a pensar y a mirar.

Aprender a mirar es acostumbrar el ojo a la contemplación, a no someterse a los impulsos, aprender a no responder con ellos, a controlar los instintos, a decir NO.

Decir NO convierte a la vida contemplativa en la más activa de las vidas, porque existe una dialéctica de la hiperactividad / hiperpasividad, es un error suponer que cuanto más activo es uno más libre se vuelve.

La vuelta sobre lo otro requiere la negatividad de detenerse, retomar, cambiar.

Hoy no hay espacio para la interrupción para el detenerse, para el entretiempo. La hiperactividad acorta el futuro convirtiendo todo en un presente prolongado.

Un ejemplo de ello es el enojo. La rabia es una emoción que requiere detenerse para analizar el caso, por eso nuestro tiempo solo permite enojos circunstanciales, no rabia. El enojo, el enfado, no generan cambios, mientras que la rabia requiere detenerse, analizar y producir cambios de estado. El enojo es a la rabia cómo el temor es al miedo. El miedo se aplica al ser en su totalidad, mientras el temor se aplica a un factor en particular.

La computadora hace cálculos, incluso con mayor capacidad que el ser humano porque carece de otredad, es pura positividad, es puro rendimiento, pura actividad.

En ese mismo marco de positividad la sociedad y el sujeto se vuelven máquinas de rendimiento autista.

Según Hegel es la negatividad la que permite una vida llena de vida. Existen dos potencias, la potencia del hacer y la potencia del no hacer, la potencia del NO. Por eso el no hacer no es impotencia sino un camino alternativo que completa el hacer.

Si solo se tuviera la capacidad de percibir y no la de no percibir, el mundo sería una masa atosigante de estímulos. Del mismo modo sí solo se tuviera la potencia del pensar, la reflexión seria imposible porque todo sería una secuencia infinita de pensamientos sin espacios.

La negatividad del NO es fundamental para la contemplación o la meditación. Por eso la negatividad también es activa, no pasiva, ya que si solo hubiera positividad se estaría pasivamente sometido al objeto.

Actualmente puede acelerarse al infinito porque al no haber negatividad todo circula a gran velocidad.

La Sociedad del Cansancio

El imperativo de la Sociedad del Rendimiento conduce a la Sociedad del Dopaje, que es el rendimiento sin rendimiento. La Sociedad del rendimiento produce agotamiento excesivo y problemas psíquicos, propios de una realidad absolutamente positivizada, excesiva, donde no hay espacio para el otro inmunológico.

Peter Handke diferencia dos tipos de cansancio, uno al que llama “cansancio agotador” y otro al que llama “cansancio fundamental”.

El cansancio agotador es el del rendimiento, el que aísla y fragmenta, lo ocupa todo, destruye la cercanía y el habla. En cambio el cansancio fundamental es el que habla, mira y reconcilia, es un cansancio del yo entregado al mundo, recupera la presencia del otro, el estar-con, es el cansancio de la demora, inspirador, que despierta al hacer y al no-hacer.

El cansancio agotador es el de la positividad, el del SI, el cansancio fundamental es el de la negatividad, el del NO.

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