I - Lacan introduce los
conceptos freudianos principales. El inconciente y la repetición y el sujeto y
lo real, que llevarán a dar forma a la pregunta sobre si el psicoanálisis puede
ser considerado como algo que constituye una ciencia, una esperanza de ciencia.
II- En primer lugar, dice sobre el inconciente que está
estructurado como un lenguaje, formulación mucho más accesible para Lacan que
para Freud, ya que considerar al lenguaje como una estructura, implica la
presencia del estructuralismo. En la época histórica en la que Lacan desarrolla
su teoría estaba presenciando la formación de una ciencia humana, que formaba
parte de la psicosociología, a saber, la lingüística, cuyo modelo es el juego
combinatorio que opera espontáneamente por sí solo, de manera pre subjetiva,
está estructurada su status de inconsciente. Cuando Lacan dice juego
combinatorio se refiere a la combinación de los significantes, que son los
elementos de una estructura, en este caso el lenguaje, y que opera
espontáneamente por sí solo, de manera pre subjetiva (pre subjetiva porque es
del orden de las ciencias, y allí no opera ningún sujeto) y esta estructura da
status al inconsciente.
La noción de estructura asegura que el término inconsciente
encierra algo calificable, accesible y objetivable. Pero cuando él incita a los
psicoanalistas a no ignorar este terreno, que les brinda un apoyo sólido por lo
que ya se dijo, no significa que debe tenerse así a los conceptos que
históricamente introdujo Freud bajo el termino de inconsciente, ya que el
inconsciente, concepto freudiano, es algo diferente
No basta con decir
que el inconciente es un concepto dinámico, pues con ello sólo se sustituye un
misterio particular por un misterio más corriente, el de la fuerza, y la fuerza
sirve generalmente para designar su lugar de opacidad, por ello Lacan se
refiere a la función de la causa, rompiendo con las ideas de que el inconciente
es algo oculto a descubrir. De Kant, Lacan rescata la precisión con que se
discierne la hiancia (tropiezo, salto, agujero, grieta) que, desde siempre,
presenta la función de la causa a toda aprehensión conceptual.
La causa se distingue de lo que hay de determinante en una
cadena (significante), o dicho de otra manera, de la ley. Cada vez que se habla
de causa, siempre hay algo anticonceptual, indefinido. Las fases de la luna son
la causa de las mareas, pero esto no quiere decir nada, hay un hueco y algo que
vacila en el intervalo. En suma, sólo hay causa de lo que cojea. No hay causa
sino ley; podría decirse, en este sentido, que la causa es lo inexplicable de
la ley.
En ese punto se sitúa el inconciente freudiano, en ese punto
donde, entre la causa y lo que ella afecta, está siempre lo que cojea. Lo que
importa no es que el inconciente determine la neurosis; respecto a esto Freud
se lava lasmanos. Un día de estos, dice Lacan, descubrirán quizá algo,
determinantes humorales, por ejemplo, da lo mismo: a Freud esto le tiene sin
cuidado. Y es que el inconciente nos muestra la hiancia por donde la neurosis
empalma con un real; real que puede muy bien, por su parte, no estar
determinado.
(Si la causa tiene algo de lo imposible de definir, Lacan
ubica en eso imposible a lo real. Por eso la respuesta a la causa tiene siempre
una respuesta por lo imposible – Dios, el Ser, etc. Entre la causa y el síntoma
está el inconciente. El inconciente mismo es una legalidad que opera en
conjunto.)
Freud parte de la Etiología de las neurosis, y ¿qué
encuentra en el hueco, en la ranura, en la hiancia característica de la causa?
Algo que pertenece al orden de lo no realizado. No es extraño que la represión
eche cosas allí. Es la relación con el limbo de la comadrona que hace abortos.
Esta dimensión ha de evocarse en un registro que es del orden de lo no
realizado.
El inconciente se manifiesta primero como algo que está a la
espera, en el círculo de lo no nacido (lo no realizado. El inconciente está
pero no está, aparece en el acto de la enunciación, en ese preciso momento de
apertura y cierre, es donde hay algo del orden del inconsciente).
Luego, Lacan hablara del ombligo del sueño, diciendo que
aquello es lo que produce el deseo. El ombligo del sueño es el centro
desconocido y dicho centro nos despierta. Para Lacan sería del orden de lo
real. Nadie sueña con su propia muerte. Si soñamos que nos caemos nos
despertamos, porque ya no hay más nada que poner allí. Nos despertamos para
volver a soñar. De esa hiancia está hablando; hay un límite a la posibilidad de
representación.
III - Lacan introduce en el dominio de la causa la ley
significante, en el lugar donde esta hiancia se produce (el inconsciente es un
fenómeno, y si es un fenómeno es algo que se manifiesta. Hay cuestiones en el
orden del hablar en estos efectos que surgen del discurso discontinuo.)
El inconciente freudiano nada tiene que ver con las llamadas
formas de inconciente, no es en absoluto el inconciente romántico de la
creación imaginativa. No es el lugar de las divinidades de la noche.
Freud opone la revelación de que, a nivel del inconciente,
hay algo homólogo en todos sus puntos con lo que sucede a nivel del sujeto: eso
habla y funciona de una manera tan elaborada como a nivel de lo conciente, el
cual pierde así lo que parecía ser privilegio suyo. “En olvido en los sueños”, Freud
no hace más que referirse a los juegos del significante. ¿Qué es lo que
impresiona, de entrada, en el sueño, en el acto fallido, en la agudeza? El
aspecto de tropiezo bajo el cual se presentan.
Tropiezo, falla fisura. En una frase pronunciada, escrita,
algo viene a tropezar. Estos fenómenos operan como un imán sobre Freud, y allí
va a buscar el inconciente. Allí, una cosa distinta exige su realización, una
cosa que aparece como intencional, ciertamente, pero con una extraña
temporalidad (para el yo). Lo que se produce en esta hiancia (formaciones del
inconciente), en el sentido pleno del término producirse, se presenta como el
hallazgo. Así es como la exploración freudiana encuentra primero lo que sucede
en el inconciente.
Hallazgo que es a un tiempo solución, no necesariamente
acabada pero que, por incompleta que sea, tiene ese no sé qué, que es la
sorpresa, aquello que rebasa al sujeto, aquello por lo que encuentra., a la
par, más y menos de lo que esperaba: en todo caso, respecto a lo que es
esperaba, lo que encuentra es invalorable.
Con todo, este hallazgo, en cuanto se presenta, es
re-hallazgo y, además, está siempre dispuesto a escabullirse de nuevo,
instaurando así la dimensión de la perdida. La discontinuidad es la forma
esencial en que se nos aparece en primer lugar el inconciente como fenómeno –
la discontinuidad en la que algo se manifiesta como vacilación.
(La discontinuidad, la sincronía son del orden del inconsciente
y en ese momento aparece, porque después no está más, y antes tampoco estaba,
por eso es discontinuo, y sincrónico porque el lenguaje se produce todo junto,
no podría haberse formado una palabra sin la otra. Por eso dice Lacan que se
presenta como un re-hallazgo y además, esta siempre dispuesto a escabullirse de
nuevo, instaurando así la dimensión perdida.
El inconsciente entonces es una estructura del lenguaje,
sincrónico, y cualquier formación del inconsciente nos lleva a que el sujeto es
indeterminado, por eso no es total y es discontinuo porque el inconsciente se
pierde tanto como se vuelve a encontrar. El sujeto no es determinado como el
yo.)
El inconciente es el sujeto, en tanto alienado en su
historia, donde la síncopa del discurso se une con su deseo. Hay que situar el
inconciente en la dimensión de una sincronía (el lenguaje no pudo haberse
producido sino sincrónicamente, todo junto; sin tiempo, corte en donde cae todo
junto y sin tiempo) – en el plano de un ser, pero en la medida en que éste puede
recaer sobre todo, es decir, en el plano del sujeto de la enunciación, en la
medida en que según las frases, según los modos, éste se pierde tato como se
vuelve a encontrar, y que, en una interjección, en un imperativo, en una
invocación y aun en un desfallecimiento, siempre es él quien le afirma a uno su
enigma, y quien habla – en suma, en el plano donde todo lo que se explaya en el
inconciente se difunde, tal el micelio, como dice Freud a propósito del sueño,
en torno a un punto central. Se trata siempre del sujeto en tanto que
indeterminado (porque es discontinuo).
El inconciente se manifiesta (en las formaciones del
inconciente) siempre como lo que vacila en un corte del sujeto – de donde
vuelve a surgir un hallazgo, que Freud asimila al deseo – deseo que situaremos
provisionalmente en la metonimia.
Fuente: Facultad de Psicologia UNR
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