Frenquelli, R. - Algunas consideraciones sobre el desarrollo de la comunicación y el origen de las representaciones


Introducción:

“Pese a la prudencia con la cual debemos considerar estos datos muy recientes, ellos nos parecen demostrar el interés de un enfoque experimental de las aptitudes humanas iniciales. Los resultados ya obtenidos proyectan una imagen mucho más rica y sofisticada del recién nacido que aquella que predominaba hace sólo diez o quince años. De una manera general, consideramos que el conocimiento preciso del estado inicial de una aptitud cognitiva particular puede ayudarnos en gran medida a comprender las particularidades manifestadas por las conductas propias del estado final de dicha aptitud. Dicho estado supone, por supuesto, una “estabilidad” de la arquitectura funcional del sistema. Es de esperar que en un futuro no lejano la colaboración con otras disciplinas, y en particular con la lingüística, la inteligencia artificial y la biología, permitirá a la psicolingüística cognitiva comprender el pasaje del estado inicial al estado final o estable de las aptitudes lingüísticas.”


He tomado este párrafo, correspondiente al final del trabajo “Psicología cognitiva y percepción del lenguaje: contribución al estudio experimental del habla” (J. Seguí y J. Mehler; en Revista Argentina de Lingüística 2 (2) 1986: 317-342), con la idea de que resume acertadamente el núcleo central de mi interés. En su apartado 3, “Perspectivas teóricas sobre las disposiciones lingüísticas iniciales: la percepción del lenguaje y el recién nacido”, tras una alusión a las aportaciones de Chomsky  y su importancia en motorizar investigaciones  empíricas sobre las capacidades lingüísticas del bebé, hace referencia a los trabajos de Eimas y colaboradores (1971). Existiría una rica capacidad discriminativa  de los contrastes fonéticos de la lengua, tanto de la del entorno como de cualquier otra. Riqueza que se iría perdiendo en el desarrollo, tanto, que ya cerca del año estaría francamente empobrecida, mostrando que los aprendizajes serían más bien estabilizaciones selectivas del sistema que adquisiciones novedosas.

Sobre la naturaleza categórica de la percepción y la investigación empírica

Dichos estudios se valen de la llamada “técnica de la succión no nutricional” que permite registrar las variaciones del ritmo de succión del infante (sobre un chupete normal) ante una secuencia de presentación de estímulos.  El bebé mantiene un ritmo de succión más elevado cuando escucha la voz de la propia madre que cuando escucha otra voz femenina, indicando que no sólo capta la “diferencia” sino que además la “prefiere”. Otros estudios enfocan la variaciones con la prosodia, etc. Niños de cuatro días de vida detectan un cambio de idioma, por ejemplo del ruso al francés o viceversa. 
Estos hechos concurren a definir la naturaleza categórica[1] de la percepción en sujetos de edad sumamente temprana.  El niño aparece como activo y sumamente sensible a las propiedades del medio. Sensibilidad, por otra parte, a propiedades abstractas que van delineando un recorte que permite organizar “una” realidad. 
Janet Werker y Renee Desjardins (1995) valiéndose de una ingeniosa técnica de condicionamiento (conditioned head turn task)  demuestran la proclividad de neonato a detectar regularidades la masa informativa del habla con un exquisito ajuste a las propiedades de la lengua nativa. El “auditor nativo” implica la construcción de un sistema fonológico abstracto en períodos tempranos de la vida, con características de “períodos críticos” a modo de las conceptualizaciones etológicas.

Las etapas precoces de la comunicación. Intersubjetividad y protoconversación

Se ha dicho con justicia: “es imposible no comunicar”; intención impostergable en los seres vivos. El punto de partida y el punto de llegada del acto comunicativo parecen no tener nada de lingüístico. Sin embargo implican organizaciones categoriales, verdaderas abstracciones, conceptos. No lexicalizables claro está. 


Conocemos poco sobre las etapas precoces de la comunicación. La pregunta es cómo acceder al significado, a sus “rasgos”. El concepto de primitivos semánticos sería clave en tanto precipitado de “rastros en interacción”, verdaderos conjuntos de propiedades no formales, donde la semántica se une al gesto. Nos acercamos así a la naturaleza del proceso representacional que subyace a los comportamientos. Estamos así situados en los orígenes de los procesos informacionales asentados en la asombrosa conectividad  del sistema nervioso central.  Complejos de imagen, movimiento y emoción que son el basamento de nuestra cognición. 


El concepto de “intersubjetividad” (Trevarthen, 1982) implica un proceso en que la actividad mental, incluyendo la conciencia, motivación e intenciones, cognición y emoción, es transferida entre mentes.  Se manifiesta como la capacidad de resonancia con sentimientos, conciencia y propósitos inteligentes en los otros. Es transmitida especialmente por la cara, cuerdas vocales y las manos  adaptadas para otorgar en forma inmediata información visual, auditiva o táctil sobre propósitos, intereses, emociones y simbolismos activos en las mentes de los  sujetos. En ella asienta el aprendizaje cultural, la creación de la “realidad social”, de las creencias, los lenguajes, los rituales, las tecnologías. La educación está enraizada en la intersubjetividad, preverbal, gestual. El diálogo humano, en el sentido lingüístico, también descansa en ella. 


La “intersubjetividad primaria” es activa muy pronto después del nacimiento, dándose el juego “protoconversacional” (Mary Catherine Bateson, 1979). Este último término toma tanto la sutil búsqueda de respuesta del infante como la aceptación de los progenitores de que el bebé está tratando de expresar algún tipo de mensaje.


Ulteriormente se desarrolla una “intersubjetividad secundaria” tendiente a una capacidad compartida, de propósitos  de acción;  desarrollando una verbalizable “Teoría de la Mente”. El lenguaje y otras convenciones simbólicas, desde esta perspectiva, enriquecen la intersubjetividad, generando ilimitadamente significaciones y estrategias de pensamiento, pero sin constituir las bases del conocimiento en lo interpersonal (Trevarthen, 1998).


La intersubjetividad como formación innata motivacional, primordial, está ligada a estructuras límbicas y subcorticales, embriológicamente anteriores a la corteza cerebral, sería el regulador del desarrollo neural. De sus vicisitudes en el encuentro con el ambiente, donde primero que nada están los otros humanos, nacen la capacidad de representarse a sí mismo y a los otros, los sistemas motivacionales, el diálogo, las grandes perfomances posibles del hombre (Aiken y Trevarthen, 1994; 1997).


La técnica del Double Television Intercom (Double Video) les ha permitido registrar claramente las delicadas y veloces variantes en las expresiones de la diada, pudiendo verse y escucharse ambos componentes a la vez . El observador puede posicionarse en cada uno de ellos y “contactar” emocionalmente con las expresiones en relación a placer, autoregulación de la tensión de necesidad, o bien de evitación ante el comportamiento inapropiado o amenazante. Esta técnica, que incrementa significativamente la fidelidad y precisión de las observaciones, revela precisamente cómo las señales visuales y auditivas de la emoción  son coordinadas en cada sujeto y entre ellos. Los órganos expresivos en conjunto elaboran estados sincrónicos, alternantes, en variantes “kinemáticas”, “fisiognómicas” y “energéticas”: madre e hijo delicadamente sintonizados en el flujo de expresiones y estados emocionales entre sí. El contexto natural para la emoción es una elaboración dinámica entre personas que están buscando controlar una negociación de propósitos y entendimiento. El niño de dos meses tiene  capacidad para este contacto humano, realizando vocalizaciones símil sílabas rudimentarias, con movimientos de labio linguales preparatorios para la articulación de sílabas secuencialmente (“pre habla”). Controla las expresiones de la madre a través de las  variaciones del contacto ocular. Sabe desencadenar de ella una sonrisa de reconocimiento o una emisión maternante. El microanálisis de los cambios en el contacto y las expresiones muestran que ambos están implicados en el control del intercambio (Trevarthen, 1993).


Este aporte ubicaría el origen de los símbolos no solamente en el desarrollo cognitivo de las capacidades de asimilación y representación del niño. Es el lugar de las pautas de reconocimiento social y apego[9], como justamente señalan Belichón y col. (1996).


Los teóricos del apego han llamado “Modelos Mentales Operantes” a verdaderos mapas cognitivos, representaciones o esquemas que un sujeto tiene de sí mismo y de su ambiente. Dichos mapas pueden tienen toda clase de grados de sofisticación, desde constructos elementales hasta los más complejos (Marrone, 1998).

Conclusiones:
  • Los seres vivos son estructuras dotadas de una organización que les permite el procesamiento de información.
  • La información, al decir de G. Bateson, supone “noticias acerca de una diferencia...”. Diferencia que es inmanente a la relación mutua entre entidades. La diferencia implica acceder al significado.
  • La conducta es una descripción desde el punto de vista del observador que distingue ciertas operaciones vinculadas al acople de un ser vivo con su ambiente. Esos intercambios de información es lo que llamamos comunicación.  Los seres vivos tienden al mantenimiento de sus condiciones estructurales y organizacionales, es decir a perpetuar su identidad, su información. La conducta comunicativa está al servicio del eterno bucle interactivo entre el ser vivo y su entorno.
  • Dicha estructura y organización, material, con su correspondiente puesta en forma distintiva, permite en el caso del hombre la emergencia de la función psicológica. Dicha función es una propiedad que implica una ganancia, una expansión en la versatilidad  de las especie.  Lo psicológico es diferencia, es información, es sentido.
  • Lo que llamamos pensamiento puede asimilarse a un flujo informacional, cognitivo afectivo, tendiente a producir una operación sobre el entorno, en ida y vuelta constante, que persigue siempre una finalidad de acople adaptativo. Adaptación que es activa, transformadora. La adaptación pasiva conduce a la extinción del ser vivo en su nicho ecológico.
  • El lenguaje es una función  incluida en el círculo más amplio del pensamiento. Curiosa operatividad, a la vez que cumple con la finalidad de generar enlaces, tiene la capacidad de fundar la conciencia auto reflexiva, al tiempo que permite regular el comportamiento y, como si esto fuera poco, expandirlo con la creación de novedades.
  • El mundo físico impresiona sobre el limitado espectro de las sensaciones. Este “filtro” establecerá un primer nivel de diferencia: percibimos dentro de una estrecha banda de fenómenos, tales como longitudes de onda, decibles, etc. Los múltiples canales sensoriales tenderán a una síntesis merced la asociatividad del cerebro. Imágenes múltiples y sus concomitantes emocionales conformarán un primer representacional. La “realidad material”, inaprensible, se “presenta” ante los sentidos. En el cerebro se “re presenta”.  Estamos en los orígenes de la cualidad, es decir, en otros términos, en el origen de lo psíquico; la subjetividad “in statu nascendi”. Que no será otra cosa que el entramado en la memoria a largo plazo de los encuentros de  ese ser vivo  - con lo que ha traído en su plantilla genética - con la accidentalidad singular de su  historia. 
  • La palabra,  por fin, intentará, sin cesar en su empeño, en recubrir aquellas imágenes originarias, primitivas; categorías implicadas en complejos analógico-icónicos, plenos de emoción, anteriores al lenguaje verbal. Conexiones facilitadas, ya con un orden semántico, sintáctico, pragmático, que son los determinantes de nuestras “protoconversaciones”. Que están a la base de nuestras ulteriores “conversaciones”.
  • El estudio de esas representaciones se vé grandemente facilitado por las metodologías empírico experimentales, cercanas a las ciencias naturales. Las aproximaciones exclusivamente lingüísticas, que en su expresión máxima se acercan a la hermenéutica, parecen tomar el camino de un idealismo extremo. 
  • El paradigma cognitivista, como paradigma de intersección, parece un campo fecundo para producir encuentros entre diferentes dominios que producir una expansión en el estudio de el “aparato psíquico”. La Teoría del Apego se suma aportando con nitidez, desde su sesgo psicoanalítico de estirpe naturalista, sus conceptos anclados en la vida emocional del infante humano en su ambiente de adaptación evolutiva. 
  • Nos encontramos entonces con una síntesis: ni “ciencias naturales”, ni “ciencias del espíritu”; las “ciencias naturales del espíritu”. 

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