Es decir, su significado etimológico gira en torno al
concepto de generar un cambio, un
“movimiento”, que responde y refleja al estímulo que lo causa.
Según el Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas,
Editorial Salvat, proviene del latín emotio, emotionis y hace referencia
a un sentimiento intenso, agradable o penoso y más o menos duradero, que
influye poderosamente sobre numerosos órganos
cuya función aumenta, altera o disminuye.
Resulta importante poner en evidencia, que es un término
cercano y emparentado, aunque no sinónimo, de otro que muestra la misma raíz
etimológica: motivación = aquello que impulsa a realizar acciones en
búsqueda de la consecución de algo. Aunque mientras la motivación, moviliza en una determinada dirección la conducta, la emoción es la reacción del organismo como
totalidad a una estimulación que lo desplaza del equilibrio, podría decirse ruptura de la homeostasis, lo con-mueve.
La emoción, como respuesta global a un estímulo interno o
externo, comprende entonces los siguientes rasgos: un cambio fisiológico, un
comportamiento motriz, una experiencia conciente que le da tonalidad afectiva.
Históricamente, la dificultad ha sido comprender la
interdependencia o el orden de estos tres aspectos que caracterizan a la emoción,
llegar a comprender la indisoluble concomitancia de estas 3 variables
dependientes, lo cual dio lugar al desarrollo de diferentes teorías, que más
adelante veremos.
A continuación un ejemplo: si inadvertidamente una persona toca con su mano un objeto
ardiente, semejante estímulo que rompe de manera involuntaria el equilibrio
relativo, por reflejo defensivo retira instantáneamente la mano, al mismo
tiempo experimenta dolor y en su organismo se producen cambios fisiológicos
como una abrupta y súbita interrupción del ritmo respiratorio y una aceleración
del ritmo cardíaco y otros cambios viscerales. El caso descripto se refiere a
un episodio momentáneo, fugaz, a una conducta refleja que en el caso comenzó por un hecho físico,
pero podría ser diferente: una persona, que podría ser la misma que antes,
calmado el dolor de la quemadura y
serenada su alteración visceral, abre el diario, comienza a leer y de pronto
tropieza con una noticia que le informa de la muerte de alguien importante para
sus sentimientos. Súbitamente le invade un sentimiento hondo de pesar y
tristeza, rompe a sollozar, cae el periódico de sus manos, se derrumba en una
silla mientras el corazón parece que se le detiene y el estómago le da un
vuelco. Todo ello simultáneamente. El equilibrio relativo en el que estaba antes de leer, se rompió abruptamente, en
este caso por un acontecimiento psicológico.
Es bueno recordar, que el equilibrio, es decir la tendencia
al mantenimiento de un estado constante del funcionamiento en todos los planos,
mental, fisiológico y motriz, que podríamos llamar homeostasis
, es el mantenimiento dentro de una banda o franja dentro de la cual hay
pequeñas variaciones, que tienen un techo y un piso y no un punto fijo o
equilibrio total pues ello equivaldría a la muerte, la entropía . El concepto de equilibrio al que nos referimos es
análogo al del nivel del mar: el mar jamás está
absolutamente quieto y por lo tanto el nivel = 0 es una abstracción. No
obstante, cuando el mar está calmo, lo que es observable son pequeñas e
infinitas ondas, cuyas alturas relativas alrededor de la horizontal
promediadas, daría por resultado el concepto de nivel del mar. Eso es lo que
ocurre en la homeostasis, ni el equilibrio ni la quietud total, sino un bajo
nivel de excitación, sin modificaciones importantes en los diversos planos, que
en general podemos llamar quietud y serenidad. En los movimientos, en el
funcionamiento de los órganos y en la autopercepción subjetiva de los
sentimientos. Por ello algunos autores han definido la salud, como “el silencio
de los órganos”.
Pero volviendo al tema principal, la emoción, con fines de estudio será conveniente descomponerla
artificialmente en sus partes constitutivas, para estudiarlas y comprenderlas,
tomando por separado cada uno de ellas por razones didácticas, pero conservando
la conciencia de que la emoción es una compleja respuesta
psicofisiológica y motriz a un
estímulo, que se produce de manera refleja, espontánea e inmediata.
También conviene recordar que las emociones son procesadas específicamente
en el encéfalo, en las estructuras nerviosas que la Teoría de Mac Lean llama cerebro límbico, que se identifican con
el 2º cerebro o paleoencéfalo o cerebro visceral o emocional, el cuál se
desarrolló filogenéticamente como una estructura encefálica mas tardía que el
cerebro reptiliano o arqueoencéfalo o 1er. Cerebro. El cerebro límbico o
neomamífero hizo su aparición recién cuando la evolución de las especies
produjo los mamíferos y las aves. El desarrollo de esta estructura encefálica
significó la lenta aparición en los seres vivos de la posibilidad de generar
respuestas adaptativas haciendo uso de la experiencia personal a través del
desarrollo de la memoria individual , no
sólo de la genética, que al ofrecer la posibilidad de registrar los
acontecimientos pasados, permitió comparar las circunstancias presentes con
otras semejantes temporalmente anteriores para elegir la más conveniente, que
normalmente surgió de la distinción entre lo exitoso o lo riesgoso, lo
agradable o desagradable, lo placentero o lo doloroso y que favoreció la
supervivencia individual y de las especies.
Las subestructuras que constituyen el cerebro límbico son
fundamentalmente, el hipotálamo, la amigdala, el hipocampo y otras involucradas
en lo que se conoce como “circuito de
Papez”.
EMOCION, ESTRÉS Y
ENFERMEDADES
Estados emocionales
persistentes o crónicos, que, según sus características y signo, van
acompañados de respuestas fisiológicas determinada, constituyen un importante
factor en la en la génesis de una amplia gama de trastornos, sean estos
psicológicos u orgánicos.
Por qué razón derivan algunos de ellos hacia el
establecimiento de trastornos caracterizados por la presencia de múltiples
alteraciones funcionales y orgánicas, mientras otros lo hacen predominantemente
en el área psicológica o afectiva es algo que reconoce diversas explicaciones.
Una de ellas es la forma particular
de expresión de los conflictos, de la persona en cuestión. La persona cuyo
nivel alcanzado de expresividad simbólica, implicada en el lenguaje es bajo,
preferentemente mostrará sus conflictos o tensiones mediante una apariencia
corporal. Sabemos por observación empírica que nos indica que no podría ser de
otra manera, considerando la jerarquía evolutiva del desarrollo psicofísico,
que la adquisición del lenguaje, instrumento por excelencia de la expresión
simbólica, si bien comienza desde el mismo nacimiento, demora alrededor de dos
años en alcanzar un nivel expresivo bastante rudimentario y elemental. Aunque
mientras tanto, en esos 2 años las emociones, sus emociones han existido igualmente
y han sido expresadas casi exclusivamente mediante el lenguaje del cuerpo. Un
bebé humano estimulado por el frío o el hambre o la desaprobación, acompaña sus
vivencias con una serie de reacciones fisiológicas típicas. Mientras no puede
expresar “tengo frío” o “estoy temeroso” en palabras, lo hace a través del
lenguaje preverbal y de sus reacciones fisiológicas al estímulo que en estos
casos podrían ser el llanto, el desasosiego, la inquietud motriz, la micción u
otras. Lenguaje que será reforzado o no de acuerdo al contexto familiar
existente y al éxito que tengan sus manifestaciones en ser decodificadas
correctamente.
Las personas criadas en un ambiente caracterizado por la preocupación o sobrevaloración de los acontecimientos y síntomas corporales, tenderán a persistir en ese lenguaje orgánico, en la expresión corporal de sus estados afectivos y en el futuro serán más propensos a los trastornos biomédicos que a su expresión psicológica o mental.
Entre los trastornos de la salud de manifestación predominantemente
física y aquellos trastornos en los cuales el área visible más afectada es psicológica o mental, hay diferencias muy
importantes: el grado de compromiso personal con el trastorno: en tanto físico, es experimentado subjetivamente como
externo, en el sentido de amenaza o ataque que viene desde afuera, sin
responsabilidad o participación propia, aunque obviamente no en forma absoluta
ni total, sino más bien una cuestión de grado de participación subjetiva.
Veamos un ejemplo: una persona que experimenta una enfermedad infecciosa o una
obstrucción intestinal, se vivencia a sí
misma como víctima de algo ajeno, (los virus, bacterias, microbios, etc.) o
como por efecto de la fatalidad, la casualidad, o de una falla orgánica acerca
de la cual es sujeto pasivo que la sufre, pero que no la genera. Pero una
persona que enferma por su carácter, por sus sentimientos, “de la cabeza”, de
alguna manera admite o está más abierta a reconocer que ella misma tiene algo
que ver con su malestar. Que su vida afectiva, que su manera particular de
reaccionar están implicadas en su malestar. La enfermedad en este caso, viene
de adentro, aunque elementos externos la desencadenen. Esta diferencia es
capital para ambos enfermos. Mientras uno se vivencia a sí mismo como
pasivamente afectado por algo que le es ajeno y lo convierte en enfermo, el
segundo tienen un grado mayor de conciencia de sí mismo y percibe que sus
problemas psicológicos, si bien no son voluntarios, están relacionados con su
manera de vivenciar su vida.
A la hora de la terapéutica estas distinciones marcan
importantes diferencias. El tratamiento de los “orgánicos” es tan pasivo y
receptivo como su vivencia de enfermedad. Su cuerpo que es suyo, no le
pertenece. Pertenece al médico que es quien decide que habrá que hacer con él.
El rol del enfermo, se limita generalmente a obedecer y a seguir estrictamente
las indicaciones. Pero fuera de ello, no se siente responsable de la evolución
o curso de sus trastornos: es cosa del médico o de la medicación. En tanto, el
tratamiento de los enfermos “psicológicos” es igualmente difícil, pero al
menos, su psiquismo le es propio y en la terapéutica se le pide que participe
activamente en su propia mejoría, indicación a la que es más permeable.
Sin duda, las enfermedades psicosomáticas clásicas,
constituyen un ejemplo de enajenación, en las cuales, mientras en apariencia no
hay conflictos emocionales, estas emociones disociadas de la conciencia del
paciente, carentes de representación subjetiva, se expresan por medio del y en el cuerpo. Y hay una
resistencia a admitir cualquier otra cosa de parte del afectado, que sí en
cambio es capaz de aceptar todo tipo de intervenciones a condición de no tener
que hacerse cargo del reconocimiento de la faz afectiva de sus emociones. Puede
prestarse a tratamientos invasivos, operaciones quirúrgicas, métodos de
diagnóstico intrusivos o dolorosos pero es reacio a la aceptación de otro grado
de compromiso más personal en sentido psicológico.
Es necesario recordar que en la literatura psicobiológica,
se evidencian al menos 3 aspectos de la palabra emoción:
1. un sentimiento subjetivo privado.
Las personas pueden referir un extraordinario abanico de estados, que dicen
“sentir” o vivenciar. Suelen acompañar estas referencias con signos manifiestos
de placer o dolor. Pero muy a menudo estas referencias de experiencia vivencial
carecen de indicadores externos evidentes.
2. una manifestación de respuestas somáticas y
autónomas específicas- como un estado de activación fisiológica. Este
significado sugiere que los estados emocionales pueden definirse por
constelaciones características de respuestas corporales. Específicamente, estas
respuestas implican órganos viscerales inervados autónomamente, como el
corazón, el estómago. Son provocadas presumiblemente por estímulos también
característicos. Tomando este 2º significado, se puede examinar la emoción
tanto en humanos como en animales.
3. como un tipo de comportamientos comúnmente considerados “emocionales”, como
defenderse o atacar o huir, en respuesta a lo percibido como amenazante. Este
aspecto o faceta de la emoción ha sido tomado por Darwin como una expresión del
importante rol funcional de las emociones en la supervivencia. En algunos casos
las emociones no evocan un acto motor completo, como atacar o defender pero
indican posibles acciones futuras, lo cual es especialmente evidente en los
gestos o manifestaciones emotivas.
El primer aspecto, es el que suele estar ausente de la
conciencia en muchas alteraciones de la salud caracterizadas por la presencia
destacada de síntomas neurovegetativos, cardíacos, digestivos, intestinales,
respiratorios u otros que no encuentran ninguna explicación desde el punto de
vista médico y que son llamados “neurosis cardíacas” o nombres por el estilo.
La falta de la representación afectiva subjetiva, habitualmente está vinculada
a la negación como mecanismo de defensa del Yo frente a la angustia. En
oportunidades es mejor “no saber”, porque el conocimiento compromete y a veces
provoca desenlaces que no son convenientes o deseables que ocurran. La esposa
sexualmente acosada a toda hora, suele reaccionar con trastornos
neurovegetativos de los que al estar excluída la hostilidad que experimenta por
su marido, no la comprometen a una confesión o a rupturas matrimoniales, que por
otra parte no está dispuesta a afrontar.
La exclusión de la conciencia de sentimientos subjetivos
“inconvenientes” de muchas emociones
está directamente vinculada a lo que groseramente se conoce como somatizaciones, de muy alta prevalencia
en la clínica psicológica hospitalaria.
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