La antigua sociedad de la negatividad,
de la contradicción, del conflicto y el ocultamiento ha sido superada por la
actual sociedad de la positividad marcada por el imperativo de la
transparencia, porque hoy todo debe ser transparente.
La transparencia es la aceleración de
las acciones destinada a despojar el escenario de toda negatividad, porque en
la negatividad de lo otro el proceso se hace lento y se interrumpe, mientras
que en la transparencia de lo igual corre rápidamente.
La realidad se vuelve transparente
cuando se allana, se alisa, cuando se somete al control, a la operatividad, al
cálculo. El tiempo se vuelve transparente cuando se convierte en presente
perpetuo. Las imágenes se vuelven transparentes cuando se liberan de sentido y
de profundidad, un mero contacto directo cosa – ojo. Las cosas se vuelven
transparentes cuando se liberan de singularidad, todo similar en lo que su
única diferencia radica en el precio. El dinero es el gran igualador.
La Sociedad de la Transparencia es un
infierno de lo igual, es la nueva forma de llamar a la uniformidad.
La lengua en su absoluta transparencia
acelera el fenómeno comunicativo pero al mismo tiempo lo vuelve meramente
operacional, sin aristas, sin ambivalencia, la palabra clara y llana,
transparentemente comunicativa, sin encanto. La narración no es transparente
porque exige elección de caminos y sentidos, la ruta narrativa no acepta todo,
no le da todo lo mismo, es opaca y no transparente.
El tiempo se vuelve transparente cuando
la memoria se agrupa una encima de la otra, no una detrás de la otra, sin
profundidad histórica, memoria plana que no se recuerda ni se olvida. El tiempo
discurre así a alta velocidad y se disuelve en diversos presentes atomizados,
sin secuencia, sin narratividad.
Frente a toda esta transparencia hay
algo que no puede serlo, es el alma humana, porque el alma humana oculta zonas
propias no expuestas al otro. Por eso la pretensión del fin de la vida privada
es errónea ya que el hombre no puede ser transparente ni siquiera para sí
mismo. Toda relación humana requiere de la alteridad, de la zona oscura y
desconocida del otro.
Por eso la relación pretendidamente
transparente que elimina esas zonas desconocidas, elimina a mismo tiempo la
discreción y el recato, es territorio de la expresión absoluta, de la
sinceridad atroz. La relación transparente es una relación muerta, carente de
vitalidad.
A la transparencia hay que contraponer
la actitud de la distancia y la autonomía.
Contra la transparencia la ignorancia,
porque la reflexión se sustenta en el olvido y en el no saber, no en el
conocimiento total, quien reflexiona no conoce y va hacia el conocimiento, en
ese caso la ignorancia es virtud si tenemos en cuenta que la absoluta
información vuelve mero cálculo lo que debiera ser reflexión, la sociedad transparente
expulsa a la dialéctica, se desentiende de la duda y anula la interpretación.
La sociedad transparente es la sociedad
positiva que se despoja de toda negatividad, de todo dolor, es la pretensión
del bienestar total. Nietzsche sostenía que la profundidad humana se basa en
demorarse en lo negativo y que el espíritu nace precisamente del dolor, de la
fortaleza del sufrimiento, precisamente de todo aquello de lo que la sociedad
positiva huye.
Hasta el amor cae en este proceso de
aplanamiento ya que se pretende que sea una sucesión de situaciones agradables
y excitantes sin consecuencias, entendiendo al amor en su forma domesticada,
como parte del placer, transparente.
La política también se pretende
transparente, pero el problema radica en que la política transparente no es
política, porque es en esencia estrategia y la estrategia requiere del
ocultamiento, el secreto y hasta del engaño, y toda positividad supone la
inexistencia del secreto. Por eso la pretensión de absoluta transparencia es apolítica,
pospolítica y antipolítica porque la transparencia política es pura positividad
y por ende solo está destinada a confirmar lo que existe, pierde la pretensión
transformadora de la política, solo se dedica a conservar lo establecido y
administrar. La pospolítica es el imperio del "me gusta”3, donde las ideologías
se vuelven opiniones, opiniones sin consecuencias, apreciaciones, comentarios.
Es habitual suponer que transparencia es sinónimo de verdad, pero no es así, porque la verdad supone también la existencia de lo falso, y en cambio la transparencia no deja espacio para ninguna opacidad.
Sociedad de la
Exposición
La transparencia plantea la exposición
de la cosa, su cara, su faz (face), la visión total de su superficie, es lo
opuesto a la trascendencia.
En la sociedad expuesta cada sujeto es
su propio objeto, todo está visto, dado vuelta, desnudado, pornográficamente,
porque las cosas nunca se desvanecen en la oscuridad sino en el exceso de luz,
en lo más visible de lo visible, en la obscenidad. Las imágenes sometidas a
sobreexposición son inequívocas, incuestionables, no requieren análisis. Como
la imagen digital que es toda positividad, es perfecta, permanente, siempre
igual; a diferencia de la foto en papel que envejece, cambia, se degrada.
Para la sociedad de la comunicación toda
distancia es negatividad, es un obstáculo, y la transparencia requiere anular
la distancia, pero la consecuencia de la falta de distancia es la anulación de
la reflexión y la crítica. La falta de distancia es el fin de la mirada, porque
la mirada necesita distancia y al no tenerla anula la contemplación, mientras
que la complejidad lentifica la comunicación allanada sin obstáculos es la
máxima exposición que acelera.
Pero no se debe cometer el error de suponer que la falta de distancia de la transparencia es cercanía, por el contrario es la es aniquilación de lo cercano, porque la cercanía a la cosa requiere una cuota de lejanía de la cosa. 4
La sociedad de la
Evidencia
Paradójicamente, aunque plantea lo
contrario, la sociedad de la transparencia es enemiga del placer ya que el
placer requiere de la negatividad, requiere del displacer, el placer total,
pleno, se vuelve pornográfico y por ende sin placer, ya que el placer no
convive con el tiempo real sino con el preludio y el epílogo, la evidencia
anula la seducción, elimina la fantasía, solo queda lo operativo del placer, el
procedimiento.
Contra la transparencia se impone la apariencia, como decía Nietzsche, el ardid, el juego, allí radica el placer, en el secreto es donde se engendra la profundidad aun cuando se trate de apariencia, porque en la transparencia no hay profundidad posible porque no están permitidas las máscaras, y recordemos que el vocablo persona procede del griego "máscara".
La sociedad Porno
Es un error pensar que la transparencia
es el camino hacia la belleza porque lo bello necesita lo encubierto, lo no
evidente.
La total desnudez se vincula con el
concepto de lo sublime, que es aquello que va más allá de la belleza, supera la
imaginación y se vincula con la creación, según lo plantea Kant, pero el cuerpo
exhibido pornográficamente pasa de sublime a pobre, porque lo sublime no se
afirma en la exposición.
Precisamente el erotismo se diferencia
de la pornografía por su condición de tensión entre lo visible y lo no visible,
es la negatividad de la interrupción contra la positividad de la exhibición. A
la pornografía le falta la distancia de la seducción, porque la seducción
requiere de sustracción, de misterio, de demora, y la transparencia es pura
aceleración.
En materia de belleza las imágenes son
un factor central y Roland Barthes nos plantea la existencia de dos categorías
dentro del análisis de la imagen, la que se expone al me gusta/no me gusta, a
la noción rápida, a la que llama studium; y una segunda categoría de
análisis de la imagen es la que produce conmoción, la que sacude y apasiona,
que es el punctum.
A la fotografía común, uniforme, la
típica foto del reportaje, le falta punctum y solo es studium, ya
que el punctum interrumpe el continuo de la información del studium,
es ruptura, es desgarro, es conmoción, es demora.
Entre las fotos uniformes Barthes
incluye a las imágenes pornográficas, que son lisas, sin rupturas ni
ambigüedades, y hoy las imágenes que tienen similares características son las
mediáticas, que son todo studium, ninguna apasiona, solo generan un me
gusta. El punctum no es simultáneo a la mirada aparece cuando se
rememora la imagen, porque requiere tiempo de contemplación, no simplemente
devorar lo expuesto.
Las imágenes pornográficas son post hermenéuticas, es decir, no se leen ni interpretan, solo se miran cómo espectáculo.
La Sociedad de la
Aceleración
La sociedad transparente es cálculo y no
pensamiento. El pensamiento requiere caminos abiertos, insondables, tiene una
negatividad que lo transforma, mientras el cálculo es siempre el mismo, suma de
datos. El conocimiento tampoco es transparente, puede transformar con su
negatividad, pero a la información le falta negatividad.
La sociedad transparente es información
y no conocimiento. La información es un fenómeno de la transparencia porque
anula toda negatividad, es toda positividad, operación, performatividad,
procedimiento. Como la transparencia es vacío, para llenarla se vuelca en ella
una masa de información transparente que no genera ninguna verdad. La
hipercomunicación y la hiperinformación no hacen a la verdad, ni suman a la
comprensión.
La sociedad transparente es vivencia y no experiencia. La experiencia es transformadora, tiene temporalidad, pasado, mientras que la vivencia no modifica lo existente porque es todo presente. En la experiencia encontramos al otro, en la vivencia nos encontramos a nosotros mismos en todas partes allí donde el sujeto narcisista se funde en sí mismo y consigo mismo.
La Sociedad Íntima
El mundo actual ha perdido la distancia
teatral y se ve sumido en la cercanía de lo íntimo, es un mercado que vende y
consume intimidades. Se pasó del teatro de la representación al mercado de la
exposición.
La exposición de la intimidad tiene como
correlato la caída de la vida pública.
Las redes y Google le entregan al sujeto
solo aquello con lo que se vincula a gusto. La cercanía digital elimina lo
externo, la vida pública, la amenaza, lo otro, la crítica, privatiza el mundo,
la red se convierte en una zona de placer y bienestar, es lo cercano. La
ausencia de la vida pública deja un vacío en el que se derraman intimidades.
La esfera pública a falta de sentido se
ha vuelto el lugar de la exposición de lo privado, el lugar de lo público es
reemplazado por el de la publicación.
Tal como los cuerpos para Sartre, que son obscenos cuando sólo son carne, los procesos sociales son obscenos cuando carecen de sentido, de dirección, cuando son excesivos y superfluos, como la hiperactividad, la hipercomunicación y la hiperproducción.
La Sociedad de la
Información
La luz siempre ha sido una metáfora de
origen, Dios es luz o la Razón ilumina, y circula en base a su negatividad,
luz/oscuridad, iluminación/tinieblas, pero la absoluta luz, la de la
transparencia, anula esa dualidad y carece de trascendencia.
La transparencia no ilumina, irradia,
perfora, atraviesa, homogeniza e iguala. Por el contrario la luz de la
negatividad, la que da lugar a las sombras, genera jerarquías, niveles,
diferencias, y ordena, la luz es color y color es diferencia.
La caverna de Platón es un teatro y lo que
sus habitantes ven es la representación, el reflejo de una realidad que sucede
fuera de la caverna, la vida narrada, no ven la realidad cognitiva. La caverna
es un mundo de apariencias.
Pero la luz absoluta aniquila la
apariencia, la sombra o el reflejo, en la Sociedad
Transparente no hay lugar para el arte, la simulación y la poesía. Es una sociedad hiperreal.
La Sociedad del Control
Jean Baudrillard dijo presenciar a
finales del siglo XX el fin del panóptico perspectivista que presentó Jeremy
Bentham, lo que no sabía es que estaba comenzando a gestarse un nuevo panóptico
no perspectivista, el panóptico digital, más eficiente y total.
El panóptico de Bentham que establecía
el control visual de los pocos hacia los muchos era propio de la sociedad
disciplinaria del siglo XIX y XX, un control correccional que iba desde el
centro a la periferia. Los habitantes del panóptico sabían que estaban siendo
vigilados, rozaban la transparencia sin tocarla.
Pero nosotros, habitantes del siglo XXI,
del panóptico digital, creemos estar viviendo en libertad. El habitante del
panóptico digital colabora con su control, se expone, se desnuda, y no lo hace
coaccionado sino como fruto de su deseo. Este panóptico rompe la lógica
vertical del Poder, ya que la iluminación no es solo vertical de arriba hacia
abajo, se da hacia todos los sentidos y así la vigilancia se vuelve recíproca.
Por eso Poder y Transparencia no se
llevan bien, ya que el poder requiere de espacios secretos y ocultos. Pero la
lógica del control recíproco total aniquila la libertad y uniformiza.
Paradójicamente la confianza es el
factor que puede contraponerse al control total digital, ya que confiar es un
concepto que anida su propia negatividad, supone saber y no saber, y la
transparencia va contra la confianza, al no guardar ningún espacio ignorado.
Por eso la exigencia de transparencia aparece cuando desaparece la confianza.
La sociedad de la transparencia es la
sociedad de la desconfianza, y de la necesidad del control, por eso la
construcción de una sociedad de la transparencia es la asunción de la pérdida
de valores esenciales como lealtad y honradez y el reclamo acuciante de ser
controlados.
La sociedad de la transparencia sigue la
lógica de la sociedad del rendimiento, ya que su habitante no requiere de la
dominación externa para rendir, es su propia exigencia la que la lleva
adelante, el es su propio explotador en la creencia de gozar de libertad. El
mundo se ha vuelto un gran panóptico integrado, sin exterior, la vigilancia ya
no se recibe como un ataque a la libertad sino como una bendición de seguridad.
La sociedad de la transparencia no da
lugar a la construcción de ninguna comunidad, sino a una acumulación de
pluralidades de individuos aislados con algún fin en común pero sin un espíritu
común, no hay un afuera desde donde cuestionar. En la sociedad transparente no
se trata de un "nosotros".