Nota introductoria
Las fantasías
delirantes de los paranoicos, que tienen por contenido la grandeza y los
padecimientos del yo propio, y afloran en formas totalmente típicas, casi
monótonas, son universalmente conocidas. Además, innumerables comunicaciones
nos han familiarizado con las raras escenificaciones bajo las cuales ciertos
perversos obtienen su satisfacción sexual -en la idea o en la realidad-. En
cambio, a muchos puede sonarles a novedad enterarse de que formaciones
psíquicas en un todo análogas se presentan de manera regular en todas las
psiconeurosis, en especial la histeria, y de que en ellas -las llamadas fantasías
{Phantasie} histéricas- se pueden discernir importantes nexos para la causación
de los síntomas neuróticos.
Fuentes comunes y
arquetipo normal de todas estas creaciones de la fantasía son los llamados
sueños diurnos de los jóvenes, que ya han sido objeto de cierta atención, si
bien insuficiente, en la bibliografía. (ver nota) Siendo su frecuencia quizás
igual en ambos sexos, parecen ser enteramente eróticos en muchachas y señoras,
y en los varones, de naturaleza erótica o ambiciosa. Sin embargo, no sería lícito
relegar a un segundo plano el valor del factor erótico aun en los varones; es
que profundizando en sus sueños diurnos por lo común se averigua que han
realizado todas esas hazañas y conseguido esos logros sólo para agradar a una
mujer y para que ella los prefiera a otros hombres. (ver nota) Estas fantasías
son unos cumplimientos de deseo engendrados por la privación y la añoranza;
llevan el nombre de «sueños diurnos» con derecho, pues proporcionan la clave
para entender los sueños nocturnos, el núcleo de cuya formación no es otro que
estas fantasías diurnas complicadas, desfiguradas y mal entendidas por la
instancia psíquica conciente. (ver nota)
Esos sueños diurnos
son investidos con un interés grande, se los cultiva con esmero y las más de
las veces se los reserva con vergüenza, como si pertenecieran al más íntimo
patrimonio de la personalidad. Ahora bien, es fácil reconocer por la calle al
que va inmerso en su sueño diurno: se sonríe de manera repentina, como ausente;
conversa consigo mismo o apresura su andar hasta correr casi con lo cual marca
el punto culminante de la situación ensoñada.
Todos los ataques
histéricos que he podido indagar hasta ahora probaron ser unos tales sueños
diurnos de involuntaria emergencia. En efecto, la observación no deja subsistir
duda alguna: de estas fantasías, las hay tanto inconcientes como concientes, y
tan pronto como han devenido inconcientes pueden volverse también patógenas,
vale decir, expresarse en síntomas y ataques. En circunstancias propicias,
empero, es posible capturar con la conciencia alguna de estas últimas. Una de
mis pacientes, a quien yo había puesto sobre aviso en cuanto a sus fantasías,
me refirió que cierta vez se encontró llorando por la calle y, meditando
enseguida sobre el motivo, apresó la fantasía de que había entablado una
relación tierna con un virtuoso pianista notorio en la ciudad (aunque no lo
conocía personalmente), quien le había dado un hijo (ella no los tenía) y luego
la abandonó a su suerte, dejándolos en la miseria a ella y al niño. En este
pasaje de la novela le acudieron las lágrimas.
Las fantasías
inconcientes pueden haberlo sido desde siempre, haberse formado en lo
inconciente, o bien -caso más frecuente- fueron una vez fantasías concientes,
sueños diurnos, y luego se las olvidó adrede, cayeron en lo inconciente en
virtud de la «represión». En esta segunda alternativa su contenido pudo seguir
siendo el mismo o experimentar variaciones, de suerte que la fantasía ahora
inconciente sea un retoño de la antaño conciente. Por otra parte, la fantasía
inconciente mantiene un vínculo muy importante con la vida sexual de la
persona; en efecto, es idéntica a la fantasía que le sirvió para su
satisfacción sexual durante un período de masturbación. El acto masturbatorio
(en el sentido más lato: onanista) se componía en esa época de dos fragmentos:
la convocación de la fantasía y la operación activa de autosatisfacción en la
cima de ella. Como es sabido, esta composición consiste en una soldadura. (ver
nota) Originariamente la acción era una empresa autoerótica pura destinada a
ganar placer de un determinado lugar del cuerpo, que llamamos erógeno. Más
tarde esa acción se fusionó con una representación-deseo tomada del círculo del
amor de objeto y sirvió para realizar de una manera parcial la situación en que
aquella fantasía culminaba. Cuando luego la persona renuncia a esta clase de
satisfacción masturbatoria y fantaseada, la fantasía misma, de conciente que
era, deviene inconciente. Y si no se introduce otra modalidad de la
satisfacción sexual, si la persona permanece en la abstinencia y no consigue
sublimar su libido, vale decir, desviar la excitación sexual hacia una meta
superior, está dada la condición para que la fantasía inconciente se refresque,
prolifere y se abra paso como síntoma patológico, al menos en una parte de su
contenido, con todo el poder del ansia amorosa.
Para toda una serie
de síntomas histéricos, entonces, las fantasías inconcientes son los estadios
psíquicos previos más próximos. Los síntomas histéricos no son otra cosa que
las fantasías inconcientes figuradas mediante «conversión», y en la medida en
que son síntomas somáticos, con harta frecuencia están tomados del círculo de
las mismas sensaciones sexuales e inervaciones motrices que originariamente
acompañaron a la fantasía, todavía conciente en esa época. De esta manera en
verdad es deshecha la deshabituación del onanismo; y la meta última de todo el
proceso patológico, restablecer la satisfacción sexual en su momento primaria,
si bien nunca se consuma así, es alcanzada siempre en una suerte de
aproximación.
El interés de quien
estudia la histeria abandona pronto los síntomas para dirigirse a las fantasías
de las cuales proceden. La técnica psicoanalítica permite, primero, colegir
desde los síntomas estas fantasías inconcientes y, luego, hacer que devengan
concientes al enfermo. Y por este camino se ha descubierto que el contenido de
las fantasías inconcientes de los histéricos se corresponde en todos sus puntos
con las situaciones de satisfacción que los perversos llevan a cabo con
conciencia; y si uno es afecto a esa clase de ejemplos, no tiene más que
recordar las escenificaciones a que en el teatro de la historia universal se
entregaron a los césares romanos, cuya locura desde luego sólo fue posible por
el ¡limitado poderío de quienes creaban tales fantasías. También las
formaciones delirantes de los paranoicos son unas fantasías de esa índole, si
bien han devenido concientes de manera inmediata; sus portadores son los
componentes sado-masoquistas de la pulsión sexual. Y de igual modo pueden
hallar sus cabales correspondientes en ciertas fantasías inconcientes de los
histéricos. Por otra parte, es notorio el caso, que reviste importancia
práctica, de histéricos que no expresan sus fantasías en síntomas, sino en una
realización conciente, y así fingen y ponen en escena atentados, maltratos,
agresiones sexuales.
Todo cuanto puede
averiguarse acerca de la sexualidad de los psiconeuróticos se obtiene por este
camino de la indagación psicoanalítica, que lleva desde los llamativos síntomas
hasta las fantasías inconcientes escondidas; y entre eso averiguable, también
el hecho cuya comunicación pretendo situar en el primer plano de esta pequeña
publicación provisional.
El nexo de las
fantasías con los síntomas no es simple, sino múltiple y complejo,
probablemente a consecuencia de las dificultades con que tropieza el afán de
las fantasías inconcientes por procurarse una expresión. (ver nota) Por regla
general, o sea, dado un desarrollo completo y un prolongado lapso de permanencia
en la neurosis, un síntoma no corresponde a una única fantasía inconciente,
sino a una multitud de estas; por cierto que ello no de una manera arbitraria,
sino dentro de una composición sujeta a leyes. Es muy posible que al comienzo
del caso clínico no se encuentren desarrolladas todas esas complicaciones.
En vista de su
interés general, me extralimito del tema de esta comunicación para insertar una
serie de fórmulas que se empeñan en agotar progresivamente la naturaleza de los
síntomas histéricos. Ellas no se contradicen entre sí, sino que corresponden en
parte a versiones más completas y deslindadas, en parte a la aplicación de
puntos de vista diferentes.
1. El síntoma
histérico es el símbolo mnémico de ciertas impresiones y vivencias
(traumáticas) eficaces.
2. El síntoma
histérico es el sustituto, producido mediante «conversión», del retorno
asociativo de esas vivencias traumáticas.
3. El síntoma
histérico es -como lo son también otras formaciones psíquicas- expresión de un
cumplimiento de deseo.
4. El síntoma
histérico es la realización de una fantasía inconciente al servicio del
cumplimiento de deseo.
5. El síntoma
histérico sirve a la satisfacción sexual y figura una parte de la vida sexual
de la persona (en correspondencia con uno de los componentes de la pulsión
sexual).
6. El síntoma
histérico corresponde al retorno de una modalidad de la satisfacción sexual que
fue real en la vida infantil y desde entonces fue reprimida.
7. El síntoma
histérico nace como un compromiso entre dos mociones pulsionales o afectivas
opuestas, una de las cuales se empeña en expresar una pulsión parcial o uno de
los componentes de la constitución sexual, mientras que la otra se empeña en
sofocarlos. (ver nota)
8. El síntoma
histérico puede asumir la subrogación de diversas mociones inconcientes no
sexuales, pero no puede carecer de un significado sexual.
Entre estas
diferentes definiciones, es la séptima la que expresa de manera más exhaustiva
la naturaleza del síntoma histérico como realización de una fantasía inconciente;
y, junto con la octava, es la que aprecia de manera correcta el significado del
factor sexual. Muchas de las fórmulas precedentes están contenidas en esta como
estadios previos.
A consecuencia de
este nexo entre síntomas y fantasías, no resulta difícil alcanzar, desde el
psicoanálisis de los síntomas, la noticia sobre los componentes de la pulsión
sexual que gobiernan al individuo, tal como lo expuse en mis Tres ensayos de
teoría sexual [1905d]. Ahora bien, esta indagación arroja, para muchos casos,
un resultado inesperado. Muestra que la resolución mediante una fantasía sexual
inconciente, o mediante una serie de fantasías de las cuales una, la más
sustantiva y originaria, es de naturaleza sexual, no basta respecto de
numerosos casos de síntomas; para la solución de estos hacen falta dos
fantasías sexuales, de las que una posee carácter masculino y femenino la otra,
de suerte que una de esas fantasías corresponde a una moción homosexual. La
tesis expresada en la fórmula 7 no es afectada por esta novedad; por tanto, un
síntoma histérico corresponde necesariamente a un compromiso entre una moción
libidinosa y una moción represora, pero además de ello puede responder a una
reunión de dos fantasías libidinosas de carácter sexual contrapuesto.
Me abstengo de
ejemplificar esta tesis. La experiencia me ha enseñado que análisis breves,
comprimidos en un extracto, nunca pueden causar la impresión demostrativa con
miras a la cual se los aduce. Y en cuanto a la comunicación de casos clínicos
analizados en plenitud, debo reservarla para otro lugar.
Me conformo, pues,
con enunciar la tesis y elucidar su significado:
9. Un síntoma
histérico es la expresión de una fantasía sexual inconciente masculina, por una
parte, y femenina, por la otra.
Señalo de manera
expresa que no pretendo para esta tesis la validez universal que he reclamado
para las otras fórmulas. Por lo que yo puedo ver, no se aplica ni a todos los
síntomas de un caso ni a todos los casos. Por el contrario, no, es difícil
pesquisar casos en que las mociones contrapuestas han hallado una expresión
sintomática separada, de suerte que los síntomas de la heterosexualidad y de la
homosexualidad pueden dividirse de manera tan neta como las fantasías ocultas
tras ellos. No obstante, el nexo que la novena fórmula asevera es bastante
frecuente y, donde se presenta, lo bastante significativo para merecer que se
lo destaque en particular. A mi entender, implica el estadio más alto de
complicación a que puede llegar el determinismo de un síntoma histérico, y por
tanto sólo es dable encontrarlo si la neurosis ha persistido largo tiempo y se
ha producido dentro de ella un gran trabajo de organización. (ver nota)
El significado
bisexual de síntomas histéricos, demostrable por lo menos en numerosos casos,
es por cierto una prueba interesante de la aseveración, por mí sustentada, de
que la disposición bisexual que suponemos en los seres humanos se puede
discernir con particular nitidez en los psiconeuróticos por medio del
psicoanálisis. (ver nota) Un proceso por entero análogo en este mismo campo es
el que sobreviene cuando el masturbador, en sus fantasías concientes, intenta
compenetrarse empáticamente tanto con el varón como con la mujer de la
situación representada; también en este caso hallamos correspondientes en
ciertos ataques histéricos en que la enferma juega al mismo tiempo los dos
papeles de la fantasía sexual que está en la base. Por ejemplo, como en un caso
observado por mí, con una mano aprieta el vestido contra el vientre (en papel
de mujer), y con la otra intenta arrancarla (en papel de varón). (ver nota)
Esta simultaneidad contradictoria da razón, en buena parte, del carácter
incomprensible de la situación, empero tan plásticamente figurada en el ataque,
y es por eso adecuadísima para ocultar la fantasía inconciente eficaz.
En el tratamiento
psicoanalítico es muy importante estar preparados para el significado bisexual
de un síntoma. Luego no hay que asombrarse ni despistarse si un síntoma
permanece en apariencia incólume por más que ya se haya resuelto uno de sus
significados sexuales. Es que todavía se apoya en el significado contrapuesto,
quizá no conjeturado. También puede observarse en el tratamiento de estos casos
cómo el enfermo se sirve, en el curso del análisis de uno de los significados
sexuales, del cómodo expediente de hacer continuos esguinces con sus
ocurrencias pasando al campo del significado contrario como si fuera una vía
contigua.
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