Extraído
del libro Vygotsky, L. - "Pensamiento
y Lenguaje"
Capítulo I
Aproximación al problema
En el
estudio del pensamiento y el lenguaje, la comprensión de sus relaciones
funcionales es una de las áreas de la psicología a la que debe prestarse mayor
atención. Hasta tanto no entendamos la interconexión de pensamiento y palabra,
no podemos responder, ni siquiera plantearnos correctamente, ninguna de las
cuestiones específicas de este tema. Aunque parezca extraño, esta relación
nunca fue investigada sistemáticamente y en detalle. En general, las conexiones
interfuncionales no recibieron todavía la atención que merecen. Las formas de
análisis atomistas y funcionales, dominantes durante la década pasada, trataron
aisladamente los procesos psíquicos. Los métodos de investigación fueron
desarrollados y perfeccionados con miras al estudio de las funciones por
separado, mientras su interdependencia y su organización en la estructura de la
conciencia como una totalidad, permanecieron fuera del campo de investigación.
La unidad
de la conciencia y la interrelación de todas las funciones psicológicas eran,
en realidad, aceptadas por todos; se suponía que las distintas funciones
operaban inseparablemente, en conexión ininterrumpida unas con otras. Pero en
la vieja psicología la premisa irrecusable de la unidad se combinaba con el
establecimiento de afirmaciones tácitas que la anulaban para cualquier
propósito práctico. Se daba por sentado que la relación de dos funciones dadas
no variaba nunca, que la percepción, por ejemplo, estaba conectada siempre de
un modo idéntico con la atención, la memoria con la percepción, el pensamiento
con la memoria. Como constantes, estas relaciones podían ser, y eran,
descompuestas en factores, e ignoradas en el estudio de las funciones separadas.
Puesto que las relaciones, de hecho, permanecían inconexas, el desarrollo de la
conciencia era visto como determinado por' el desarrollo autónomo de cada una
de las funciones. Sin embargo, todo lo que se conoce sobre el desarrollo
psíquico indica que su verdadera esencia se halla en el cambio de la estructura
interfuncional de la conciencia. La psicología puede convertir estas relaciones
y sus cambios evolutivos en su problema principal, en su punto focal de
estudio, en lugar de postular solamente la interrelación general de todas las
funciones. Este cambio de enfoque es un imperativo para el estudio fecundo del
lenguaje y el pensamiento.
Si echamos
una mirada a los resultados de investigaciones anteriores, veremos que las
teorías ofrecidas desde los primeros estudios hasta nuestros días se encuentran
entre estas alternativas: identificación o fusión de pensamiento y lenguaje,
por una 'parte, y por otra la disyunción y segregación igualmente absoluta y
casi metafísica. Tanto si se deciden por uno de estas extremos en su forma
pura, o los combinan, es decir, eligen una posición intermedia, pero siempre en
alguna parte a lo largo del eje entre los dos polos, las diversas teorías sobre
pensamiento y lenguaje permanecen dentro de los límites de este círculo.
Podemos
delinear la concepción de la identidad del pensamiento y el lenguaje a partir
de la especulación de la psicología lingüística, que establece que el
pensamiento es "habla sin sonido", hasta las modernas teorías de los
psicólogos americanos y los reflexólogos, que lo consideran un reflejo inhibido
en su parte motora. En todas estas teorías la cuestión de la relación entre
pensamiento y lenguaje pierde significado. Si constituyen una y la misma cosa
no puede darse ninguna relación entre ellos. Quienes los identifican cierran
simplemente la puerta al problema. A primera vista, los que se adhieren al
punto de vista opuesto parecen encontrarse en mejor posición. Al considerar el
lenguaje como una manifestación externa, una simple vestidura del pensamiento,
y al tratar de liberar (como lo hace la escuela de Würsburgo) el pensamiento de
todos los componentes sensorios incluyendo las palabras, no sólo se plantean un
problema, sino, que, a su manera, intentan solucionar el de la relación entre
estas dos funciones.
Sin
embargo, no se lo plantean de un modo que les permita una solución real. Han
considerado al lenguaje y al pensamiento como independientes y
"puros", y los han estudiado por separado; de este modo,
forzosamente, ven la relación entre ellos como algo simplemente mecánico, como
una conexión externa entre dos procesos distintos. El análisis del pensamiento
verbal en dos elementos separados, básicamente diferentes, preludia cualquier
estudio de las relaciones intrínsecas entre lenguaje y pensamiento.
De este
modo el error se encuentra en los métodos de análisis adoptados por los
investigadores anteriores. Para capear con éxito el problema de la relación
entre pensamiento y lenguaje, debemos preguntarnos primero cuál de los métodos
de análisis es el que mejor puede garantizar la solución.
Para
estudiar las estructuras psicológicas se pueden utilizar dos formas de análisis
esencialmente diferentes. Una de ellas nos parece la responsable de los
fracasos que han entorpecido la labor de los investigadores anteriores de este
viejo problema que nosotros abordaremos, y consideramos que la otra es el único
modo correcto de aproximarse a él.
El primer
método analiza las complejas totalidades psicológicas separándolas en
elementos. Puede ser comparado al análisis químico del agua que la descompone
en hidrógeno y oxígeno, ninguno de los cuales tiene las propiedades del total,
y cada uno de ellos posee cualidades que no están presentes en la totalidad.
Los estudiosos que apliquen este método buscar la explicación de alguna
propiedad del agua, por qué extingue el fuego, por ejemplo, descubrirán con
sorpresa que el hidrógeno lo enciende y el oxígeno lo mantiene. Estos
descubrimientos no los ayudarían mucho en la solución del problema. La
psicología cae en el mismo tipo de callejón sin salida cuando analiza el
pensamiento verbal en sus componentes, pensamiento y palabra, y los estudia
aislados. En el curso del análisis desaparecen las propiedades originales del
pensamiento verbal, y al investigador no le queda otro remedio que tratar de
descubrir, al continuar la búsqueda, la interacción mecánica de los dos
elementos, a la espera de reconstruir en una forma puramente especulativa las
desvanecidas cualidades del todo.
Este tipo
de análisis traslada el problema a un nivel casi total de generalización; no
provee las bases adecuadas para un estudio de las concretas relaciones
multiformes entre pensamiento y lenguaje que surgen en el curso del desarrollo
y funcionamiento verbal' en sus diversos aspectos. En lugar de permitirnos
examinar y explicar las instancias y fases especificas y determinar las
regularidades delimitadas en el curso de los hechos, este método da como
resultado generalidades pertenecientes a todo el pensamiento y a todo el
lenguaje. Aún más, nos conduce a cometer serios errores por el hecho de ignorar
la naturaleza unitaria del proceso en estudio. La unión vital de sonido y
significado que llamamos palabra se escinde en dos partes, que se supone se
unirán sólo por conexiones mecánicas asociativas.
La opinión
que establece que el sonido y el significado de las palabras son elementos
separados, que tienen por lo tanto vida aparte, ha sido un grave obstáculo para
el estudio de los aspectos tanto fonéticos como semánticas del lenguaje. El
estudio más. concienzudo de los sonidos del lenguaje, considerados meramente
como sonidos, aparte de su conexión con el pensamiento, tiene escasa relación
con su función como lenguaje humano, puesto que no revela las propiedades
físicas y psicológicas 'peculiares del habla, sino sólo las comunes a todos los
sonidos existentes en la naturaleza. Del mismo modo el significado, divorciado
de los sonidos de las palabras, puede ser estudiado solamente como un acto puro
de pensamiento, que cambia y se desarrolla independientemente de su vehículo
material. Esta separación de sonido y significado ha sido en gran parte
responsable de la aridez de la fonética y la semántica clásicas. También en la
psicología infantil han sido estudiados separadamente los aspectos fonéticos y
semánticos del desarrollo del lenguaje. La evolución fonética se ha examinado
con gran detalle, aunque todos los datos acumulados proporcionan escasa
contribución para entender el desarrollo lingüístico como tal, y permanecen
esencialmente sin relación con los descubrimientos referentes al desarrollo del
pensamiento.
En nuestra
opinión, el camino a seguir es el del otro tipo de análisis, que puede ser
denominado análisis por unidades. Cuando hablamos de unidad nos referimos a un
producto del análisis que, contrariamente al de los elementos, conserva todas
las propiedades básicas del total y no puede ser dividido sin perderlas. La
clave para la comprensión de las cualidades del agua no se encuentran en su
composición química, sino en la interconexión de sus moléculas. La verdadera
unidad de análisis biológico es la célula viviente, que posee las propiedades
básicas del organismo vivo.
¿Cuál es
la unidad de pensamiento verbal que reúne estos requerimientos? A esta pregunta
respondemos que se puede hallar en el aspecto interno de la palabra, en su
significado. Muy pocas investigaciones sobre el aspecto interno del habla han
sido llevadas tan lejos, y la psicología suministra escasos aportes acerca del
significado de las palabras, que, por otra parte, no pueden aplicarse en igual sentido
a todas las otras imágenes y actos del pensamiento. La naturaleza del
significado como tal no está clara, aunque es en él que el pensamiento y el
habla se unen para constituir el pensamiento verbal. Es, entonces, en el
significado donde pueden hallarse las respuestas a nuestras preguntas sobre la
relación entre inteligencia y palabra.
Nuestra
investigación experimental, así como el análisis teórico, sugieren que tanto la
Gestalt como la psicología asociacionista han estado buscando la naturaleza
intrínseca del significado de las palabras por caminos equivocados. Una palabra
no se refiere a un solo objeto, sino a un grupo o a una clase de objetos, y
cada una de ellas es, por lo tanto, también, una generalización. Esta última
constituye un acto verbal del pensamiento y refleja la realidad en un sentido
bastante distinto del que la reflejan la sensación y la percepción; tal
diferencia cualitativa está implicada en la proposición de que existe un salto
dialéctico no sólo entre la ausencia total de conciencia (en la materia
inanimada) y la sensación, sino también entre sensación y pensamiento. Hay
diversas razones que nos hacen suponer que la distinción cualitativa entre
sensación y pensamiento es la presencia, en el último, de un reflejo
generalizado de la realidad, el cual constituye también la esencia del
significado de las palabras; y consecuentemente ese significado es una parte
inalienable de la palabra como tal, que pertenece, de este modo, tanto al
dominio del lenguaje como al del pensamiento. Una palabra sin significado es un
sonido vacío, no una parte del lenguaje humano. Puesto que el significado de
las palabras es tanto pensamiento como habla, encontramos en él la unidad del
pensamiento verbal que buscamos. Claramente, entonces, el método que debemos
seguir en nuestra exploración de la naturaleza del pensamiento verbal es el del
análisis semántico -el estudio del desarrollo, el funcionamiento y la
estructura de esta unidad que contiene al pensamiento y al lenguaje
interrelacionados.
Este
método combina las ventajas del análisis y la síntesis, y permite el estudio
adecuado de los totales complejos. Como ilustración, permítasenos hablar de
otro aspecto de nuestro tema, también olvidado sin razón en las investigaciones
anteriores. La función primaria del lenguaje es la comunicación, el intercambio
social. Cuando se estudiaba el lenguaje a través de su análisis en elementos,
esta función estaba disociada también de su función intelectual, eran tratadas
como pi fueran funciones separadas, aunque paralelas, sin prestar atención a su
evolución estructural y evolutiva; no obstante, el significado de la palabra es
una unidad de ambas funciones. Para la psicología científica es un axioma que
el entendimiento entre las inteligencias resulta imposible sin una expresión
mediatizadora. En ausencia de un sistema de signos lingüísticos u otros, sólo
es posible el más primitivo y limitado' tipo de comunicación; ésta, que se
manifiesta por medio de movimientos expresivos, observados fundamentalmente
entre los animales, no es tanto comunicación como expresión de afecto. Un ganso
asustado que se da cuenta súbitamente de un peligro y excita a toda la bandada
con sus gritos, no les cuenta a los otros lo que ha visto, pero les contagia su
miedo.
La
transmisión racional, intencional, de la experiencia y el pensamiento a los
demás requiere un sistema mediatizador, y el prototipo de éste es el lenguaje
humano nacido de la necesidad de intercomunicación durante el trabajo. De
acuerdo con la tendencia dominante, la psicología ha descripto el problema,
hasta hace muy poco tiempo, de un modo extremadamente simplificado. Se
considera en primer lugar, que el me dio de comunicación es el signo (la
palabra o sonido) ; 'que a través de sucesos simultáneos un sonido puede
asociarse con el contenido de alguna experiencia, y servir entonces para
transmitir el mismo contenido a otros seres humanos.
Un estudio
más preciso del desarrollo de la comprensión y la comunicación en la infancia,
sin embargo, ha llevado a la conclusión de que la verdadera comunicación
requiere significado, o sea, tanto generalización como signos. De acuerdo a la
penetrante descripción de Eduardo Sapir el mundo de la experiencia puede ser
ampliamente simplificado y generalizado antes de traducirse en símbolos. Sólo
de esta forma se hace posible la comunicación, puesto que la experiencia
individual reside únicamente en su propia conciencia, y es, estrictamente
hablando, no comunicable. Para convertirse en transmisible debe ser incluida en
una determinada categoría, que por convención tácita, la sociedad humana
considera como una unidad. De este modo, la comunicación verdadera presupone
una actitud generalizadora, que es una etapa avanzada en el desarrollo del
significado de las palabras. Las formas superiores del intercambio humano son
posibles sólo porque el pensamiento del hombre refleja una realidad
conceptualizada, y ésta es la razón por la cual ciertos pensamientos no pueden
ser comunicados a los niños, aunque estén familiarizados con las palabras
necesarias, pues puede faltar el concepto adecuadamente generalizado que
asegure la comprensión total. Tolstoi dice en sus escritos sobre educación,
que, a menudo, los niños tienen dificultad para aprender una nueva palabra, no
a causa de su pronunciación, sino del concepto al cual se refieren. Cuando el
concepto ha madurado, casi siempre hay una palabra disponible.
La
concepción del significado de la palabra como una unidad que comprende tanto el
pensamiento generalizado como el intercambio social, es de un valor
incalculable para el estudio del pensamiento y el lenguaje; permite el
verdadero análisis causal-genético, el estudio sistemático de las relaciones
entre el crecimiento de la capacidad de pensamiento del niño y su desarrollo
social. La interrelación de generalización y comunicación puede considerarse
como el segundo punto de nuestro estudio.
Consideramos
necesario mencionar aquí algunos de los problemas comprendidos en el área del
lenguaje que no fueron investigados específicamente en nuestros trabajos. El
primero de ellos es la relación entre el aspecto fonético y su significado.
Creemos que los importantes avances recientes, acaecidos en el campo de la
lingüística, se deben en gran medida a los cambios introducidos en el método de
análisis. Los lingüistas tradicionales, con su concepción del sonido como un
elemento independiente del habla, lo consideraron aislado, como unidad de
análisis; en consecuencia, lo concentraron más en la fisiología y en la
acústica que en la psicología del lenguaje. Los lingüistas modernos utilizan el
fonema, la más pequeña unidad fonética indivisible que afecta al significado y
es, por lo tanto, característica del habla humana, distinta de otros sonidos.
Su introducción como unidad de análisis ha beneficiado tanto a la psicología
como a la lingüística. El valor de la aplicación de este método se pone de
manifiesto a través de los beneficios concretos alcanzados por su intermedio.
Esencialmente, es idéntico al método de análisis de unidades, diferente del de
elementos, usado en nuestra propia investigación.
La
fecundidad de nuestro método se demuestra también en otros problemas como los
concernientes a las relaciones entre funciones, o entre la conciencia como
totalidad. y sus partes. Una breve referencia al menos sobre uno de ellos
indicará la dirección que seguirán nuestros estudios futuros, y señalará, al
mismo tiempo, la importancia del presente. Consideraremos la relación entre la
inteligencia y el afecto, cuya separación como objetos de estudio es el punto
más débil de la psicología tradicional,' puesto que hacen aparecer el proceso
de pensamiento como una corriente autónoma de "pensamientos que se piensan
a sí mismos", segregada de la plenitud vital, de los intereses y
necesidades personales, de las inclinaciones e impulsos del sujeto que piensa.
Tal pensamiento segregado debe ser visto ya como un epifenómeno sin significado,
incapaz de cambiar nada en la vida o en la conducta de una persona, o más aún
como una especie de fuerza primitiva que ejerce influencia de un modo
inexplicable y misterioso sobre la vida de los individuos. De este modo se
cierra la puerta al tema de la causa y el origen de nuestros pensamientos,
puesto que el análisis determinista requiere aclaración de las fuerzas motrices
que dirigen el pensamiento dentro de uno u otro cauce. Del mismo modo, el viejo
enfoque impide cualquier estudio fecundo del proceso inverso, la influencia del
pensamiento sobre los procesos afectivos y volitivos.
El
análisis de las unidades señala el camino hacia la solución de estos problemas
vitalmente importantes. Demuestra la existencia de un sistema dinámico de
significados en el cual se encuentra la unidad afectiva e intelectual. Muestra
que cada idea contiene una actitud afectiva transmutada hacia el trozo de
realidad al cual se refiere. Avanzando, nos permite delinear la trayectoria que
va desde las necesidades e impulsos de un individuo hasta la dirección
específica que toman sus pensamientos, y el camino inverso de éstos hacia su
conducta y actividad. Este ejemplo puede ser suficiente para mostrar que el
método utilizado en este estudio del pensamiento y el lenguaje es también una
herramienta promisoria para investigar la relación entre el pensamiento verbal
y la conciencia como un todo y con sus otras funciones esenciales.
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