Psicología de los sueños oníricos.
En circunstancias en las cuales hubiese sido natural despertarse se
producen sueños.
Es imposible esclarecer totalmente el sueño como proceso psíquico. La
más minuciosa investigación del sueño [o de otra función aislada] no es
suficiente para una deducción sobre la construcción y funcionamiento del
instrumento anímico, se necesita de la comparación de funciones.
A]
EL OLVIDO DE LOS SUEÑOS
Nuestra memoria es incapaz para la conservación completa y fiel del
sueño. Deformamos el sueño al intentar reproducirlo, esto es la elaboración secundaria del sueño por la
instancia del pensamiento normal [es parte de la elaboración por la que pasan
regularmente las ideas latentes a consecuencia de la censura]. Las
modificaciones que experimenta al ser recordado y transformado en palabras no
es arbitraria. Cuando una serie de ideas deja indeterminado un elemento, hay
otra que lo determina. Dichas modificaciones se hallan asociativamente
enlazadas con el contenido, al que sustituyen, y nos muestran el camino que
conduce a este contenido [que puede, a su vez, ser sustitución de otro].
La duda de la reproducción exacta del sueño o de datos aislados del
mismo es una derivación de la resistencia que se opone al acceso de las ideas
latentes a la conciencia [resistencia que no queda siempre agotada con los
desplazamientos y sustituciones y recae en forma de duda sobre lo que ha dejado
pasar].
Cuando un elemento del sueño, ya borroso de por sí, se muestra, además,
atacado por la duda, esto es una indicación de que constituye un derivado
directo de una de las ideas latentes proscritas.
La duda es un elemento de la resistencia psíquica.
Todo aquello que dificulta
la continuación de la labor analítica es una resistencia.
El sueño se nos va olvidando paulatinamente a partir del momento en que
despertamos. Todo aquello que el olvido ha suprimido del contenido manifiesto
puede ser reconstruido, con frecuencia, en el análisis. El olvido es, en su mayor parte, efecto de la resistencia (la que es
creada por la represión).
Los sueños no son objeto de un olvido mayor, ni menor del que recae
sobre los demás actos psíquicos, y su adherencia a la memoria equivale a la de
las demás funciones anímicas.
La interpretación de sueños antiguos tropieza con menores dificultades que la emprendida a los recién soñados.
La interpretación de un sueño no se consigue siempre de primer momento.
No se debe considerar como terminada una completa interpretación, que se
muestre coherente, llena de sentido y explique todos los elementos del
contenido manifiesto.
No todo sueño puede obtener una interpretación, aquellos poderes
psíquicos de los que depende la deformación actúan en contra de la labor
interpretadora.
Toda una serie de sueños que se suceden reposan con frecuencia sobre
los mismos fundamentos, y deben ser sometidos conjuntamente a la
interpretación. Los sueños diferentes de una misma noche deben ser considerados
como una totalidad.
Ombligo del sueño: punto ligado a
lo desconocido. Las ideas latentes no llegan nunca a un límite y tenemos que
dejarlas perderse en el tejido reticular de nuestro mundo intelectual.
El sueño no se hubiese formado si la resistencia hubiera regido durante
la noche como en la vigilia [diferente funcionamiento de las fuerzas
psíquicas]. No desaparece por completo, la deformación impuesta depende de
ella]. Al despertar halla todas sus energías y vuelve a suprimir aquello que
tuvo que aceptar cuando se encontraba debilitada [olvido].
El estado de reposo hace
posible la formación de los sueños disminuyendo la censura endopsíquica.
La presión de la censura es la base real del predominio de las
asociaciones superficiales, las que sustituyen a las profundas porque la
censura cierra los caminos normales de enlace.
La censura se dirige únicamente contra la conexión de dos ideas, que se
separan con el fin de eludir sus efectos y pasan sucesivamente a la conciencia,
quedando oculta su conexión y apareciendo entre ambas un enlace superficial que
surge desde otro ángulo del complejo de representaciones, distinto de aquel del
que parte la conexión reprimida. La forma en que generalmente aparecen es
absurda.
La representación final de la que el paciente no sospecha es la
referente al analista.
En la interpretación se sigue un camino que va desde el contenido manifiesto
a las ideas latentes [la elaboración sigue el camino contrario y no es
verosímil que estos caminos sean transitables en el sentido contrario]. En la
vigilia surgen asociaciones de ideas que van a encontrarse con las ideas
intermedias y las ideas latentes en diferentes lugares. La mayor intensidad de
la resistencia durante la vigilia impone, probablemente, nuevos y más lejanos
rodeos. El número y la naturaleza de las ideas colaterales que tejemos durante
el día, carece de importancia psicológica, con tal de que nos lleven a las
ideas latentes buscadas.
B]
LA REGRESIÓN
Sueño: acto psíquico
importante y completo, su fuerza impulsora es un deseo por realizarse; su
aspecto, en el que nos es imposible reconocer tal deseo, y sus singularidades y
absurdidades, proceden de la censura psíquica que ha actuado sobre él en su
formación. En su formación ha colaborado la necesidad de condensar el material
psíquico para que pueda ser representado en imágenes sensoriales, y además
[aunque no regularmente] el cuidado de que el producto onírico presente un
aspecto inteligible.
Es una reflexión que se introduce como una situación presente y
percibida por los sentidos como un suceso de la vigilia. Una idea, casi siempre
la que entraña el deseo, queda objetivada en el sueño, y se presenta en forma
de escena vivida.
Hay, además, en todo sueño, algo externo, elementos pensados o sabidos
como en vigilia.
Comparación del aparato psíquico con un microscopio:
La localidad psíquica sería un lugar situado en el interior de este aparato,
serían lugares ideales, sin elementos concretos.
Los elementos serían las "instancias o sistemas" [con una
orientación constante, en el telescopio, uno detrás de otro]. En determinados
actos psíquicos, la excitación recorre los sistemas conforme a una
sucesión temporal determinada, orden que
puede ser modificado en otros procesos.
Los componentes del aparato son "sistemas. psi". Este aparato
posee una dirección. Toda nuestra actividad psíquica parte de estímulos
[internos o externos] y termina en inervaciones. Tiene un extremo sensible y otro motor.
El extremo sensible recibe las percepciones.
El extremo motor abre las esclusas de la motilidad.
En general, el acto psíquico se desarrolla, desde el primero hasta el
segundo.
Las percepciones dejan en nuestro aparato psíquico "huellas
mnémicas", cuya función es la memoria, y consisten en modificaciones
permanentes de los elementos del sistema.
Los estímulos de percepción son acogidos por un sistema anterior que no
conserva nada de ellos, el cual carece memoria. Detrás de éste hay otro sistema
que transforma la excitación momentánea en huellas duraderas.
De las percepciones perdura algo más que su contenido. Estas están
enlazadas entre sí en la memoria [conforme sobre todo a su coincidencia en el
tiempo]: asociación. Los sistemas
mnémicos constituyen la base de la asociación, que consistirá en, siguiendo la
menor resistencia, se propagará la excitación de un elemento Hm a un segundo
elemento. En cada uno de los sistemas Hm hay una fijación distinta de la
excitación propagada por los elementos P. En los sistemas Hm más alejados a
éste último, quedará ordenado el mismo material según otros distintos órdenes
de coincidencia.
El sistema P aporta a nuestra
conciencia toda la variedad de las cualidades sensibles.
"Nuestros recuerdos" son inconcientes en sí. Pueden devenir
concientes, pero despliegan todos sus efectos en estado inconciente. Cuando se
hacen concientes, no muestran cualidad sensible, o es muy pequeña, en
comparación con las percepciones.
Nuestro carácter reposa sobre las Hms. de nuestras impresiones
[aquellas que han actuado más intensamente sobre nosotros].
Dos instancias psíquicas: una somete a crítica a la otra, crítica de la
que resulta la exclusión de esta última de la conciencia. La instancia crítica
mantiene relaciones más íntimas con la conciencia que la criticada, hallándose
entre ésta y la conciencia, a modo de pantalla. La instancia crítica dirige
nuestra vida despierta y decide sobre nuestra actividad voluntaria y conciente.
El sistema crítico queda situado en el extremo motor: Preconciente [sus
procesos de excitación pueden pasar directamente a la conciencia si se cumplen
determinadas condiciones], posee la llave a la motilidad voluntaria. Detrás del
Preconciente se encuentra el Inconciente que se comunica con la conciencia a
través del preconciente, sistema que le impone al proceso de excitación,
determinadas transformaciones [En un esquema lineal, el sistema siguiente al
preconciente es la conciencia: P=C]
El estímulo de la formación del sueño lo hallamos en el Inconciente,
pero esta formación se halla forzada a enlazarse con las ideas latentes que
pertenecen al sistema preconciente. La fuerza impulsora del sueño es
proporcionada por el sistema inconciente. Este estímulo onírico exteriorizará
[como los demás productos mentales] la tendencia a propagarse al sistema
preconciente y pasar de éste al conciente. Durante el día aparece desplazado
por la censura de la resistencia, y para las ideas latentes el acceso a la
conciencia. El relajamiento de la censura entre lo preconciente y lo
inconciente puede explicarnos los productos exentos de imágenes sensoriales.
La regresión es una de las más importantes peculiaridades del fenómeno
onírico, pero no es únicamente de los sueños, también el recordar voluntario,
la reflexión y otros procesos parciales de nuestro pensamiento corresponden a
un retroceso dentro del aparato psíquico. Pero en la vigilia no va nunca más
allá de las imágenes mnémicas, y no llega a reavivar las imágenes de
percepción, convirtiéndolas en alucinaciones.
La elaboración onírica es la transmutación de todos los valores
psíquicos, despoja de su intensidad a unas representaciones para transferirla a
otras. Esta modificación del proceso psíquico acostumbrado es la que hace
posible cargar al sistema de las P hasta la total vitalidad en dirección
inversa, partiendo de las ideas.
La regresión se produce cuando la representación queda transformada, en
el sueño, en aquella imagen sensible de la que nació. Las relaciones
intelectuales de las ideas latentes no se hallan contenidas en los primeros
sistemas Hm, sino en otros anteriores a ellos, y tienen que perder su expresión
en el proceso regresivo hasta las imágenes de percepción. "La regresión
descompone en su material bruto el ajuste de las ideas latentes". Resulta
posible esta regresión porque se producen modificaciones en las cargas de
energía de cada una de los sistemas.
Durante el día existe una
corriente continua desde el sistema psi
de las P hasta la motilidad [que cesa por la noche y no presenta obstáculo para
la regresión de la excitación].
El sueño como sustitución de la escena infantil, que fue modificada por
su transferencia a lo reciente: ésta no puede conseguir su renovación real y
retorna como sueño. Muchas veces deseos del sueño aparecen derivados de sucesos
infantiles o de fantasías basadas en ellos.
La transformación de las ideas en imágenes puede ser consecuencia de la
atracción que el recuerdo, representado visualmente, y que tiende a resucitar,
ejerce sobre las ideas privadas de conciencia, que aspiran a hallar una
expresión.
La regresión es un efecto de la resistencia que se opone al avance de
la idea hasta la conciencia por el camino normal, y de la atracción simultánea
que los recuerdos sensoriales dados ejercen sobre ella.
La represión de una idea es llevada a cabo por la acción conjunta de
dos factores que actúan sobre ella: por un lado es rechazada [censura de lo
conciente] y por el otro atraída [lo inconciente].
El proceso de la transferencia de energía habrá de ser [en procesos
patológicos como el sueño] muy distinto del que se desarrolla en las
regresiones de la vida anímica normal, ya que en los primeros, hay una carga
alucinatoria de los sistemas de la percepción.
Tres clases de regresión:
a] Una regresión tópica: en el sentido de
los sistemas psi.
b] Una regresión temporal: retorno a
formaciones psíquicas anteriores
c] Una regresión formal: cuando las formas
de expresión y representación acostumbradas quedan sustituidas por formas
correspondientes primitivas.
Las tres son en el fondo una misma cosa y coinciden en la mayoría de
los casos.
El acto de soñar es en sí una regresión a las más tempranas
circunstancias del soñador, una resurrección de la infancia, con todos sus
impulsos instintivos y sus formas expresivas.
C]
LA REALIZACIÓN DE DESEOS
Supone una contradicción a la teoría de Freud la existencia de sueños
de angustia.
El sueño entraña un sentido, un valor y una realización de deseos. El
deseo insatisfecho en el día no basta para la formación de un sueño en el
adulto. Éste puede contribuir, pero es necesariamente robustecido por otros
factores que proceden de lo inconciente. El
deseo conciente sólo se constituye en estímulo del sueño cuando consigue
despertar un deseo inconciente de efecto paralelo con el que reforzar su
energía. Tales deseos inconcientes se hallan siempre en actividad y
dispuestos a conseguir una expresión en cuanto se les ofrece ocasión para
aliarse con un sentimiento procedente de lo conciente y transferirle su mayor
intensidad.
Los deseos reprimidos son de origen infantil. El deseo representado en el sueño tiene que ser un deseo infantil. En
los adultos proceden de lo inconciente. En los niños en quienes no existe la
censura, y la separación entre el Preconciente y el Inconciente, o en los que
empieza a establecerse poco a poco, el deseo es un deseo insatisfecho, pero no
reprimido de la vida despierta.
Estímulos psíquicos que proceden de la vida despierta y no tienen el
carácter de deseos:
* Los problemas no resueltos
* La multiplicidad de impresiones diversas
* Las preocupaciones que nos atormentan
Continúan la actividad mental durante el reposo y mantienen el
desarrollo de procesos anímicos en el sistema preconciente.
1] Procesos que durante el día no han podido llegar a tiempo, por haber
quedado interrumpidos a causa de una circunstancia cualquiera.
2] Lo que ha permanecido interrumpido por paralización de nuestra
energía mental.
3] Aquello que hemos rechazado y reprimido durante el día.
4] Aquello que la labor diurna de lo preconciente ha estimulado en
nuestro inconciente [el más importante].
5] Impresiones diurnas indiferentes e inderivadas.
Las intensidades psíquicas que los restos diurnos introducen en el
estado de reposo constituyen excitaciones que luchan por alcanzar una expresión
durante la noche. Mientras tenemos conciencia de nuestros estados mentales no
podemos conciliar el reposo. Hay modificaciones de las cargas en el sistema
preconciente, pero no en el sistema inconciente [a no ser secundarias]. La
excitación nocturna desarrollada en el Preconciente no encuentra otro camino
que el seguido por las excitaciones optativas procedentes del Inconciente y
tiene que buscar refuerzo en este último y dar los rodeos de las excitaciones
inconcientes.
Los restos diurnos preconcientes penetran en gran número en el sueño,
utilizan su contenido manifiesto para imponerse a la conciencia también durante
la noche, llegando incluso a dominar el contenido del sueño y a obligarle a
continuar la labor diurna. Los restos
diurnos pueden tener el carácter deseos.
Cuando el sueño encuentra en las ideas latentes un material de
naturaleza opuesta a la realización de deseos [cuando entrañan una
preocupación, una reflexión dolorosa o un conocimiento penoso]:
a] La elaboración
consigue sustituir todas las representaciones displacientes por
representaciones contrarias y reprimir los efectos displacientes que a las
primeras corresponden; resulta así un sueño de satisfacción, una franca
realización de deseos.
b] Las
representaciones penosas pasan más o menos transformadas, pero bien
reconocibles, al contenido manifiesto. Tales sueños de contenido penoso pueden
causar indiferencia en el sujeto, traer efectos displacientes o provocar la
interrupción del reposo por la angustia.
También estos últimos son realizaciones de deseos, que son inconcientes
y reprimidos, cuya satisfacción habría de ser sentida con displacer por el yo,
ha aprovechado la ocasión que le es ofrecida por la carga psíquica de los
restos diurnos penosos y le ha prestado su apoyo, haciéndolos susceptibles de
provocar un sueño.
En el caso "b" surge la discordia entre lo conciente y lo
inconciente [lo reprimido y el yo]. La satisfacción producida por la
realización del deseo reprimido puede ser tan grande, que equilibre todos los
afectos penosos correspondientes a los restos diurnos [el matiz afectivo
indiferente, es por un lado la realización de un deseo y por otro la
realización de algo temido]. También puede suceder que el yo tome una parte
mayor en la formación del sueño y reaccione con indignación contra la
satisfacción lograda por deseo reprimido, lo que provoca afectos displacientes
y puede llegar a poner fin al sueño,
interrumpiendo el reposo con el desarrollo de la angustia.
Los sueños de angustia pueden ser también punitivos, en ellos queda realizado un deseo inconciente. Es un
castigo del soñador por un deseo ilícito reprimido. En estos casos tiene una
amplia participación el yo, antítesis con lo reprimido. Éstos no se hallan
generalmente enlazados a la condición de la existencia de restos diurnos
penosos. Surgen con mayor facilidad en circunstancias en las que los restos diurnos son
satisfactorios, pero expresan satisfacciones ilícitas. Su carácter esencial
sería que en ellos no es el deseo inconciente procedente de lo reprimido [del
sistema inconciente] el que se constituye en formador del sueño, sino que el
deseo reacciona a él, procedente del yo aunque también inconciente
[preconciente].
Algunas veces se reúnen ambos caracteres: la labor diurna provoca un
deseo inconciente, y ésta crea entonces el sueño. También puede haber sueños
mantenidos por más de un deseo. En la mayoría de los sueños hallamos un centro
que posee una especial intensidad sensorial, que constituye regularmente la
representación directa de la realización de deseos, pues cuando deshacemos los
desplazamientos de la elaboración hallamos sustituida la intensidad psíquica de
los elementos de las ideas latentes por la intensidad sensorial de los
elementos del contenido manifiesto.
Todo sueño revela una conexión con una impresión diurna reciente y a
veces indiferente. La representación inconciente es incapaz, como tal, de
llegar a lo preconciente. Lo único que puede hacer es exteriorizar en él un
efecto, enlazándose con una representación preconciente no censurable, a la que
transfiere su intensidad y detrás de la cual se oculta: transferencia. No consienten en servir de encubrimiento a una
representación reprimida aquellas otras representaciones preconcientes o
concientes que han atraído sobre sí la atención activa de lo preconciente. Se
enlazará con impresiones y representaciones que han quedado desatendidas, o
aquellas de las que la atención quedó retirada a causa de haber sido condenadas
y rechazadas. Aquellas representaciones que han constituido ya una íntima
relación en un sentido, parecen rechazar nuevas conexiones. Elementos triviales
[restos diurnos]: nada tienen que temer por parte de la censura de la
resistencia [los recientes, no han tenido tiempo de establecer conexiones, y
los indiferentes, no han ofrecido ocasión de hacerlas]. Los restos diurnos
toman de lo inconciente la fuerza impulsora de lo reprimido y le ofrecen el
objeto de la transferencia. Su actuación es perturbadora, en cambio la del
sueño es protectora.
El aparato psíquico, para llegar a su estado actual ha tenido que pasar
por una evolución. En el estado anterior de su capacidad funcional el aparato
aspiró primeramente a mantenerse libre de estímulos en lo posible. Era un
aparato de reflexión que derivaba en el acto por los caminos motores las
excitaciones sensibles que le llegaban. Las condiciones de la vida vinieron a
perturbar esta sencilla función. Los primeros estímulos que le llegaron fueron
los correspondientes a las necesidades físicas. La excitación provocada por la
necesidad interna buscará una desviación en la motilidad, desviación que
podremos calificar de modificación
interna o de expresión de las emociones. El niño hambriento grita y
patalea, pero esto no modifica la situación, ya que la necesidad es una energía
de efecto continuado. La situación cambiará cuando por un medio cualquiera [en
el caso del niño, por auxilio ajeno] se llega al conocimiento de la experiencia
de satisfacción, que suprime la excitación interior. La aparición de
cierta percepción [el alimento], cuya imagen mnémica queda asociada con la
huella mnémica de la excitación emanada de la necesidad. En cuanto resurja la
necesidad, surgirá también [por la relación establecida] un impulso psíquico
que cargará de nuevo la imagen mnémica de dicha percepción y provocará
nuevamente ésta última [tenderá a reconstruir la situación de la primera
satisfacción]. Tal impulso es un deseo. La reaparición de la percepción es la
realización del deseo, y la carga psíquica completa de la percepción, por la
excitación emanada de la necesidad, es el camino más corto para llegar a dicha
realización. En un estado primitivo del aparato psíquico el deseo terminaría en una alucinación. Esta primera actividad
psíquica tiende a una identidad de percepción, o sea a la repetición de aquella
percepción que se halla enlazada con la satisfacción de la necesidad.
El establecimiento de la identidad de percepción no tiene, en otro
lugar, la consecuencia que aparece enlazada desde el exterior con la carga de
la misma percepción. La satisfacción no se verifica y la necesidad perdura.
Será necesario detener la regresión de manera que no vaya más allá de la huella
mnémica y pueda buscar, partiendo de ella, otros caminos que la conduzcan al
establecimiento de la identidad deseada en el mundo exterior. Esta coerción
y la derivación consiguiente de la excitación constituyen la labor de un
segundo sistema, que domina la motilidad voluntaria; un sistema en cuya función
se agrega ahora el empleo de la motilidad para fines antes recordados.
Realizando sus deseos por un breve camino regresivo, nos conserva el
sueño una muestra del funcionamiento abandonado luego por inadecuado al fin. El soñar es una parte de la vida anímica
infantil superada.
En la censura entre Inconciente y Preconciente tenemos que reconocer la
instancia que vela por nuestra salud mental. Cuando este guardián crítico se
entrega al reposo cierra la puerta que conduce a la motilidad. Cualesquiera que
sean los impulsos del Inconciente que surjan ahora a escena, podemos
permitirles esa libertad, pues siéndoles imposible poner en movimiento el
aparato motor, único que podría influir de una manera modificadora sobre el
mundo exterior, resultarán completamente inofensivos.
El sueño es siempre una realización de deseos, por ser una función del
sistema Inconciente, el cual no tiene otro fin que la realización de deseos y
no dispone de fuerzas distintas de los impulsos optativos.
También los síntomas tienen
que ser considerados como realizaciones de deseos de lo inconciente.
La determinación que no procede de lo inconciente es siempre un proceso
de reacción contra el deseo inconciente, por ejemplo, un autocastigo. El síntoma histérico nace cuando dos
realizaciones de deseos, contrarias y procedentes cada una de un sistema
psíquico distinto, pueden coincidir en una expresión.
El deseo de continuar durmiendo presta su ayuda en todos los sueños al
deseo inconciente. Durante todo el estado
de reposo sabemos tan seguramente que soñamos como que dormimos.
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