I. Conocer es conocer
Todo este libro
puede ser visto como una invitación a suspender nuestro hábito de caer en la
tentación de la certidumbre.
Nuestra
experiencia está amarrada a nuestra estructura de formas indisoluble. No vemos
el "espacio" del mundo, vivimos nuestro campo visual; no vemos los
colores del mundo, vivimos nuestro espacio cromático. Sin lugar a dudas estamos en un mundo. Pero
cuando examinemos mas de cerca como es que llegamos a conocer ese mundo,
siempre nos encontraremos con que no podemos separar nuestra historia de
acciones – biológicas y sociales – de cómo nos aparece ese mundo.
Estará a la
base de todo lo que vamos a decir, este constante darse cuenta de que al
fenómeno del conocer no se lo puede tomar como si hubieran "hechos" u
objetos allá afuera, que uno capta y se los mete en la cabeza. La experiencia
de cualquier cosa allá afuera es validada de una manera particular por la
estructura humana que hace posible "la cosa" que surge en la
descripción.
Esta
característica del hacer humano se aplica a todas las dimensiones de nuestro
vivir. En particular se aplica a lo que
estamos haciendo aquí y ahora; estamos en el lenguaje, moviéndonos en él en una
peculiar forma de conversación en un diálogo imaginado. Toda reflexión, incluida una sobre los
fundamentos del conocer humano, se da necesariamente en el lenguaje, que es
nuestra peculiar forma de ser humanos y estar en el hacer humano.
Nuestro
objetivo está entonces claro: queremos examinar el fenómeno del conocer tomando
la universalidad del hacer en el conocer, este traer a la mano un mundo, como
problema y punto de partida, de modo que podamos revelar su fundamento. ¿Y cual
será nuestro criterio para decir que hemos tenido éxito en nuestro examen?
Una explicación
siempre es una explicación que reformula o recrea las observaciones de un
fenómeno en un sistema de conceptos aceptables para un grupo de personas que
comparten un criterio de validación. Así, podemos distinguir esencialmente
cuatro condiciones que deben ser satisfechas en la proposición de una
explicación científica, las que no necesariamente ocurren secuencialmente, sino
en algún orden imbricado:
1.
Descripción del o los fenómenos a explicar de una
manera aceptable para la comunidad de observadores;
2.
Proposición de un sistema conceptual capaz de
generar el fenómeno a explicar de una manera aceptable para la comunidad de
observadores (hipótesis explicativa);
3.
Deducción a partir de 2 de otros fenómenos no
considerados explícitamente en su proposición, así como la descripción de sus
condiciones de observación en la comunidad de observadores;
4.
Observación de estos otros fenómenos deducidos de 2.
Ya que todo conocer
trae un mundo a la mano, nuestro punto de partida será necesariamente la efectividad
operacional del ser vivo en su dominio de existencia. En otras palabras, nuestro punto de partida
para generar una explicación validable científicamente, es el entender el
conocer como acción efectiva, acción que permita a un ser vivo continuar con su
existencia en un medio determinado al traer allí su mundo a la mano.
II: La organización de lo vivo
El que el
conocer sea el hacer del que conoce, está enraizado en la manera misma de su
ser vivo, en su organización.
¿Qué es la
organización de algo?. Son aquellas relaciones que tienen que existir o tienen
que darse para que ese algo sea. Para que yo juzgue a este objeto como silla es
necesario que yo reconozca que ciertas relaciones se dan entre partes que llamo
patas, respaldo, asiento, de una cierta manera tal que el sentarse se haga
posible.
Cuando hablamos
de los seres vivos ya estamos suponiendo que hay algo común entre ellos, de
otra manera no los pondríamos dentro de la misma clase que designamos con el
nombre: vivo. Lo que no está dicho, sin
embargo, es cual es esa organización que los define como clase. Nuestra proposición es que los seres vivos se
caracterizan porque, literalmente, se producen continuamente a si mismos, lo
que indicamos al llamar a la organización que los define, organización autopoiética. Esta
organización está dada por ciertas relaciones que entramos a detallar.
En primer lugar
los componentes moleculares de una unidad autopoiética celular deberán estar
dinámicamente relacionados en una continua red de interacciones. Lo peculiar de esta dinámica celular es que
produce componentes todos los cuales integran la red de transformaciones que
los produjo, y algunos de los cuales conforman un borde, un límite para esta
red de transformaciones.
Lo que tenemos
entonces es una relación muy especial en cuanto a relaciones de
transformaciones químicas: por un lado podemos ver una red de transformaciones
dinámicas que produce sus propios componentes y que es la condición de
posibilidad de un borde, y por otro podemos ver un borde que es la condición de
posibilidad para el operar de la red de transformaciones que la produjo como
una unidad.
La
característica mas peculiar de un sistema autopoiético es que se levanta por
sus propios cordones, y se constituye como distinto del medio circundante por
medio de su propia dinámica, de tal manera que ambas cosas son inseparables.
Lo que
caracteriza al ser vivo es su organización autopoiética, y distintos seres
vivos se distinguen porque tienen estructuras distintas, pero son iguales en
cuanto a organización.
Los seres vivos
son unidades autónomas. Un sistema es autónomo si es capaz de especificar su
propia legalidad, lo que es propio de él. El modo, el mecanismo que hace de los
seres vivos sistemas autónomos es la autopoiesis que los caracteriza como
tales.
La aparición de
unidades autopoiéticas sobre la superficie de la Tierra marca un hito en la
historia de este sistema solar. La formación de una unidad determina siempre
una serie de fenómenos asociados a las características que la definen, lo que
nos permite decir que cada clase de unidades especifica una fenomenología
particular. Así, las unidades autopoiéticas especifican la fenomenología
biológica con la fenomenología propia de ellas con características distintas de
la fenomenología física. Esto es así
porque los fenómenos que generan en su operar como unidades autopoiéticas
dependen de su organización y de cómo esta se realiza, y no del carácter físico
de sus componentes.
En la medida
que la organización autopoiética determina la fenomenología biológica al
realizar a los seres vivos como unidades autónomas, será fenómeno biológico
todo fenómeno que involucre la autopoiesis de al menos un ser vivo.
III: Historia: Reproducción y herencia
IV: La vida de los metacelulares
La ontogenia es
la historia de cambio estructural de una unidad sin que esta pierda su
organización. Este continuo cambio
estructural se da en la unidad, en cada momento, o como un cambio gatillado por
interacciones provenientes del medio donde se encuentra o como resultado de su
dinámica interna.
Ahora bien,
¿qué ocurre cuando no consideramos la ontogenia de una unidad, sino de dos (o
mas) vecinas en su medio de interacciones?.
Dos o mas
unidades autopoiéticas pueden encontrarse acopladas en su ontogenia cuando sus
interacciones adquieren un carácter recurrente o muy estable.
Toda ontogenia
se da dentro de un medio que nosotros como observadores, podemos a la vez
describir como teniendo una estructura particular. En estas interacciones la estructura del
medio solo gatilla los cambios estructurales de las unidades autopoiéticas (no
los determina ni los instruye) y viceversa para el medio. El resultado será una historia de mutuos
cambios estructurales concordantes mientras no se desintegren: habrá
acoplamiento estructural.
La formación de unidades metacelulares capaces de dar
origen a linajes como resultado de su reproducción a nivel celular, da origen a
una fenomenología distinta a la fenomenología de las células que las
integran. Esta unidad de segundo orden o
metacelular tendrá un acoplamiento estructural y una ontogenia adecuada a su
estructura como unidad compuesta.
La ontogenia de
un metacelular va a estar determinada por el dominio de interacciones que este
especifique como unidad total, y no por las interacciones individuales de las
células componentes. En otras palabras,
la vida de un individuo multicelular como unidad transcurre en el operar de sus
componentes, pero no está determinada por las propiedades de estos.
Independiente
de tamaño y aspecto externo, en todos estos casos las etapas son siempre las
mismas: A partir de una célula inicial, el proceso de división y diferenciación
celular genera un individuo de segundo orden por el acoplamiento entre las
células resultantes , de esas divisiones celulares. El individuo así formado tiene una ontogenia
de variada extensión que lleva a la siguiente etapa reproductiva con la
formación de un nuevo zigoto. De manera
que el ciclo generacional es una unida generacional que se transforma en el
tiempo.
Hablamos de
metacelulares para referimos a toda unidad en cuya estructura podemos
distinguir agregados celulares en acoplamientos estrechos. Lo que es común a todos los metacelulares, en
los cinco reinos, es que incluyen células como componentes de su
estructura. Por esa razón diremos que
los metacelulares son sistemas autopoiéticos de segundo orden, los cuales
poseen clausura operacional en su organización: su identidad está especificada
por una red de procesos dinámicos cuyos efectos no salen de esa red.
V: La deriva natural de los seres vivos
En los tres
capítulos anteriores nos hemos formado una idea de tres aspectos fundamentales
de los seres vivos. En primer lugar,
hemos entendido como se constituyen como unidades, como su identidad queda
definida por su organización autopoiética que les es peculiar. En segundo lugar, hemos precisado de que
manera esta identidad autopoiética puede adquirir la complicación de la
reproducción, y así generar una red histórica de linajes producidos por la
reproducción secuencias de unidades. Por
último, hemos visto de que manera los organismos celulares como nosotros, nacen
como resultado del acoplamiento de células descendientes de una sola, y que
todos los organismos como unidades metacelulares intercaladas en ciclos
generacionales que siempre pasan por el estado unicelular, no son sino
variaciones fundamentales del mismo tema.
La historia de
cambio estructural de un ser vivo particular es su ontogenia. En esta historia todo ser vivo parte con una
estructura inicial, que condiciona el curso de sus interacciones y acota los
cambios estructurales que estas gatillan en él.
Al mismo tiempo nace en un lugar particular, en un medio que constituye
el entorno en que se realiza, y en el cual interactúa y que nosotros vemos como
dotado de una dinámica estructural propia, operacionalmente distinta del ser
vivo.
Los cambio que
resultan de la interacción entre ser vivo y medio son desencadenados por el
agente perturbante y determinados por la estructura de lo perturbado.
Solo podemos
tratar con unidades determinadas estructuralmente. Esto es: solo podemos tratar
con sistemas en los cuales todos sus cambios están determinados por su
estructura, cualquiera que esta esa, y en los cuales estos cambios
estructurales se dan como resultado de su propia dinámica o desencadenados por
sus interacciones.
Si es que
optamos por proponer una explicación científica, entonces la unidades que
consideramos las suponemos determinadas estructuralmente.
Todo esto queda
explícito distinguiendo cuatro dominios (o ámbitos o rangos) que la estructura
de una unidad especifica:
1.
Dominio de cambios de estado: esto es, todos
aquellos cambios estructurales que una unidad puede sufrir sin que su
organización cambie, es decir, manteniendo su identidad de clase;
2.
Dominio de cambios destructivos: todos aquellos
cambios estructurales que resultan en que la unidad pierde su organización, y
por lo tanto desaparece como unidad de una cierta clase;
3.
Dominio de perturbaciones: es decir, todas aquellas
interacciones que gatillen cambios de estado;
4.
Dominio de interacciones destructivas: todas
aquellas perturbaciones que resulten en un cambio destructivo.
En un sistema
dinámico determinado estructuralmente, ya que la estructura está en continuo
cambio, sus dominios estructurales sufrirán también variación, aunque siempre
estarán especificados en cada momento por su estructura presente. Es este continuo cambio en sus dominios
estructurales lo que va a ser propio de la ontogenia de cada unidad dinámica.
Mientras una
unidad no entre en una interacción destructiva con su medio, veremos que entre
la estructura del medio y de la unidad hay una compatibilidad o
conmensurabilidad. Mientras esta compatibilidad exista, medio y unidad actúan
como fuentes mutuas de perturbaciones y se gatillarán mutuamente cambios de
estado, proceso continuo que hemos designado con el nombre de acoplamiento
estructural.
La conservación
de la autopoiesis y la conservación de la adaptación son condiciones necesarias
para la existencia de los seres vivos; el cambio estructural ontogénico de un
ser vivo en un medio será siempre una deriva estructural congruente entre el
ser vivo y el medio.
No son las
variaciones del medio que un observador ve, lo que determina la trayectoria
evolutiva de los distintos linajes, sino que el curso que sigue la conservación
del acoplamiento estructural de los organismos en un medio propio (nicho) que
ellos definen y cuyas variaciones pueden pasar inadvertidas para un observador.
La evolución es
una deriva natural producto de la invariancia de la autopoiesis y la
adaptación. No es necesaria una
direccionalidad externa para generar la diversidad y la complementariedad entre
organismo y medio que de hecho vemos; tampoco es necesaria tal guía para
explicar la direccionalidad de las variaciones en un linaje, ni es el caso que
se esté optimizando alguna cualidad específica de los seres vivos.
VI: Dominios conductuales
La visión más
popular y corriente hoy día considera al sistema nervioso como un instrumento
mediante el cual el organismo obtiene la información del ambiente que luego
utiliza para construir una representación del mundo que le permite computar una
conducta adecuada a su sobrevivir en él. Esta visión exige que el medio
especifique en el sistema nervioso las características que le son propias, y que
este las utilice en la generación de la conducta tal como nosotros usamos un
mapa para trazar una ruta.
Sin embargo,
sabemos que el sistema nervioso como parte de un organismo opera con
determinación estructural y, por lo tanto, que la estructura del medio no puede
especificar sus cambios, sino solo gatillarlos.
Nos encontramos
pues, con una gran dificultad y resistencia, porque nos parece que la única
alternativa a la visión del sistema nervioso como operando con representaciones
es el caso de la negación de la realidad circundante.
Esto es como
caminar al filo de una navaja. En efecto, por un lado tenemos la trampa de
suponer que el sistema nervioso opera con representaciones del mundo. Y es una trampa porque nos ciega ante la
posibilidad de dar cuenta de cómo funciona el sistema nervioso en su operar
momento a momento como sistema determinado con clausura operacional.
Por el otro
lado tenemos la otra trampa, la de negar el medio circundante, la de suponer
que el sistema nervioso funciona completamente en el vacío, donde todo vale y
todo es posible, Es el extremo del solipsismo. Y es una trampa porque no nos
permite explicar el cómo hay una adecuación o conmensurabilidad entre el operar
del organismo y su mundo.
La situación es
en realidad simple. Como observadores podemos ver una unidad en dominios
diferentes, según sean las distinciones que realicemos. Así, por un lado, podemos considerar a un
sistema en el dominio del operar de sus componentes, en el dominio de sus
estados internos y sus cambios estructurales. Desde este operar, para la
dinámica interna del sistema, el ambiente no existe, es irrelevante. Por otro
lado, también podemos considerar a una unidad en sus interacciones con el medio
y describir su historia de interacciones en él.
Para esta perspectiva en la que el observador puede establecer
relaciones entre ciertas características del medio y la conducta de la unidad,
la dinámica interna de esta es irrelevante.
El problema
comienza cuando nos cambiamos, sin notarlo, de un dominio al otro, y empezamos
a exigir que las correspondencias que nosotros podemos establecer entre ellos
porque podemos ver a estos dos dominios simultáneamente, entren de hecho en el
operar de la unidad, organismo y sistema nervioso en este caso.
Lo que llamamos
conducta al observar los cambios de estado de un organismo en su medio
corresponde a la descripción que hacemos de los movimientos del organismo en un
ambiente que nosotros señalamos. El que una conducta, como una configuración
particular de movimientos, aparezca adecuada, dependerá del ambiente en que la
describamos.
VII: Sistema nervioso y conocimiento
El movimiento
en los unicelulares, la conducta de desplazamiento, se basa en una correlación
muy específica entre las superficies sensoriales y las superficies motoras. Esta correlación se hace a través de procesos
al interior de la célula, es decir, a través de transformaciones metabólicas
propias de la unidad celular.
El sistema
neuronal se halla inserto en el organismo a través de múltiples conexiones con
muchos tipos celulares, formando una red tal que entre la superficie sensorial
y la motora, siempre hay una red de interconexiones neuronales, y constituyendo
en conjunto lo que llamamos el sistema nervioso.
La conducta es
la descripción que hace un observador, de los cambios de estado de un sistema
con respecto a un medio al compensar las perturbaciones que recibe de
este. El sistema nervioso no inventa la
conducta, sino que la expande de una manera “dramática”.
El sistema
nervioso surge en la historia filogenética de los seres vivos como un tejido de
células peculiares, que se inserta en el organismo de tal manera que acopla
puntos en las superficies sensoriales con puntos en las superficies
motoras. Así, al mediar este acoplamiento
con una red de neuronas, se amplía el campo de las posibles correlaciones
sensomotoras del organismo y expande el dominio de la conducta.
El sistema
nervioso puede definirse, en cuanto a su organización, como teniendo una
clausura operacional. Esto es, el
sistema nervioso está constituido de tal manera que cualquiera que sean sus
cambios estos generan otros cambios dentro de él mismo, y su operar consiste en
mantener ciertas relaciones entre sus componentes invariantes frente a las
continuas perturbaciones que generan en él tanto la dinámica interna como las
interacciones del organismo que integra.
En otras palabras el sistema nervioso opera como una red cerrada de
cambios de relaciones de actividad entre sus componentes.
El operar del
sistema nervioso es plenamente consistente con su estar formando parte de una
unidad autónoma en la que, también, todo estado de actividad llevará a otro
estado de actividad en la misma unidad porque su operar es circular, o en
clausura operacional. Todo proceso de
conocer está necesariamente fundado en el organismo como una unidad y en el
cierre operacional de su sistema nervioso, de donde viene que todo su conocer
es su hacer como correlaciones sensoefectoras en los dominios de acoplamiento
estructural en que existe.
El sistema
nervioso es un sistema en continuo cambio estructural, es decir, con
plasticidad. En verdad, esta es una dimensión fundamental en su participación
en la constitución de un organismo. En efecto, la presencia de esta plasticidad
se traduce en que el sistema nervioso al participar mediante los órganos
sensoriales y electores en los dominios de interacción del organismo que
seleccionan su cambio estructural, participa en la deriva estructural de este
con conservación de su adaptación.
No hay
interacción, no hay acoplamiento que no deje un efecto en el operar del sistema
nervioso como resultado de los cambios estructurales que gatilla en él.
La riqueza
plástica del sistema nervioso no está en que guarde representaciones
"engramas" de las cosas del mundo, sino que en su continua transformación
permanece congruente con las transformaciones del medio como resultado de que
cada interacción lo afecta. Desde el punto de vista del observador, eso se ve
como aprendizaje adecuado. Lo que está ocurriendo, sin embargo, es que las
neuronas, el organismo que integran, y el medio en que este interactúa, operan
recíprocamente como selectores de sus correspondientes cambios estructurales, y
se acoplan estructuralmente entre si: el operar del organismo, incluyendo su
sistema nervioso, selecciona los cambios estructurales que le permiten seguir
operando, o se desintegra.
Para un
observador el organismo aparece como moviéndose adecuadamente en un medio
cambiante, y él habla de aprendizaje. Para el operar del sistema nervioso, en
cambio, solo hay una deriva estructural continua que sigue el curso en que en
cada instante se conserva el acoplamiento estructural (adaptación) del
organismo a su medio de interacción.
Toda conducta
es un fenómeno relacional que nosotros, como observadores, señalamos entre
organismos y medio. Sin embargo, cual es el ámbito de conductas posibles de un
organismo, está determinado por su estructura, ya que es esta la que especifica
sus dominios de interacciones. Por esto,
cada vez que en los organismos de una misma especie se desarrollan ciertas
estructuras con independencia de las peculiaridades de sus historias de
interacciones se dice que tales estructuras están determinadas genéticamente, y
que las conductas que ellas hacen posibles (si se dan) son instintivas.
Por el
contrario, si las estructuras que hacen posible una cierta conducta en los
miembros de una especie se desarrollan solo si hay una historia particular de
interacciones, se dice que las estructuras son ontogénicas y que las conductas
son aprendidas.
Todo lo que
hemos dicho apunta a entender al aprendizaje como una expresión del
acoplamiento estructural, que siempre va a mantener una compatibilidad entre el
operar del organismo y el medio en que este se da.
La evaluación
de si hay conocimiento presente o no, se da siempre en un contexto relacional,
en el que los cambios estructurales que las perturbaciones gatillan en un
organismo aparecen para el observador como un efecto sobre el ambiente. Es con
respecto al efecto que el observador espera, que él valora los cambios estructurales
que se gatillan en el organismo.
El sistema
nervioso participa en los fenómenos cognoscitivos de dos maneras
complementarias, que tienen que ver con su modo particular de operar como una
red neuronal con clausura operacional como parte de un metacelular.
La primera, y
mas obvia, es a través de la ampliación del dominio de estados posibles del
organismo que surge de la tremenda diversidad de configuraciones sensomotoras
que el sistema nervioso puede permitir, y que es la clave de su participación
en el operar del organismo.
La segunda es a
través de abrir para el organismo nuevas dimensiones de acoplamiento
estructural, al hacer posible en el organismo la asociación de una gran
diversidad de estados internos con la diversidad de interacciones en que este
puede entrar.
La presencia o
ausencia de un sistema nervioso es lo que mediría la discontinuidad que hay
entre los organismos con un conocer relativamente acotado y los que son capaces
de una diversidad en principio sin cota, como el hombre,
Cuando en un
organismo se da un sistema nervioso tan rico y tan vasto como el del hombre,
sus dominios de interacción permiten la generación de nuevos fenómenos al
permitir nuevas dimensiones de acoplamiento estructural. En el hombre esto, en
último término, hace posible el lenguaje y la autoconciencia.
VIII: Los fenómenos sociales
Como en el caso
de la interacciones celulares en los metacelulares, es evidente que desde el
punto de vista de la dinámica interna de un organismo, el otro representa una
fuente de perturbaciones que son indistinguibles de aquellas que provienen del
medio inerte. Sin embargo, es posible
que estas interacciones entre organismos adquieran a lo largo de su ontogenia
un carácter recurrente y, por lo tanto, se establezca un acoplamiento estructural
que permita la mantención de la individualidad de ambos en el prolongado
devenir de sus interacciones, Cuando se dan estos acoplamientos entre
organismos con sistema nervioso, resulta una fenomenología peculiar; la
fenomenología de acoplamientos de tercer orden.
Una vez que se
originan organismos con sistema nervioso, si los organismos participan en
interacciones recurrentes, estos acoplamientos se dan, con distinta complejidad
y estabilidad, pero como un resultado natural de la congruencia de sus
respectivas derivas ontogénicas.
Vamos a
entender como fenómenos sociales, a los fenómenos asociados a las unidades de
tercer orden.
Cuando se
establecen acoplamientos de tercer orden, las unidades resultantes, aunque sean
transitorias, generan una fenomenología interna particular. Esta fenomenología
se basa en que los organismos participantes satisfacen sus ontogenias
individuales fundamentalmente mediante sus acoplamientos mutuos en la red de
interacciones recíprocas que conforman al constituir las unidades de tercer
orden.
Toda vez que
hay un fenómeno social hay un acoplamiento estructural entre individuos, y por
lo tanto, como observadores podemos describir una conducta de coordinación
recíproca entre ellos. Vamos a entender como comunicación al mutuo gatillado de
conductas coordinadas que se da entre los miembros de una unidad social. De esta manera, estamos entendiendo como
comunicación a una clase particular de conductas que se da con o sin la
presencia del sistema nervioso en el operar de los organismos en sistemas
sociales. Y, corno ocurre con toda conducta, si podemos distinguir el carácter
instintivo o aprendido de las conductas sociales, podremos también distinguir
entre formas filogenéticas y ontogénicas de comunicación. Lo peculiar de la comunicación, entonces, no
es que resulte de un mecanismo distinto del resto de las conductas, sino solo
que se da en el dominio de acoplamiento social.
Las
configuraciones conductuales que, adquiridas ontogénicamente en la dinámica
comunicativa de un medio social son estables a través de generaciones, las
designaremos como conductas culturales.
IX: Dominios lingüísticos y conciencia humana
Dos o mas
organismos al interactuar recurrentemente generan como consecuencia un
acoplamiento social en el que se involucran recíprocamente en la realización de
sus respectivas autopoiesis. Las conductas que se dan en estos dominios de
acoplamientos sociales son comunicativas y pueden ser innatas o adquiridas.
Para nosotros como observadores, el establecimiento ontogénico de un dominio de
conductas comunicativas puede ser descrito como el establecimiento de un
dominio de conductas coordinadas asociables a términos semánticos. Esto es,
como si lo determinante de la coordinación conductual así producida fuese el
significado de lo que el observador puede ver en las conductas, y no en el
acoplamiento estructural de los participantes. Es esta cualidad de las
conductas comunicativas ontogénicas de poder aparecer como semánticas para un
observador que trata a cada elemento conductual en ellas como si fuese una
palabra, lo que permite relacionar estas conductas al lenguaje humano. Mas aún,
es esta condición la que resaltamos al designar a esta clase de conductas como
constituyendo un dominio lingüístico entre los organismos participantes.
Notemos que la
elección de esta designación no es arbitraria. Equivale a afirmar que las
conductas lingüísticas humanas son de hecho conductas en un dominio de
acoplamiento estructural ontogénico recíproco que los seres humanos
establecemos y mantenemos como resultado de nuestras ontogenias colectivas.
Cuando
describimos a las palabras como señalando objetos o situaciones en el mundo,
hacemos como observadores una descripción de un acoplamiento estructural que no
refleja el operar del sistema nervioso, puesto que este no opera con una
representación del mundo.
Por contraste,
las conductas comunicativas instintivas, cuya estabilidad depende de la
estabilidad genética de la especie y no de la estabilidad cultural, no
constituirán, según lo que hemos dicho, un dominio lingüístico. Esto es así
justamente en la medida que las conductas lingüísticas son expresión de un
acoplamiento estructural ontogénico.
Podemos
identificar la característica clave del lenguaje que modifica de manera tan
radical los dominios conductuales humanos haciendo posibles nuevos fenómenos
como la reflexión y la conciencia. Esta
característica es que el lenguaje permite al que opera en él describirse a si
mismo y a su circunstancia.
Lo fundamental
en el caso humano, es que el observador ve que las descripciones pueden ser
hechas tratando a otras descripciones como si fueran objetos o elementos del
dominio de intersecciones. Es decir, el dominio lingüístico mismo pasa a ser
parte del medio de interacciones posibles.
Solo cuando se produce esta reflexión lingüística hay lenguaje, surge el
observador, y los organismos participantes de un dominio lingüístico empiezan a
operar en un dominio semántica. También, solo cuando esto ocurre, el dominio
semántico pasa a ser parte del medio donde los que operan en él conservan su
adaptación. Esto nos pasa a los humanos:
existimos en nuestro operar en el lenguaje y conservamos nuestra adaptación en
el dominio de significados que esto crea: hacemos descripciones de las
descripciones que hacemos y somos observadores y existimos en un dominio
semántico que nuestro operar lingüístico crea.
Podemos
destacar dos elementos sobre la manera como, en la vida diaria, se organiza y
se da coherencia a esta continua concatenación de reflexiones que llamamos
conciencia y que asociamos a nuestra identidad. Por un lado, el operar
recursivo del lenguaje es condición sine
qua non para la experiencia que asociamos a lo mental. Por otro lado, estas experiencias fundadas en
lo lingüístico se organizan en base a una variedad de estados de nuestro
sistema nervioso, a los cuales, como observadores, no tenemos necesariamente un
acceso directo. Pero que organizamos
siempre de manera que encaja en la coherencia de nuestra deriva ontogénica.
En la red de
interacciones lingüísticas en que nos movemos, mantenemos una continua
recursión descriptiva que llamamos "yo", que nos permite conservar
nuestra coherencia operacional lingüística y nuestra adaptación en el dominio
del lenguaje.
La aparición
del lenguaje en el hombre y de todo el contexto social en el que aparece,
genera este fenómeno inédito de lo mental y de la conciencia de si como la
experiencia más íntima de lo humano. Sin el desarrollo histórico de las
estructuras adecuadas, no es posible entrar en este dominio humano. A la inversa,
como fenómeno en la red de acoplamiento social y lingüístico, lo mental no es
algo que está dentro de mi cráneo, no es un fluido de mí cerebro: la conciencia
y lo mental, pertenecen al dominio de acoplamiento social, y es allí donde se
da su dinámica. Es también desde allí
que lo mental y la conciencia operan como selectores del camino que sigue
nuestra deriva estructural ontogénica.
X: El árbol del conocimiento
Si sabemos que
nuestro mundo es siempre el mundo que traemos a la mano con otros, cada vez que
nos encontremos en contradicción u oposición con otro ser humano, con el cual
quisiésemos convivir, nuestra actitud no podrá ser la de reafirmar lo que vemos
desde nuestro propio punto de vista, sino la de apreciar que nuestro propio
punto de vista es el resultado de un acoplamiento estructural en un dominio
experiencias tan válido como el de nuestro oponente, aunque el suyo nos parezca
menos deseable. Lo que cabrá, entonces, será la búsqueda de una perspectiva mas
abarcadora, de un dominio experiencias donde el otro también tenga lugar y en
el cual podamos construir un mundo con él.
A este pacto de
ampliar nuestro dominio cognoscitivo reflexivo, que siempre implica una
experiencia novedosa, podemos llegar ya sea porque razonamos hacia ello, o bien,
y mas directamente porque alguna circunstancia nos lleva a mirar al otro como a
un igual, en un acto que habitualmente llamarnos de amor. Pero mas aún, esto
mismo nos permite damos cuenta que el amor, o si no queremos usar una palabra
tan fuerte, la aceptación del otro junto a uno en la convivencia, es el
fundamento biológico del fenómeno social: sin amor, sin aceptación del otro
junto a uno no hay socialización, y sin socialización no hay humanidad.
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