La ceguera histérica es una de las perturbaciones psicógenas típicas de la visión. En la histeria nace por autosugestión. Los ciegos histéricos lo son sólo para la conciencia, en lo inconsciente son videntes. En los enfermos predispuestos a la histeria está presente una inclinación a disociar a consecuencia de lo cual muchos procesos inconscientes no se continúan hasta lo conciente. Para la escuela francesa los histéricos enceguecen por la disociación entre procesos concientes e inconscientes en el acto de ver; su representación de no ver es la expresión del estado psíquico, no la causa.
Desde el psicoanálisis la vida anímica es un juego de fuerzas que se promueven y se inhiben las unas a las otras. Cuando un cierto grupo de representaciones permanece en lo inconsciente, no infiere una incapacidad constitucional para la síntesis, sino que asevera que una revuelta activa de otros grupos de representaciones ha causado el aislamiento y la condición de inconsciente de aquel grupo. Se llama represión (esfuerzo de desalojo) al proceso que depara ese destino a uno de los grupos. El fracaso de la represión es la condición previa de la formación de síntoma.
Las representaciones han entrado en una oposición con otras mas intensas del Yo, y por eso cayeron en la represión. Cada pulsión busca imponerse animando las representaciones adecuadas a su meta.
Esas pulsiones entran en conflicto de intereses, y las oposiciones entre las representaciones son la expresión de las luchas entre las pulsiones singulares. Hay una inequívoca oposición entre las pulsiones que sirven a la sexualidad y las que tienen por meta la autoconservación (yoicas)
En el desarrollo psicogénico de las pulsiones, éstas comienzan siendo numerosas pulsiones parciales que adhieren a las excitaciones de regiones del cuerpo. Atraviesan un complicado proceso de desarrollo antes de poder subordinarse a las metas de la reproducción. Libido designa a la energía de las pulsiones sexuales. La cultura nace a expensas de las pulsiones sexuales parciales, que tienen que ser sofocadas, limitadas y guiadas hacia metas superiores. En las neurosis el Yo se siente amenazado por las exigencias de las pulsiones sexuales y se defiende de ellas mediante unas represiones que no siempre alcanzan el éxito deseado, sino que tienen por consecuencia formaciones sustitutivas de lo reprimido y penosas formaciones reactivas del yo.
Los mismos órganos y sistemas de órganos están al servicio tanto de las pulsiones sexuales como de las yoicas. No se puede servir a dos amos al mismo tiempo. Mientras más íntimo sea el vínculo en que un órgano dotado de esa doble función entre con una de las grandes pulsiones, tanto más se rehusará a la otra. Cuando las dos funciones básicas están en discordia, desde el yo se mantiene una represión contra la pulsión sexual parcial respectiva, y produce consecuencias patológicas. Si la pulsión sexual parcial que se sirve del ver se ha atraído a causa de las hipertróficas exigencias, la contradefensa de las pulsiones yoicas produce que las representaciones se reprimen y queda perturbado el vínculo del ojo y del ver con el yo y la conciencia. El órgano se pone por entero a disposición de la pulsión sexual reprimida. La pulsión reprimida, coartada de un ulterior despliegue psíquico, acrecienta su imperio sobre el órgano que la sirve. La pérdida del imperio conciente sobre el órgano es la formación sustitutiva de la represión fracasada.
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