La gente actúa con referencia recíproca. Hay una
variedad casi indefinida de cualidades que notamos y comprendemos en las
personas.
Nuestras
relaciones con el medio físico no están desprovistas de fuerte interés y
de emoción. Nuestras relaciones con los objetos excluyen toda una
dimensión de fenómenos: el dominio de acontecimientos psicológicos.
Lo
distintivo de las interacciones de persona a persona reside en que sólo
las personas nos responden. Las interacciones humanas son
acontecimientos que se hallan psicológicamente representados en cada uno
de los participantes.
Los
procesos psicológicos de los otros no nos pueden ser comunicados en
forma psicológica "pura". Sólo las energías físicas pueden abandonar una
persona y llegar a los órganos de los sentidos de otra: movimientos del
cuerpo, sonidos, cambios de la musculatura facial.
La
doctrina de la inferencia supone que traducimos las acciones observadas
en los demás en términos de nosotros mismos revistiéndolas, de este
modo, de un contenido psicológico. Existe poco respaldo de este supuesto
en la observación. Observamos por lo general las condiciones
psicológicas de otras personas en forma inmediata. Raramente acudimos a
algo similar a este procedimiento; sólo lo hacemos cuando falla la
comprensión más directa. Es dudoso que los adultos o los niños puedan
detenerse a observar los cambios que ocurren dentro de ellos cuando se
hallan bajo la angustia de una emoción, o que realmente lo hagan.
La
teoría estímulo-respuesta posee una dirección más realista por la que
se centra en las conexiones establecidas entre los actos de las
personas, en las consecuencias que las acciones de una de ellas poseen
sobre la situación de la otra. Otro de sus méritos consiste en acentuar
que la interacción no se encuentra hecha, sino que depende de un proceso
prolongado de aprendizaje.
Pero,
constituye un intento de negar que se manifiesten los procesos de
comprensión recíproca. Tal cosa es inherente a la concepción de
aprendizaje que utiliza, que consiste en un intento sistemático de pasar
por alto los hechos de la comprensión y reemplazarlos por operaciones
supuestamente más simples que acaban en los mismos resultados externos.
Propone que las acciones de una persona no constituyen algo que
comprendemos como surgido de su situación y carácter: consisten en
estímulos o claves que refuerzan las respuestas en nosotros de acuerdo
con las recompensas y castigos previos. Es dudoso que se pueda formar
conexiones entre las acciones de las personas, si los individuos no
poseen ya alguna comprensión del tipo de las que la doctrina se esfuerza
por eliminar. Los autores no se adhieren a su propia descripción de
interacción social. En realidad, admiten tácitamente todos los hechos de
la comprensión social, los significados corrientes de dar, tomar y
prometer.
La
aplicación actual de las concepciones de estímulo-respuesta, a los
hechos sociales, es más un programa que la consecuencia de una
investigación concreta.
Si
los demás constituyen exclusivamente medios para nuestras necesidades
individuales, debe reinterpretarse hasta la instancia más corriente de
acción de simpatía.
Observamos
en las acciones una cierta dirección de la persona hacia su medio. Al
seguir una acción vemos a la persona como la causa o el autor. Las
personas y sus acciones forman una unidad, de la cual la primera
constituye la fuente, origen o causa, y las segundas sus efectos. En vez
de una secuencia confusa de movimientos y cambios que se suceden
arbitrariamente, percibimos los movimientos como las propiedades de
unidades figurativas.
La
causación constituye una auténtica modalidad de organización
perceptual. (Gestalt)
Cuando
percibimos un acto dado proveniente de una persona, lo representamos
fenoménicamente como un motivo, una necesidad o una intensión.
Podemos
entender mejor la situación de los demás cuando hemos enfrentado
condiciones y problemas similares. Obtenemos un mayor entendimiento de
nosotros mismos mediante el conocimiento de los demás. Las mismas
capacidades de observar y comprender nos habilitan para seguir las
acciones de los demás y tomar parte en ellas.
La
interacción requiere en cada uno de los participantes una organización
nueva y singular que ya no puede subdividirse. Los participantes se
hallan en un campo común, se dirigen unos a otros, sus actos se
interpenetran y por lo tanto se regulan recíprocamente.
Cada
uno percibe los hechos como compartidos por ambos. Puede desarrollarse
una conversación cuando:
a)-
el mismo contexto se halla presente en los participantes,
b)-
cuando el contexto posee para cada uno la propiedad de ser también el
contexto del otro.
Sólo
los individuos que enmarcan de esta manera su situación común pueden
producir actos psicosociales. Sólo cuando lo hacen son socialmente
concientes.
La
capacidad para percibir una situación que incluye a otros y a nosotros
mismos, y de percibir a los otros como refiriéndose a la misma
situación, constituye el principal requisito para la formación de un
campo social, de una relación de grupo al nivel psicológico.
Constituye
un logro notable que implica trascender el propio punto de vista para
relacionarlo con el de los otros. Esta trascendencia es, sin embargo, un
proceso que ocurre en el individuo; es un producto de su actividad. La
interacción psicológica posee una dirección social intrínseca, que se
halla situada en los individuos.
El
individuo constituye el asiento de los acontecimientos sociales. Son
los individuos que poseen esta capacidad particular de dirigirse unos a
otros, quienes validan y consolidan en cada uno de ellos, en la acción
concreta, un campo mutuamente compartido que incluye tanto el medio y
las propiedades psicológicas recíprocas como la esfera de acción
objetiva.
La
interacción psicológica requiere un mínimo de reciprocidad.
Al
limitarnos exclusivamente a los aspectos percepto-cognitivos, hemos
excluido toda referencia a los motivos que provocan la interacción de
las personas.
Durante
todo el tiempo hablamos de interacción cara a cara, descuidando el
hecho de que los individuos forman parte de unidades sociales más
amplias, en las cuales se haría relativamente difícil la comunicación
directa y la observación de consecuencias más remotas de su acción.
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