Frenquelli, R. - La teoría del apego y las adicciones

Jornadas Profesionales Gradiva. Diciembre del 2007 - Buenos Aires

El Fenómeno Psicosomático, como nos gusta llamar a la piedra fundamental del acontecer del vivir, encuentra allí su fragua. Marcas perennes del Psiquismo, como expresión emergente de la Materia organizada.
La corriente Psicosomática es un movimiento originado en el campo de la Salud, con penetración en lo Educativo y todo el espectro de las Ciencias Sociales. Sus supuestos giran básicamente en torno a la disolución de los falsos dilemas Interno Externo, Individuo Sociedad, Naturaleza Cultura, Cuerpo Mente. Justamente cuestiones que en la Teoría del Apego son centrales. Bowlby, bien basado en la Biología, tomando de la mano de Lorenz y la Etología, nos dio de entrada señales de amistad. Lo mismo que en el caso de su aproximación a la Cibernética; esa descripción moderna de los clásicos bucles inter retroactivos que  ya Claude Bernard nos enseñara en los principios fisiológicos básicos, como los de la Homeostasis, a mediados del siglo XIX.
Otra rápida coincidencia fue la se que establece con la preocupación de Bowlby por la Psicología y Psicopatología del Desarrollo. Y más aún, por que todo su pensamiento busca enmarcarse dentro de las márgenes de un Pensamiento Científico. Entendiendo por tal la renuncia a la Hermenéutica, fundamentalmente en su versión cerrada, dura. Que se centra en el textualismo, según la máxima Totus in verba.  Bowlby piensa la Ciencia como un cuerpo de conocimientos sujeto a  revisiones constantes. Formado en el seno de la Sociedad Británica de Psicoanálisis y la Internacional – instituciones a las que nunca abandonó -, supo buscar refrescar ideas buscando por fuera del Psicoanálisis con la idea de remozarlo. Como un sistema abierto, que puede renovarse sin perder su esencia.
Estaría en este momento de hacer una primera afirmación. Bowlby toma lo mejor del pensamiento freudiano. No me refiero a ninguna de las llamadas “palabras claves del Psicoanálisis”,  como suele hacerse en las aburridas reuniones parroquiales. Lo mejor de Freud es su intrepidez para pensar, su capacidad de pedir “prestado” a otros dominios. Para poder armar otros modelos de la mente, superadores, efectivos. A ese aspecto del pensamiento freudiano me refiero.
Tal vez por eso Bowlby es fácilmente confundido. Hace unos años, cuando cursaba como alumno de un Seminario sobre Metodología, la Docente, una española muy española, mencionó lo que llamaba “visión o paradigma ecológico” en investigación. Le dije que coincidía con Bowlby. “Quién…, el de los monos ?...”. espetó esta mujer, que por más datos se adscribía a lo que llamaba, sin mayor pena ni gloria, “Paradigma Histórico Cultural”. Era el día de su debut en nuestro Rosario, una ciudad tan “lacanizada”. Es posible que estuviera algo nerviosa, con deseos de parecer lo más ajustada posible a ciertos ideales en pro de la “subjetividad”, esa piedra de toque de ciertas reuniones del estilo que antes comenté, cuando hablaba de las pacatas parroquias. Logró transitoriamente su objetivo. Quedó en claro que estaba “francamente a favor” de una supuesta postura humana, muy “elevada”. Ante tan contundantes razones abandoné mi intento de mencionarlo. Al diablo mi idea de plantear sobre la Ecología Humana como algo que viene a nombrar de otra manera lo que se siempre se supo. Somos lo que somos por  nuestra relación con los otros. Siempre decimos: la Relación es la Categoría fundamental de lo viviente.
Vivimos en un medio plagado de contraseñas semánticas. Mecanicismos que brotan como un resorte. Bowlby era, para aquella mujer sin duda muy floja en su marco epistémico, muy ramplonamente,  “el de los monos”.
Veamos esta filmación

Corresponde a las experiencias de Harry Harlow. Están en la línea de Rene Arpad Spitz. De lo que hoy hacen Emde, Stern y otros. Estudian dentro del marco psicoanalítico fuera de la sesión, usan otros medios (como la foto, los registros audiovisuales, las filmaciones). Como el mismo Colwyn Trevarthen.
A propósito de Trevarthen, un Profesor de Psicofisiología de Edimburgo, diré que ha investigado con el método del Doble Video, contribuyendo a acuñar el concepto de “protoconversación”, sentando las bases de los orígenes de la comunicación y el lenguaje. Es un punto de solapamiento con lo que se conoce hoy como Paradigma Cognitivo. Un ensamble prometedor, muy activo por estos días. Pero para nada renegado del Psicoanálisis. ¿Acaso no es el Psicoanálisis una teoría acerca de cómo el hombre conoce y actúa en la praxis del existir?
Esto tiene que ver con lo que antes citaba como confusiones. Supuestamente, Bowlby no sería un psicoanalista. Monos, películas, registros audioespectrales. Podría ir más lejos. Y agregar a la enumeración anterior a los bebés. He escuchado de mis alumnos que un famoso psicoanalista porteño dice que el niño “nace” recién cuando está en posesión del lenguaje. Digamos a los cuatro o cinco años. Esta exageración, que en el mejor de los casos obedece a un cierto ánimo deliberadamente provocativo y escandaloso, suele ser tomada “a la letra”. Lo mismo que el asunto de los monos. Una cosa es la resignificación de la experiencia infantil; otra cosa es esa misma experiencia.
Sucede que Bowlby es sentido como “menos psicoanalítico” que Winnicott o Kohut, para citar algunos de los autores más cercanos a su pensamiento. Ni qué decir si se lo compara con Klein, Bion, Lacan. O con el mismo Freud.
No pretendo establecer homogeneidades. Nada más lejos de mi enfoque. Es cuando  deseo hacer otra afirmación: Bowlby siempre estuvo dentro del campo del Psicoanálisis. Sólo que ha planteado divergencias, con mayor o menor fortuna, con la algunas cuestiones. Algunas de las cuales tomaré un poco más adelante.
Ahora quiero decir que Bowlby es tomado, no sin razones, por la llamada corriente cognitiva. Pero esto no significa otra cosa. Creo que coincidiremos todos: hoy nadie que pertenezca al campo “psi” puede dejar de ser de algún modo “freudiano”. Nadie puede dejar de pensar la clínica sin la idea del inconsciente. Aunque difiera en ciertas conceptualizaciones, Freud está siempre presente. Aún en el proceder de sus más enconados detractores. Creo que algunos “cognitivistas”, ahora entre comillas, como el caso de los llamados “postracionalistas”, no terminan de reconocer la deuda intelectual que tienen con el Psicoanálisis. Bowlby les parece más potable que otros autores. Me parece que hay en esto cierto oportunismo de mercado; al menos en mi medio.
Monerías aparte, mis informantes me han dicho que la española ahora está escribiendo sobre Apego. Vaya sorpresa para mí, tan ofendido aquella mañana del curso. Creo que esta persona es una fiel representante de esto que expongo. Tal vez no tanto por cuestiones de mercado, pues la gente de España gana muy bien; en su caso me quedo con la idea de que las vertientes cognitivas no saben cómo ensamblar los comportamientos con el ineludible tema del Afecto.
Dejo esta introducción, con el sabor de haber ingresado en ciertos puntos ríspidos, polémicos. Es mi estilo. Lo hago con el deseo de contribuir lo más sinceramente posible al aprovechamiento de esta mañana. Después de muchos años, los que me conocen, pueden dar fe de esta intención. Paso entonces a lo prometido, ver qué divergencias ha planteado la Teoría del Apego. Lo que supone también las convergencias.
Empezaré tomando la cuestión de las motivaciones. No se me escapa que esta palabra no es frecuentemente usada por los psicoanalistas. Escuchamos “necesidad”, “deseo”, “instinto”, “pulsión”. Motivación, pese a su raíz latina, movere, parece una palabra que “no es del Psicoanálisis”. De ella deriva “emoción”.
La Teoría del Apego plantea la independencia de la tendencia al apego, vista como la búsqueda de la protección de otra persona sentida como más fuerte o  hábil frente al peligro, como primaria e independiente de la serie “hambre – amor”. Como palmariamente demuestran las experiencias de Harlow que hemos visto. El monito busca afanosamente la mona de peluche antes que la madre nutricia, la del alambre pelado con el biberón. A la que acude solo en ciertos momentos. Ante la figura amenazante huye hacia el regazo de la primera.
En nuestro medio, creo que en Europa continental también, se insiste en la diferencia instinto y pulsión. En algunos casos uno tiene la impresión que se debate nada menos que si uno está o no dentro del campo del Psicoanálisis. Ser “instintivista” supone ser “innatista”, “geneticista”, “conductista” y…, si se subimos un poco más la apuesta, “positivista”. Casi nadie sabe bien que es cada una de estas cosas. Sobre todo si nos detenemos en el Positivismo. Pero bueno, de atrincherarse se trata. Y queda bien no ser ”positivista”. Al menos por las dudas. En cambio, la pulsión es el refugio de los “singularistas”, los “subjetivistas”. En fin, de la gente “macanuda”. Bowlby trae lo de “preprogramado”, una palabra que aunque atemperada por el encuentro con lo ambiental, no deja de ser preocupante. Qué es eso de “programado” ?. Toda una sospecha entra a circular por el ambiente. El instinto queda para lo animal; la pulsión para lo humano.
Ricardo Avenburg tiene un interesante trabajo sobre “El término instinkt en la obra de Freud”. Allí, conocedor del  alemán, expone claramente que el concepto de trieb es mucho más duro que su opuesto. Instinkt fue muy poco usado por Freud. Para este autor, un reconocido freudiano, parecería que ambos términos son relativamente sinónimos, independientemente del uso habitual de cada uno de ellos. De su meduloso análisis infiere que Freud entiende que “Los triebe rigen no sólo la vida anímica sino también la vegetativa, o sea la vida en sus niveles más elementales. Los llamados instinkte de los animales están supeditados a la naturaleza de los triebe, de modo que el concepto de trieb es más amplio e inclusivo que el de instinto, que le está subordinado. El concepto de trieb abaca toda la vida vegetativa, el de instinkt se remite a una manifestación de aquella, aplicable a los animales; el de trieb al referirse a la vida en general, incluyendo la vegetativa, abarca también al reino vegetal…”.
Bateson, ese gigante de la epistemología, dice en su clásico metálogo, “Que es un instinto”?, que como proposición explicativa que es, el concepto “es un punto en el que los científicos han dejado de discutir”, en clara alusión al arbitrario punto de corte donde se establecería una solución de continuidad entre innato y aprendido. Entre instinto y pulsión. Dicho en otros términos, entre las necesidades básicas y las necesidades adquiridas.
Es precisamente en la clínica, en la misma observación de macacos rhesus de Harlow, donde uno puede ver ese continuo comportamental donde apego y sexualidad se muestran indisolubles. Un paciente adicto me decía hace muy poco: “para mí coger es una terapia; mañana, tarde y noche, le doy como loco y me hace bien”. La antinomia Apego – Sexualidad es falsa. Para comprender esto es menester, precisamente, captar bien el concepto de Sexualidad Ampliada. Esa búsqueda constante, desde el vamos , mediatizada por los diferentes frentes desde donde se aborda el objeto. Por que sin objeto es muy difícil entender el instinto – pulsión. Ojos, oídos, piel, mucosas en una búsqueda inacabada, intentando cerrar la enorme brecha de la nostalgia. Del dolor por lo perdido. De la hilflosigkeit, del desamparo o desvalimiento, de la Angustia de Separación, tal como nos enseña “Inhibición,.Síntoma y Angustia”. Allí es donde se reúnen nítidamente Bowlby y Freud.
Quiero referirme a la crítica que algunos bowlbianos, y neobowlbianos – pues también los hay- hacen a Klein. No me parece justo pensar a esta autora como “endogenista”. Si uno vuelve a leer esa pieza magistral que es “Naturaleza y función de la fantasía”, de Susan Isaacs, no puede dejar de reconocer que la organización del pensamiento se hace en un vaivén con el “afuera”. “Las primeras experiencias corporales empiezan a formar los recuerdos más primitivos y las realidades externas se entrelazan progresivamente en el tejido de la fantasía. Antes de que transcurra mucho tiempo las fantasías de los niños se dibujan sobre imágenes plásticas y sensaciones – imágenes visuales, auditivas, cenestésicas, táctiles, gustativas, olfativas, etcétera. Y estas imágenes plásticas y representaciones dramáticas de la fantasía se elaboran progresivamente junto con las percepciones articuladas del mundo exterior”.
Solo que el “adentro” adquiere una legalidad propia, una cierta autonomía, característica del momento en que se gesta dicho proceso ideo afectivo. Tal vez se confunda un cierto uso abusivo, relativamente fanático, de la teoría con la teoría misma. Pero eso no es un problema de Klein y sus seguidores. Es un problema de la condición humana. “Coger, no es como hombrear bolsas”, decía alguien en un grupo de estudio. Para aquel paciente, tal vez si. La mecanización, teniendo encuentros de la misma manera como se toma un remedio, le parecía posible. En la inconciencia del arrasamiento del otro, del objeto. 
El párrafo que he citado coincide bastante con los desarrollos de Allan Schore. Un neurocientífico americano, de formación psicoanalítica. Sus desarrollos sobre la primacía del Cerebro Derecho en los tres primeros años, antes de la transferencia al Cerebro Izquierdo, asiento del lenguaje. La dominancia derecha, en tiempos donde se asientan las redes neurales, representando complejos de imagen y afecto, constituyen los primeros ladrillos del edificio del Aparato Psíquico. Y aquí, en el camino del “Proyecto…” y de “La interpretación de los sueños”, junto a las ideas de Facilitación, de Representación cosa, nos acercamos a la idea de “Modelos Internos Operantes”. La competencia narrativa asentaría en la buena regulación de los afectos, mediada por las conexiones derechas en los tiempos primordiales. Para Bowlby, digámoslo de paso, los aportes de la Lingüística no quedaron afuera. Lo mismo que los diferentes tipos de Memoria,  como la Declarativa (episódica y semántica) o la Procedimental.
Klein ha sido acusada de “endogenista”, como si estuviera absolutamente volcada a la “realidad interna”;  Bowlby de “ambientalista”, muy centrado en el trauma “real y efectivo”. Ninguna de estas adjudicaciones me parece justa.
Los desarrollos postbowlbianos han tomado mucho los aportes de las neurociencias. No para reducir, sino para ampliar, para buscar fecundaciones mutuas. Es posible que las teorías de la cura, los aportes de la psicofarmacología y otros tantos temas encuentren en esta reunión polos de gran utilidad en un futuro cercano.
Sabemos de los fenómenos de excitotoxicidad con despoblación neuronal. De la aceleración de los fenómenos de Apoptosis. Esto es crucial en la problemática de las Adicciones. Tanto en lo que concierne a los primeros años de vida como en el brote puberal, ese segundo nacimiento. Los trastornos de la Regulación Afectiva, insitos en las redes neurales, conllevan el modo de significar la experiencia. La posibilidad de leer la experiencia desde aquellas, que configuran una suerte de prisma representacional. Allí se reúne lo Preprogramado con lo Ambiental, lo Interno con lo Externo. En una operación recursiva; en otros términos, en una operación de indistinción productor – producto. Es muy difícil establecer una distinción radical entre instinto y pulsión. Su sostenimiento es una mezcla de prejuicios contra la Biología, de ciertos fanatismos, de una errónea defensa del territorio.
Todo esto nos lleva directamente a los aspectos preventivos. Otro grande, Laborit, ha dicho que “vivimos en una Medicina de Urgencia”. Siempre llegamos bastante tarde. Todas estas palabras caerán en saco roto si no atendemos a lo Social, a lo Político. El hambre y la violencia, palabras que son de alguna manera hermanas, llevan a la construcción de cerebros con defectos. No podemos dejar de decirlo. Suena mal. Pero dolorosamente debemos aceptarlo. En las últimas décadas, está bien claro en nuestro país, donde seguimos viviendo a cuenta del bendito legado de la generación del ochenta, de los Sarmientos y los Alberdis,  estamos fabricando patologías  graves. Es bastante lógico pensarlo ante la tinellización de lo cotidiano, del aumento de las muchedumbres aturdidas. Me han contando, tal vez Ustedes lo sepan mejor, que el Canal Encuentro, una de las pocas inquietudes relevantes de estos últimos tiempos, sería declarado “no rentable”, siguiendo el compás de las políticas que desvinculan al  Estado con la vida de los ciudadanos.
Bowlby, lo mismo que Robertson – uno de sus colaboradores con filmaciones – fue un hombre con sensibilidad social. Sabemos que fue acusado de retrógrado por el movimiento feminista. También por cierta izquierda que piensa que buscaba meter a las mujeres nuevamente en los hogares tras el regreso de los hombres de la guerra. Me parece otra expresión fanática. El cuidado de los niños, como se llamó su  informe a la OMS en los años cincuenta, sigue siendo una cuestión de todos, incluyendo el Estado.
Bowlby no utilizó el término Intersubjetividad. Sin embargo, el carácter eminentemente relacional de su teorización, nos autoriza a pensar que esta en consonancia con estas ideas. Dicho sea de paso…, cuesta pensar a todo el Psicoanálisis sin la Intersubjetividad. También a muchas otras Psicologías. Para quienes hemos transitado en Grupos no resulta complicado entender que todo producto es producido en la malla interaccional, en la “matriz grupal”. Otro principio que, dicho sea de paso, tiene que ver con la Lógica de lo Viviente. Con lo que llamamos la Bio lógica.
Descubrir la Intersubjetividad es algo parecido a lo que le pasa a Monsieur Jourdain, el del “Burgues Gentilhombre”, cuando descubre que hacía mucho tiempo que hablaba en prosa. Es que puede concebirse un Psicoanálisis que no sea intersubjetivo ?. Con esto no quiero decir que no se pueda pronunciar su estudio, tanto desde la perspectiva psicoanalítica como desde la Psicofisiología del Desarrollo. Allí tenemos las grandes aportaciones de Rizolatti, con la descripción de las “neuronas espejo”. Que demuestran palmariamente que vivimos en y para la intersubjetividad. Tengo la impresión que muchas de estas cuestiones suelen hacerse pasar por verdaderas diferencias entre teorías. Que no son tantas una vez que uno busca enlaces, salva algunas diferencias terminológicas. Muchas son sostenidas por latiguillos, a modo de repeticiones cansadoras.
Bowlby no parecía tener este espíritu. Fue él, en la Tavistock, quien interesó a Esther Bick, una pensadora kleiniana, en la Observación de Bebés. Siguiendo una premisa básica de su disciplina, que es producir una Semiosis Expansiva. Un espesamiento de las significaciones. De la manera de estar en el mundo. Desde allí tomaría a la Teoría del Apego. No tanto desde sus posibles divergencias. Si no desde los enlaces que podemos hacer.
Otra cuestión que suele plantearse es que Bowlby habría estado en contra del modelo económico clásico de Freud. De la idea de “descarga”. Ya he mencionado a Bernard, podría hacer lo propio con Cannon, otro gran fisiólogo. Anteriores a la Cibernética, la teoría del control. Pienso que la idea de “descarga” no supone otra cosa que una puntuación hecha desde el exterior de un sistema. No es una cosa en si misma. Estos autores que he citado, seguramente, tenían en cuenta la idea de procesos, de ciclos abarcativos, entre “carga” y “descarga”.
Hambre, sed, reproducción suponen una actividad procesal, relacional vincular. El pasaje de la experiencia básica por los circuitos cerebrales superiores  se produce la transformación hambre – seguridad - amor. El atravesamiento de la experiencia por la Emoción, por la ya citada regulación de la misma, es lo que sostiene la serie Nirvana, Placer, Realidad. En el primer eslabón encontramos la “descarga inmediata”, una tramitación brutal. Es el momento de lo perentorio, de lo fusional. Es el dominio de lo que llamamos la Pulsión de Muerte. Una modalidad de la Vida. Creo que hay un solo instinto. El de Vida. Con sus variantes, con sus modalidades. Uno puede pensar al Adicto como una persona que intenta vivir torpemente, antieconómicamente.
Pienso que las teorías no son ni buenas ni malas. Son, simplemente, teorías. Y que todas nos pueden ayudar a pensar. Pensar, ese juego de retranscripciones abarcativas, crecientes, engrosando la comprensión, acercándonos a más y mejores co construcciones de la realidad. Recuerdo en este momento a un autor argentino que trabajó, mucho y bien, sobre estos temas. Me refiero a T. Gioia, que tiene un libro muy recomendable, “Psicoanálisis y Etología”. Junto al que anduve bastante estos días, mientras me preparaba. Lo recomiendo. Y me detengo aquí. Podríamos pensar en cuestiones técnicas, en tantas otras. Pero no es cuestión de seguir “colgado” a la palabra, en un ejercicio que puede tornarse “muscular-hiperactivo”, a la manera de los niños con Apego Ansioso.

1 comentario:

  1. muy interesante articulación...podria ampliar la afirmacion de que solo es posible la pulsion de vida; tiene algo que ver con lo que cecilia de sinay señala, como que la pulsion de muerte en freud, es en realidad un concepto ideologizado en contexto de entreguerras?

    ResponderEliminar