Tanto en medicina como en psiquiatría se ha descrito el cuadro de psicosis en base a las características que presentaban en los adultos, y se ha traspolado a la aplicación en niños.
Lacan define psicosis como la “forclusión del Nombre del Padre”.
Lo habitual en nuestra cultura en general, es considerar el diagnóstico de psicosis con carácter irreversible.
Pero es necesario comprender que la psicosis en la infancia es pasible de remitir, incluso sin dejar consecuencias en el devenir de la estructura del sujeto implicado. Hay multitud de ocasiones en las que incluso hasta una breve intervención, consigue modificar un destino que se veía obturado.
Lo que trazaría la línea divisoria entre psicosis (adultos) y psicosis infantil sería el paso por la pubertad, en la medida en que es alrededor de esa época que la clínica indica que se completa la construcción de la estructura. Pasado ese tiempo, la posibilidad de transformación de las bases de la estructura es prácticamente nula.
¿A qué se llama “forclusión del Nombre del Padre”? El Nombre del Padre tiene que ver con la Ley del padre, de interdicción, de salida del Edipo. Pero para que un tercero pueda aparecer es condición necesaria que primero se haya esbozado la experiencia de que el niño no es Uno ni con el universo ni con su madre, una diferenciación del yo propio con el otro.
Ocurre entonces que la madre es capaz de libidinizar a su bebé como para que éste se introduzca en el estadio del espejo, pero que jamás salga de allí. El bebé puede ser el falo imaginario de la madre, o su falo real, como objeto real, inclusive con el carácter de que sea adosado absolutamente al cuerpo de la madre, como una parte más, lo cual no implica que sea lo más preciado de todo. Es esta tal vez una de las condiciones necesarias para producir una psicosis infantil.
Signos: desde desaforadas hiperquinesias, hasta angustiadas e inhibidas inmovilidades; desde floridas verborragias, hasta mutismos permanentes; desde brillantes capacidades para cálculos numéricos precoces hasta idioteces extremas sin causa orgánica, etc.
La vía regia para acceder a la lectura del incipiente deseo de un niño es el juego. Si en esta circunstancia hay una “historia” con los juguetes, aunque sea mínima, en ella está el esbozo del sujeto.
El niño no ES psicótico, sino que ESTÁ psicótico, debido a que podrá dejar de estarlo si se tiene la habilidad o suerte de encontrar la intervención adecuada.
Cuando hablamos de la inscripción del Nombre del Padre, del significante primordial, hacemos referencia a su marca correspondiente en el cerebro plástico del bebe. Esta inscripción es más factible de darse en los primeros estadios, en donde se halla mayor plasticidad neuronal.
La autora no ubica al autismo dentro del campo de la psicosis. Tampoco lo llama estructura. Refiere al autismo cuando el niño no ocupa lugar alguno de objeto libidinizado. Para llegar a ser psicótico hay que haber sido libidinizado. Un psicótico entra en el estadio del espejo, y para entrar en él hay que libidinizado. Los niños autistas, por el contrario, no entran a ese estadio.
Resumen Facultad de Psicología UNR
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