La inauguración de la Casa Verde,
en París, se remonta a 1978. Se trataba de un lugar de
acogida de niños de 0 a 3 años
acompañados por un adulto. La Casa Verde responde al
proyecto inicial de F. Dolto de
organizar una profilaxis precoz, alejándose del proyecto de
construir una guardería, ya que
en la Casa Verde nunca se deja solos a los niños.
La principal finalidad de esta
casa, considerada como un lugar de transición antes de
entrar en jardín de la infancia o
en la escuela maternal, era atenuar los efectos negativos que
pudiera tener una separación no
preparada. Al acoger a niños y a adultos, esta colaboración da
lugar a una separación
progresiva: “El grupo social coopera mucho mejor en la medida en que
hay significado, en palabras, de
las diferencias. La diversidad obliga a unos y otros a
colaborar entre todos en el
respeto a cada uno.”
Este paso del núcleo familiar a
la sociedad para el que prepara la Casa Verde y que se
lleva a cabo a través de una
mediación lingüística, se basa en un presupuesto ético principal:
todo sujeto, muy precozmente,
trata de comunicarse con los demás. Aquí nace la idea de
F. Dolto de restablecer en un
lugar social, “la invitación al lenguaje comprensible, a la
camaradería con niños diferentes,
a la ayuda mutua”. Esto lo comprobaba cada día
y la
preocupaba porque veía que los adultos no lo tomaban en consideración:
“Estamos en los
balbuceos de un descubrimiento esencial: que el ser humano
es un ser de lenguaje desde su
concepción; que hay un deseo que habita en todo ser humano;
que tiene potencialidades que
nosotros apoyamos o «negativamos».”
Tanto, que toda violencia en
torno a esta búsqueda de contacto causa un trauma, una “microneurosis
precoz”. Esas cosas no dichas y
esos malentendidos suelen afectar a la autonomía del
deseo del niño, contribuyendo a
que se produzcan trastornos afectivos, incluso psicológicos.
Desde este punto de vista, lo que
F. Dolto observaba es que el aislamiento del
niño con los padres, reforzado
por la vida urbana, entraña algunos riesgos. Por eso no es
extraño que el destete haya sido
una de las prioridades en la Casa Verde: “Se trabaja para la
prevención del destete, que
equivale a la prevención de la violencia y, por lo tanto, de los
dramas sociales.” Por lo tanto, tampoco es extraño que el éxito de la
Casa Verde obedezca al hecho de
que en ella el niño tiene acceso a una autonomía precoz. Por
este movimiento liberador, se
aseguraba de que se estaba evitando una alienación familiar:
“Así, su madre puede también, en
su vida cotidiana, irse liberando de la esclavitud en la que
la mayoría de las madres se dejan
atrapar, presas de un interés exclusivo por sus hijos,
con el peligro que esto acarrea
para su educación.”
Así, lo principal del
funcionamiento de la Casa Verde es la presencia de los padres,
tranquilizadora para el niño
cuando éste empieza a explorar, a su ritmo, un entorno
extrafamiliar. Los encuentros
entre padres, acompañantes y niños, el hecho de pasarlo bien,
equivalen a una nueva forma de
prevención, una forma de profilaxis social. F. Dolto
calificaba a esta prevención
precoz de trabajo de información y de desengaño: “La prevención
tiene que guiar sobre todo la
actitud de los padres durante la vida fetal, la manera en que se
representan al niño y tienen
intercambios con él; después, en el nacimiento y durante los
primeros meses.”
La finalidad de la Casa Verde es,
pues, dejar que el niño adquiera la seguridad de ser
él mismo: “Primero hay que
asegurarse de que se es uno mismo y de que este «uno mismo»
está en una seguridad tal que en
cualquier parte se sabe lo que el cuerpo necesita y no se deja
uno engañar por el oído, la
vista...” . Pues, como se puede comprobar
cada vez que un niño abandona la
Casa Verde, si todo ha ido bien, el niño sale con una
confianza adquirida en y con el
grupo.
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