Probablemente algunos niños sufran un daño mayor por no
poder llevar consigo al hospital al osito con el que se van a la cama, o por el
hecho de que llevaron el osito pero se lo mezcló allí con todos los demás
juguetes, o fue esterilizado o destruido, que por la pérdida temporaria de los
padres reales. Nada de lo que Bowlby escribe contradice esta idea, pero creo
necesario que recordemos que la naturaleza humana es harto compleja como para
evaluarla mediante el método estadístico, aunque ciertos tipos de enfermedad
pueden estudiarse de. este modo, en particular las enfermedades algo
estereotipadas. En la segunda parte, donde se examina la forma de prevenir la
deprivación materna, Bowlby recorre ampliamente el tema, permitiéndonos
beneficiarnos de su experiencia enriquecida por su estudio de la bibliografía.
Es generoso en sus citas de otros autores. En general, la presentación muestra
cuánto tiempo y reflexión ha dedicado al tema, y esta parte tiene valor
práctico y será bien recibida por el público en todo el mundo. Uno concuerda
casi siempre con las opiniones expresadas. Quisiera referirme en especial a la
aseveración de que "favorece a la salud mental del bebé adoptado que lo
sea poco después del nacimiento". Llevar esto a la práctica ha demostrado
ser cada vez más difícil. También es sensato, sin duda, que si una madre va a
entregar a su bebé no le dé el pecho antes de hacerlo, y lo entregue a los
padres adoptivos lo antes posible para que éstos empleen su técnica. Tendríamos
que abandonar, y cuanto antes mejor, la idea de que lo que sucede en las
semanas posteriores al nacimiento no modifica en nada la psique del bebé.
Quisiera formular una crítica, pero es una opinión personal y tal vez otros lectores
no la compartan. Encuentro muy insatisfactorio uno de los capítulos, en el que
se tratan problemas teóricos. Es posible que haya sido insertado en una etapa
posterior y el autor tenga el propósito de reescribirlo. Yo le solicitaría, en
particular, que reconsidere la oración en la que afirma que "el mecanismo
psíquico que desarrollamos en nuestro interior para armonizar nuestras
distintas, y a veces conflictivas, necesidades, y para procurar satisfacerlas
en un mundo aprehendido de manera realista, es nuestro yo " (la
bastardilla es mía). Creo que a quienes son nuevos en la psicología, la
declaración de que cierto mecanismo psíquico "es el yo" sólo puede
provocarles una confusión mental, sobre todo porque diversos grupos utilizan de
variadas maneras la palabra "yo".
A mi juicio, sería más satisfactorio decirlo al revés, o
sea, que los psicoanalistas llaman "el yo" a ese mecanismo psíquico;
otros quedan en libertad de llamarlo por algún otro nombre. Aparte de esta
oración poco feliz, hay a mi entender en este capítulo teórico un tratamiento
pobre del tema, que desmerece al libro. Las formulaciones teóricas de otros
capítulos son mucho más satisfactorias, aunque expresadas en un lenguaje más
popular. Si tiene que haber un capítulo teórico, en ese lugar debería
puntualizarse que existen factores internos muy complejos que no pueden
abordarse en absoluto en un libro como éste. En un lugar, Bowlby procura
decirlo en términos positivos: "Esos niños (los que han sufrido una
deprivación grave) son personalidades ineficaces, incapaces de aprender de la
experiencia, y por lo tanto pasan a ser los peores enemigos de sí mismos. El
problema teórico radica en comprender cómo es que la deprivación pudo llevar a
este resultado. Los dos enfoques principales para darle solución son los
descubrimientos de Goldfarb sobre el deterioro del pensamiento abstracto en
estos pacientes y los hallazgos clínicos sobre su incapacidad para
identificarse o para introyectar. Cada uno de esos enfoques constituye un
avance, pero aún no ha llegado el día en que puedan conducirnos a un cuerpo
teórico unificado". Dudo mucho de que los descubrimientos de Goldfarb
sobre el pensamiento abstracto nos lleven muy lejos. En rigor, sería peligroso
difundir la idea de que los niños bien dotados para el pensamiento abstracto
están por ello mismo capacitados para no robar. Por cierto, es dable apreciar
que en el "complejo de deprivación" total se encuentra cierto
deterioro específico de la capacidad para el pensamiento abstracto. Los
diferentes fenómenos tienen una causa común. Lo temible sería que lectores
nuevos en este tema piensen que al niño antisocial puede explicárselo en gran
medida por la presencia de una dificultad para pensar. De hecho, el trastorno
tiene mucho que ver con el afecto, y con la culpa inconsciente, y con cosas
tales como el miedo a la locura y a la pérdida de la identidad y al contacto
con la realidad externa. Si el autor sostiene realmente lo que ha escrito en
este capítulo, me veo obligado a expresar mi discrepancia con él; pero más bien
creo que, o bien yo he apuntado en una dirección equivocada, o bien Bowlby ha
cometido algún desliz en este capítulo y lo reescribirá para la nueva edición
que ya debe estar por aparecer.
Al leer este libro hay que tener continuamente presente su
propósito, y salvo en este capítulo, mi impresión es que Bowlby no se olvidó
nunca del público que tenía enfrente. Por eso, presumiblemente, aunque menciona
el psicoanálisis, no cita a Freud en su bibliografía. Lo inconsciente no es
soslayado, pero tampoco se lo trae a la palestra. Esto es comprensible,
aunque... ¿no ha sido en rigor el análisis diario detallado de adultos y niños,
junto con el desarrollo gradual de la teoría psicoanalítica, el que hizo
posible y oportuna la obra del Dr.Bowlby? Contamos ahora con una película
realizada por el Dr. Bowlby y su equipo, que ilustra en forma excelente los
penosos hechos vinculados con un niño deprivado, que por fortuna se recuperó?
Todo el que haya trabajado en la sala de niños de un hospital ha tenido la
posibilidad de asistir, una y otra vez, a lo que esa película muestra
sintéticamente. Yo no podía entender por qué son pocas las personas que se dan
cuenta de esto por sí solas, hasta que advertí que si lo hicieran, el trabajo
en esas salas les resultaría muy doloroso. Bien utilizado, ese filme puede
surtir grandes efectos y no debemos esperar que el equipo pueda tener alguna
vez un efecto mejor. El peligro reside en que, imponiéndole estos hechos a un
público no dispuesto a padecerlos, se produzcan reacciones y contra-reacciones
que den lugar a un nuevo problema. Impedir esto depende de quienes estén a
cargo de la presentación de la película. Notas: (1) "Los cuidados maternos
y la salud mental".
Ginebra, Organización Mundial de la Salud, 1951.
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